En "La casa de los ángeles rotos", Urrea presenta la historia de una familia mexicana: su complejidad, sus prisas, su angustia, sus instantes de felicidad. Y pone sobre el telón la situación de ser mexicano en los Estados Unidos: lo que implican la frontera, la ilegalidad, el anonimato, la ausencia de identidad, la inexistencia bajo el marco del sistema pero el fin último en la cacería del mismo.
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Se cuestionan los muros y las leyes. Se cuestionan los giros a los que las vidas de tantos seres humanos son sometidas; y emula, o más bien funde, esas realidades con la palabra, con la narrativa, en los giros literarios mismos: volviéndolas, en la composición literaria, un modo de resistencia que nombra y que singulariza a aquellos que en los noticieros y las aduanas son una cifra para acabar.
¿Para usted qué es lo más difícil de escribir?
Creo que la lucha de armarme con amor cuando la rabia y la desesperación me consumen. Sentir que los espantos me vigilan. Contar la verdad , aunque no me guste. Cantar cuando despierto sordo y mudo.
¿Qué es lo que a usted más le duele y le preocupa de las migraciones de mexicanos a Estados Unidos?
Es un dolor profundo. Ver la pena y el miedo de los niños. Oir las babosadas de algunos “presidentes” por allá. Saber que el migrante verdadero no era el mexicano... Era el Norteamericano. Lo digo con cariño. Mi madre era de Nueva York.
¿Qué fronteras cree que hay entre periodismo y literatura?
¿No son iguales?
¿Qué consideraciones tiene frente a las crisis migratorias que actualmente hay en el mundo?
Ya no es crisis migratoria: se ha convertido en Exodo. Bíblico. La inmigración c’est mort. Este es el verdadero Mundo Nuevo, un mundo caliente, con fiebre, soñando milagros.
¿En qué sentido su labor como profesor ha contribuido o afectado sus procesos como escritor?
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No es así. Mi vida de escritor afecta a mi trabajo universitario. Les digo a mis estudiantes lo siguiente: no soy Professor, soy Escritor. Nada de exámenes. Aquí van a vivir y contarlo con sangre en sus plumas.
¿Qué permite la literatura en el mundo?, es decir, ¿para qué hacer literatura?
La escritora Norteamericana, Ursula K. Le Guin, me dijo cuando joven: “Los autores son el nervio sensible de la humanidad. Porque la sociedad ya no se acuerda qué es sentir Las cosas. El autor va, vive , siente, y hace reportes para que los demás se acuerden cómo se ha de sentir ser una persona.”