Esta es "Joana", para la historia de la poesía catalana y mundial

Joan Margarit, su padre, es el poeta catalán que la ennoblece en su libro con poemas escritos durante ocho meses que Joana agonizó, antes de fallecer a los 30 años de edad.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Umberto Senegal
23 de julio de 2018 - 11:35 p. m.
Imagen del lacerado libro de Joan y Joana / Cortesía
Imagen del lacerado libro de Joan y Joana / Cortesía
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

“De lo que siento acerca del mañana, lo más parecido a una certeza es que Joana y yo no volveremos a vernos. Cuán distinta sería la vida si la muerte fuese a esperar muchos millones de años para podernos encontrar de nuevo, aunque fuese tan sólo durante unos breves instantes. Pero el abismo que nos separa es el abismo del nunca más. Los treinta años que hemos vivido juntos son ahora el único contrapeso y mi tesoro. El mundo sin Joana se parece al que vivimos juntos, pero no es el mismo. Unas mínimas diferencias me ponen de manifiesto que las personas, los lugares, las cosas, no son las familiares. Me enfrento, pues, al terror más puro, cuando las cosas cotidianas no se reconocen y se vuelven amenazadoras. Por eso a veces lloramos, Mariona y yo, perdidos en el extraño paraje en el que nos ha abandonado la muerte de nuestra hija”.

Puede leer: Tatiana Rentería, la voz de la poesía erótica

Lo ausculta cuando confiesa en uno de sus poemas:

Nuestra hija es la angustia por el paso del tiempo
que, despacio, va helándonos la vida.

Ahora su objetivo no es amar
ni ser amada, sino ser el polvo
de una materia gris y sin sentido


Francisco Díaz de Castro afirmó, respecto a este breve poemario: Con Joana entrega el poeta catalán Joan Margarit su libro del horror. Poesía descarnada e intensa, es la crónica de ocho meses de enfermedad terminal de su hija Joana, que soportó a lo largo de sus treinta años el doloroso síndrome de Rubinstein-Taybe”.

Otro fragmento de los poemas del libro Joana:


El muro es, de este lado, oscuro y triste,
tal como sucedía en aquel cuento
que un día te expliqué. Si fuese cierto, hoy
todos los pájaros que tú pintaste
te esperarían en el otro lado
cantando para ti… 

 

No es fácil para Margarit sobrevivir sin la hija a quien tanto cuidó. Ni viable organizar su soledad en el mundo donde se queda, exiliado. Desterrado de aquella paternidad comprensiva y preservadora que siempre lo acompañó, desde el nacimiento hasta la muerte de su hija. No sabe qué hacer, ahora que Joana se fue, con su vida de escritor y padre. Habitante de un mundo donde no verá más a la niña-siempre-niña a pesar de sus 30 años, cuando se marchita siendo feliz. Joana, siempre esplendorosa en su poesía a lo largo de la vida. Joana, floreciendo en tantos poemas a lo largo del quehacer vital y  poético del notable escritor catalán. Aflorando humana, tierna, dolorida en su poesía. Compartiendo su mundo y sus compromisos literarios. Primaverándolo con sus asombros, como si ella nada padeciera. O, por el contrario, reconociendo que tenía una irremediable enfermedad desde la cual tendría que comunicarse con Joana, sin delimitar fronteras que hicieran extrañar a la niña su condición de discapacitada.

Para el poeta, es claro que “no hay nada comparable a poder cuidar de una persona a la que se ama, pero es difícil encontrar a alguien como Joana con quien establecer unas relaciones a la vez de una alegría y una ternura tan profundas que, al cabo de los años, ya no se sepa quién cuida a quién. El sentimiento que ahora me domina es el desamparo”.

Como expresa en su poema:

 

Hemos de acostumbramos a tu ausencia.
Ya ha pasado un verano sin tus ojos
y el mar también habrá de acostumbrarse.
Tu calle, aún durante mucho tiempo,
esperará, delante de tu puerta,
con paciencia, tus pasos.
No se cansará nunca de esperar:
nadie sabe esperar como una calle.
Y a mí me colma esta voluntad
de que me toques y de que me mires,
de que me digas qué hago con mi vida,
mientras los días van, con lluvia o cielo azul,
organizando ya la soledad.

