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Fabio Rubiano habló del reto de congregar lo mejor de las artes escénicas en Bogotá

Del 27 de marzo al 5 de abril de 2026 se realizará la segunda edición del Festival Internacional de Artes Vivas. Su curador habló de lo que viene para el evento y lo que falta para seguir impulsando a las industrias culturales en Colombia.

Santiago Gómez Cubillos

23 de diciembre de 2025 - 09:50 a. m.
Rubiano enfatizó en que ya están disponibles los abonos para disfrutar de las obras del FIAV a un mejor precio.
Foto: Alberto Sierra Restrepo
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Para usted, ¿cuál es la importancia de promocionar un evento como el Festival Internacional de Artes Vivas (FIAV)?

Yo creo que Bogotá es un gran epicentro cultural. Todos los días hay conciertos, las salas de teatro viven llenas, pero hacía falta recuperar la posición que tuvo la ciudad con el Festival Iberoamericano de Teatro (que dejó de realizarse a finales de la década de los 2000). No se puede borrar ni olvidar la gran labor que hizo Fanny Mikey y sin duda no va a haber alguien como ella, pero sí pueden existir equipos que recuperen su espíritu. La idea es reintegrar el teatro mundial en Bogotá. Hoy en día ya hay muchos recintos que traen grandes producciones del mundo: lo hacen Colsubsidio, el Teatro Julio Mario Santo Domingo y el Centro Nacional de las Artes, pero no existe una época en la que todo eso se aglutine. Eso es lo que queremos recuperar: ese epicentro cultural.

¿Cómo fue el proceso curatorial de este evento?

En cuanto a la parte nacional, este año fue distinto, porque en 2024 todo fue mucho más apretado. Esa vez reunimos recursos de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá (SCRD), del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, de la Cámara de Comercio y de otras entidades, pero, aun así, no había posibilidad de hacer una convocatoria porque no teníamos el músculo necesario para jurados ni para nada. En cambio, este año se realizaron todas las gestiones y se abrió una convocatoria distrital y una convocatoria nacional. Las agrupaciones se inscribieron, pasaron por un primer filtro a cargo de los jurados o del equipo jurídico de la SCRD (nosotros no intervenimos en esa fase) y, finalmente, los cinco miembros del equipo curatorial vimos las obras, las calificamos y según eso tomamos las decisiones. Curiosamente, coincidimos en todo sin ponernos de acuerdo.

¿Y cómo funcionó ese proceso para las obras internacionales?

De eso se encarga Octavio Arbeláez, el curador internacional. Él es el que más conoce el universo internacional de las artes escénicas, porque se la pasa recorriendo el mundo viendo teatro. Me atrevería incluso a decir que es la persona que más ve este tipo de espectáculos en el país, por eso estuvo encargado de esa parte. Eso sí, ahí no hubo convocatoria, porque eso habría requerido de una gestión enorme. Hay una gran cantidad de elementos que entran en juego. No es lo mismo traer un grupo danés de 25 integrantes que uno alemán de tres.

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A pesar de no haber participado en ese proceso de selección, ¿qué significa para usted, como artista, estar en contacto con obras de países como Rusia, China y Australia, entre los muchos otros que vienen al FIAV?

Como artista, eso es exactamente lo que yo quiero. Yo me alimenté de los festivales internacionales, empezando por el Festival de Manizales, que dirigía Octavio, y ahí fui entendiendo para qué se hacen estos eventos: para ver grandes espectáculos del mundo. Y no me refiero a producciones gigantes o de escala operática, sino grandes en el sentido de la libertad de creación. Yo recuerdo que mis primeras experiencias con obras internacionales me abrieron los ojos. Cuando vi teatro de Brasil pensé: “¡Esto se puede hacer!”. Lo mismo cuando vi grupos de danza francesa. Lo que hace un festival internacional es destapar la creatividad y acortar las distancias. Uno se da cuenta de que la gente en España, Alemania, Rusia, Bélgica o Australia son teatreros como uno. Y, por otro lado, también es una forma de poner a Colombia en la cartelera del mundo. No somos un pueblito tercermundista que hace cosas aisladas, sino que somos un país que también tiene un lugar en esta industria.

Sobre eso, ¿cómo está Colombia parada frente a esas producciones?

Voy a responder con un ejemplo. Nosotros acabamos de venir del Festival de Otoño de Madrid, que es uno de los más prestigiosos de Europa. Estuvimos allá porque la directora del evento nos dijo: “Quiero que vengan con Labio de liebre”. Yo le respondí que Labio de liebre tenía diez años, que teníamos obras más recientes, con un año de estreno y que habían tenido muy buena aceptación del público, pero ella insistió: “No, yo quiero Labio de liebre porque necesito que en Europa vean que en América Latina se hace gran formato”. Entonces llevamos esa obra y nos fue fantástico. Y como el Teatro Petra, hay otros grupos de danza y teatro con una gran reputación a nivel internacional, pero necesitamos que nos vean más.

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¿Por qué cree que el Estado debería impulsar estas iniciativas?

Es una de las mejores noticias. El hecho de que desde lo público se fomenten este tipo de espacios no significa que esos presupuestos se estén quitando al desarrollo de actividades nacionales. Esa ecuación no funciona así, pero fue uno de los reclamos del festival pasado. Cuando se preguntaba por qué no usar toda esa plata en festivales nacionales o en actividades locales, yo decía: “Si nosotros decimos que no queremos esa plata y la devolvemos, no la van a destinar a eso, se va a ir para otra cosa”. Y es porque los artistas no decidimos eso, sino unas reglas administrativas, así que no podemos desaprovechar estas oportunidades. Ahora bien, frente al tema del presupuesto, siempre va a ser poco. Incluso si en este momento aumentaran diez veces el presupuesto nacional para la cultura, aun así seguiría siendo insuficiente. Por eso se necesitan mecanismos, pero no solamente de plata.

¿A qué mecanismos se refiere?

Es necesario impulsar la circulación y visibilización. No se trata de darle a cada uno de los más de 1.100 municipios USD 1 millón para que desarrollen teatro o danza. Los artistas necesitamos circular: hacer la mayor cantidad de funciones posibles. Y, para eso, hay que crear redes de distribución. Eso es lo que necesitamos.

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Por Santiago Gómez Cubillos

Periodista apasionado por los libros y la música. En El Magazín Cultural se especializa en el manejo de temas sobre literatura.@SantiagoGomez98sgomez@elespectador.com
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