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Giordano Bruno, el hereje pertinente

“Forastero en el universo” de Laura Vit explora a Giordano Bruno, su desafío a la autoridad y su legado en libertad y crítica al poder.

David Sáenz

09 de junio de 2025 - 05:00 p. m.
Monumento a Giordano Bruno en Campo de' Fiori, en Roma./ Wikicommons
Foto: Livioandronico2013
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Me enteré de Giordano Bruno en un lugar entre Villa de Leyva y Santa Sofía, llamado Santo Eccehomo. Estaba en una biblioteca. Tomé un libro al azar y encontré su nombre. Me llamó la atención este personaje que fue quemado por la Inquisición el 17 de febrero de 1600. Leí algunos datos biográficos: nació en Nola en 1948, (cinco años después de la muerte de Copérnico), cerca de Nápoles, y se educó con los dominicos.

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Años después, un buen amigo me regaló un libro titulado Giordano Bruno: Forastero en el universo, de Laura Vit (2010). Empecé a leerlo como se deben leer todos los libros: con profunda atención, casi como si fuese un acto religioso o sagrado. Con este libro, como con otros que me han obsequiado, doy por hecho que el regalo más íntimo que se le puede hacer a una persona —como decía Borges— es un libro, porque llega a donde nada más puede: al mundo interior.

Descubrí, a través de la escritura de Laura Vit, un Giordano Bruno muy humano, dispuesto para el amor en todas sus formas. Además, un cuestionador incómodo, capaz de ver la oscuridad en donde lo establecido decía que solo había luz: la academia, la Reforma, la Iglesia católica y la intelectualidad.

Giordano Bruno era un renacentista. Sin embargo, aunque vuelve a los clásicos, lo hace para rebatirlos. Criticó a Aristóteles y a Tomás de Aquino. En 1576 abandonó el convento de los dominicos y emprendió una vida errante. Vivió en ciudades como Turín, Venecia, Padua, Lyon, Ginebra y París, donde fue profesor. Enseñó en Oxford, lugar del que, según Vit (2010), guarda los peores recuerdos: allí descubrió no solo el dogma religioso, sino también el académico.

Bruno también fue un hombre marcado por las tensiones religiosas del siglo XVI. No encajó con la Iglesia Católica, pese a que en el convento de los dominicos adquirió buena parte de sus conocimientos. Tampoco fue aceptado por luteranos ni calvinistas. Su pensamiento abordó no solo la filosofía, sino también la religión, proponiendo una que uniera a la humanidad no desde el dogma, sino desde una visión panteísta: veía a Dios en todo, en el alma del universo.

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Giordano Bruno se atrevió a cuestionar lo que muchos daban por sentado: la física aristotélica, la idea de un universo finito. Para él, el universo era infinito, sin centro ni circunferencia. La Tierra no era el centro, ni tampoco el Sol. No había arriba ni abajo. Y se atrevió a pensar la existencia de otros mundos.

En 1584 escribió La expulsión de la bestia triunfante, una crítica contra la Iglesia. En 1593 regresó a Roma con la esperanza de defender sus ideas, de debatir. No obstante, fue encarcelado. Pasó siete años en prisión, sufrió torturas físicas y psicológicas. Fue acusado de herejía, ocultismo y de rechazar los dogmas de la Trinidad y la transubstanciación.

Se negó a retractarse y tuvo que pagar un gran precio: la hoguera, el silenciamiento, que hoy llamaríamos, cancelación.

Ahora bien, decir que Giordano Bruno es un símbolo del libre pensamiento podría ser un tanto anacrónico, dado que pertenece a otra época. Aun así, ese personaje intrépido, capaz de cuestionar lo incuestionable, sigue siendo un ejemplo precisamente por ello, por dudar. Es importante destacar que Bruno, al ser un opositor y un cuestionador, posibilitó el pensamiento y abrió camino, tal vez, a otros científicos, filósofos y creadores.

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La ciencia, el arte y la cultura solamente pueden avanzar si existen contradictores, si hay quienes se atreven a pensar y a decir algo diferente. Hoy, en este mundo que se parece tanto a la novela distópica 1984 de George Orwell, donde la ignorancia es la fuerza, tal vez se vuelve imprescindible atrevernos a cuestionar para que nuestro oscurantismo no sea la potencia de personajes como Trump, Putin, Netanyahu…

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Aunque hoy circulan muchas teorías conspiracionistas y algunas ideas estrafalarias, como que a Giordano Bruno le dieron su pensamiento los extraterrestres, es importante aclarar que Bruno obtuvo sus conocimientos de la introspección y, sobre todo, de la lectura y el análisis. No contó con todos los elementos científicos que la modernidad ofrece para comprobar hipótesis. Por tanto, en su trabajo prima ante todo la contemplación y la lectura. Giordano Bruno saca sus pensamientos de las bibliotecas, de esos lugares que hoy casi no visitamos.

Ahora bien, ¿cómo podríamos hacer actual a Giordano Bruno? Quizá reconociendo que sigue siendo vigente en su método: el de cuestionar y dudar.

Por David Sáenz

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