 

Manifiesta Joan, refiriéndose al sentido de la poesía: “Cantamos al propio misterio. Queda por decidir desde dónde cantar, y esa es la búsqueda que cada poeta realiza a su manera. En esto consiste el estilo, la voz propia, esa voz que hay que encontrar si se quiere ser escuchado. El lugar desde el cual yo lo intento es un lugar en el tiempo. Es el instante durante el cual se conecta el mundo con el sentimiento”. De aquí que sus recuerdos sean parte esencial de sus poemas, fundamento de este libro que busca restaurar la presencia de Joana a través de la melancolía de la aceptación estoica del dolor: “Para comprender el recuerdo, hay que poder conectar principios con finales, que para comprender lo que representó mi abuela al comienzo de mi vida he tenido que poderlo comparar con lo que representó mucho más tarde para mí la vida de mi hija Joana y su muerte”.

Joana padeció durante 30 años, el síndrome de Rubinstein-Taybi,  alteración genética asociada con el retraso mental. Afecta a una de cada 125.000 personas, sin importar edad, raza o condición social. La mayoría de casos son esporádicos. Se deben probablemente a una mutación que acontece durante el desarrollo fetal, no transmitida por ninguno de los padres. En algunos casos, se hereda de manera autosómica dominante. Si uno de los padres transmite el gen defectuoso al hijo, este resultará afectado. La mayoría de niños con tal síndrome tienen apariencia física diferente a la de su entorno familiar. Es difícil el diagnóstico en el nacimiento y no se reconoce durante varios meses o incluso años. No hay pruebas médicas que ayuden a su diagnóstico. Se caracteriza por retraso del crecimiento y la edad ósea, retraso mental,  bajo cociente intelectual. No pueden seguir estudios de grado medio. Con anomalías en la cabeza y la cara. Ojos muy separados. Puente nasal amplio y orificios nasales anormalmente grandes. Pulgares y dedos gordos de los pies, muy anchos. Dificultades para respirar y deglutir. Retraso psicomotor y en la adquisición de habilidades que requieran coordinación de la actividad muscular y mental. Las anomalías craneofaciales pueden incluir microcefalia, bóveda del paladar arqueada y mandíbula muy pequeña, mirada desviada, párpados caídos, formación de pliegues por inclinación de los párpados hacia abajo, pliegue adicional de la piel de cualquier lado de la nariz sobre las esquinas internas de los ojos; desviación de uno de los ojos de su dirección normal.

Esta tragedia que Joan Margarit sobrellevó con amor, con dedicación continua a las necesidades de su hija, se parece a uno de esos trenes que en su infancia le pasaban rozando, según nos lo cuenta en este poema del libro Amar es dónde:

¿Qué hacer con las palabras al final?
Sólo puedo buscar, para saber qué soy,
en la infancia y ahora en la vejez:
ahí es donde la noche es fría y clara
como un principio lógico. El resto de mi vida
es una confusión por todo aquello
que nunca he comprendido:
las tediosas dudas sexuales
y los inútiles relámpagos
de inteligencia. Debo convivir
con la tristeza y la felicidad,
vecinas implacables.
Se acerca la última verdad, durísima y sencilla.
Como los trenes que en la infancia,
jugando en el andén, me pasaban rozando.

Poesía de cualquier época del mundo. De cualquier gran poeta, cultura o país, que revela lo inexplicable. Poemas que consuelan o angustian, sin que el poeta o el lector de poesía renuncien a las prodigios que han encontrado en la palabra, en las metáforas, para vivir de manera diferente  a la de aquellos a quienes nada les importa un verso ni una imagen ni un sentimiento convertidos en símbolo o  en canto. Margarit  lo  corrobora:

“A la poesía le ha correspondido ejercer la nostalgia por aquella edad de oro en una infinita tentativa para recuperar el sentido y la fuerza de las palabras. La poesía no trataría, pues, de la construcción de espacios de la lengua que no hayan existido nunca, sino que en el milagro probabilístico de un poema se encontraría la reproducción de un orden perdido. En estas circunstancias, el lector de poesía tiene más que ver -haciendo un paralelismo con la música- con el intérprete que con los que se han de limitar a escuchar un concierto. Por esto hay tan pocos lectores de poesía, y por esto son tan fieles. Los que han hecho el esfuerzo de aprender a interpretar un poema, de aprender a escuchar el orden fundamental de las palabras, han accedido a un mundo al cual difícilmente renunciarán”.

Escribe Jaime Siles, comentando el libro Todos los poemas (1975-2012), de Margarite :

“Una obra completa son todos sus libros y a la vez un único poema: el que todo poeta siempre está escribiendo y que nunca acaba de terminar. Para los simbolistas el libro era más importante que el poema; para Margarit, no: para él, la poesía es «la complejidad de fondo» del poema. De ahí que los mejores suyos tengan la compacta solidez de los antiguos epigramas y que, por eso mismo, recuerden tanto la estructura del soneto; de un soneto que él ha cultivado, pero que se ha permitido metamorfosear dirigiéndolo o hacia sus orígenes –el epigrama– o hacia su desarrollo –la elegía–, que son los cauces por los que su escritura suele transitar. La poesía para él es, sobre todo, subjetividad, pero también y, en grado no menor, enigma y misterio. Y la combinación de ambos elementos produce lo que este autor más busca: la intensidad, que, en su caso, surge de un profundo análisis de la contingencia y de una aceptación de la realidad”.

Si lo escuchamos, leído por Margarit, en este poema donde Joana apoyándose en sus muletas baja despacio del automóvil de su padre, los sentimientos son mayores, más trágicos que leyéndolo nosotros:

Puede leer: Pequeño inventario de poesía útil

Los dos nos hemos ido acostumbrando,
Joana, a que esta lentitud,
cuando, al bajar del coche, apoyas las muletas,
despierte a los cláxones y su insulto abstracto.
Me hace feliz tu compañía,
la sonrisa de un cuerpo tan lejano
de lo que siempre se llamó belleza,
la penosa belleza, tan distante.
La he cambiado por la seducción
de la ternura iluminando el hueco
que la razón dejó en tu rostro.
Y, si me miro en el retrovisor,
veo unos ojos que no reconozco,
pues brilla en ellos el amor dejado
por las miradas, y la luz, la sombra
de todo cuanto he visto,
y la paz que me da tu lentitud,
que está dentro de mí.
Tan grande es su riqueza
que no parecen míos los ojos del espejo.

El poeta nos aclara esto sobre Joana, relacionándola con sus poemas y sus libros:

 “Joana estaba afectada por el síndrome de Rubinstein-Taybe, deficiencia a la vez física  y psíquica que implicaba problemas motores obligándola a utilizar muletas y silla de ruedas. Ella comprendió que su bienestar dependía del afecto de quienes la rodeaban y aprendió muy pronto que el afecto genera más afecto. De la vida de Joana hablan muchos poemas extendidos por mi obra, y quizá los más claros sean Los ojos del retrovisor, un canto a su belleza que es su bondad perteneciente al libro Aguafuertes, recogido en el volumen El primer frío. Los otros dos son Noche oscura en la calle Balmes, un poema del libro Estació de França que habla del nacimiento de Joana en 1970, y el poema Tchaicovsky, también del libro Aguafuertes, que narra  y analiza unos hechos que no pude afrontar poéticamente (es decir, realmente) hasta mucho más tarde. Treinta años después, la historia acabó en los últimos ocho meses de la vida de Joana, tema del libro que lleva su nombre”.

Siempre estuvo presente la angustia al imaginar su indefensión una vez que el padre  y la madre hubieran desaparecido. La paradoja es que ellos dos son los huérfanos.

 

Dicen que en un intento

de salvarse le dijo te quiero al cirujano.

Creíamos que un hada podría devolvernos

la Joana tranquila, la de siempre…

 

“Mientras se iba muriendo nos decía: soy feliz”, recuerda Joan las últimas palabras de su hija Joana, con la melancolía ocupándole gran parte de su vida y muchos de sus poemas. Asistió durante ocho infinitos meses a su agonía, luego de presenciar durante 30 años sus padecimientos y regocijos. A lo largo de sus libros, Joana le germinaba en muchos poemas. Por ejemplo, en el libro El orden del tiempo, en el poema Mañanas:

 

Hay en Joana vagas impresiones

de ternuras que nunca alcanzarás…

En su obra Luz de lluvia, el poema Joana advierte lo que será su posterior libro a la hija donde Joan Margarit la despide. Se despiden. Donde Joan, escéptico, sabe que no habrá tiempos para reencuentros.

 

Podrías caminar, firme y estable,

y no te torcerías, con la espalda

doblegada quién sabe por qué pena…

El poeta, a pesar de la congoja, prosiguió escribiendo a diferencia del mejicano Javier Sicilia quien, luego de asesinarle a su hijo, renunció a toda actividad literaria. David Grossman, por el contrario, comenzó a escribir su novela La vida entera, durante la enfermedad de su hijo. Luego de fallecer este, con mayor exaltación continuó su trabajo hasta concluirlo. El poeta catalán, desde el momento que nació Joana y le diagnosticaron el irreversible síndrome que sobrellevó, hasta el día final, tuvo a su hija minusválida como motivo de inspiración en profusos poemas, dispersos por sus libros, concluyendo magistralmente en los 37 poemas de variada extensión que componen el libro: Joana. Libro conmovedor. Poemas doloridos y metafísicos, con la zozobra y perplejidad de la existencia en aquellos eventos para los cuales la religión, la poesía y la filosofía carecen de respuestas que satisfagan.

Los insolubles interrogantes sobre la muerte de Joana, corresponden a universales planteamientos que cualquier hombre, de cualquier época y cultura, se hizo y se hace frente a la extinción del individuo. De sus seres queridos. En el prólogo,  señala Margarit: “Cuán distinta sería la vida si la muerte fuese esperar muchos millones de años para podernos encontrar de nuevo, aunque fuese tan solo durante unos breves instantes”. Escepticismo total.  Sin ninguna teoría para satisfacer la esperanza. Ni la resurrección. Ni la encarnación en los Upanishad. Ni el nietzscheano eterno retorno de lo mismo; nada le ofrecen el cristianismo, el budismo ni el taoísmo, para llenar el vacío existencial que a Joan le deja Joana. Solo le resta escribir, para confirmar la conciencia del vacío y la muerte. Eso es todo. Es nada, en realidad:

Tal como vengo haciendo

con mis poemas, desde donde aúllo

 y marco el territorio de la muerte.

Joana es el libro de la muerte que corrobora, a su autor y a quienes lo leamos con análogas emociones, que de esta no hay retorno por ninguna vía. Solo resta afrontar, solos, la tristeza y las incertidumbres, el dolor cuando muere el ser amado:Saber estar triste es una fortaleza”, afirma Joan, quien sabe permanecer afligido a lo largo del libro. O  estar abatido por las ciudades que visita y los  lugares donde paseó con Joana y que ahora, al recorrerlos solo, se le diluye en la nada dejándole al poeta solo la música para encontrarle sentido a la vejez, al arte y la poesía. Al hecho de haber sido padre:

 “Después de la muerte de mi hija, lo que más me cerca a su invisible presencia son algunas piezas de música, concretamente de Bach: las suites de violoncelo, sobre todo interpretadas por Lluis Claret y las Golberg Variations o las Englis Suites, sobre todo interpretadas por Glenn Gould”, reconoce el poeta. “Me enfrento, pues, al terror más puro, cuando las cosas cotidianas no se reconocen y se vuelven amenazadoras. Por eso a veces lloramos, Mariona y yo, perdidos en el extraño paraje en el que nos ha abandonado la muerte de nuestra hija”.

Por Umberto Senegal

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.