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Miguel Uribe: sus reflexiones sobre la muerte y los recuerdos sobre Diana Turbay

En esta entrevista publicada en 2019, Uribe habló sobre su relación con el arte, al que acude para alimentar su sensibilidad. También reflexionó sobre la memoria y la muerte.

Laura Camila Arévalo Domínguez
09 de junio de 2025 - 12:22 a. m.
Miguel Uribe Turbay
Miguel Uribe Turbay
Foto: José Vargas
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Miguel Uribe Turbay recibió este 7 de junio dos impactos de bala disparados por un hombre que estaba entre un grupo de seguidores que escuchaba un discurso suyo en un acto político en un parque de Modelia, barrio de la localidad de Fontibón.

En imágenes divulgadas en redes sociales se ve cómo el sicario, que según la Fiscalía es un menor de 15 años, que fue arrestado minutos después del atentado, saca un arma y dispara en dirección a la cabeza del aspirante presidencial, que se desploma tras recibir un primer impacto.

El senador se encuentra en la Fundación Santa Fe de Bogotá, donde fue sometido a una delicada cirugía de aproximadamente cuatro horas de la que salió con vida, pero su estado sigue siendo crítico, según el parte médico más reciente.

Cuando Uribe Turbay fue candidato a la alcaldía de Bogotá, el Magazín cultural de El Espectador realizó entrevistas y perfiles a los aspirantes. Estos textos se enfocaron en sus intereses y preocupaciones culturales y artísticas.

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La indicación para esta entrevista fue clara: nada de política. Cuando Miguel Uribe Turbay, quien era candidato a la Alcaldía de Bogotá, llegó a su casa, lugar en el que se acordó el encuentro, saludó, pidió permiso para ir al baño y luego, con un aplauso, dijo: “Bueno, qué hay que hacer”. Aunque sabía que no se hablaría de la campaña, fue evidente su prevención sobre lo que se le preguntaría o la forma en la que tendría que dar la entrevista. Se sentó, abrió un poco las piernas, se frotó las manos y con un gesto le dio a entender a todos a su alrededor que listo, que ya, que podían comenzar.

“Finalmente, los políticos somos seres humanos”, fue una de las frases que anunciaron que, después de un par de intentos, Uribe finalmente había dejado, por lo menos por un momento, al político a un lado (o de eso nos convenció). Para comenzar, se le pidió que hablara sobre su relación con el arte y especificara si era cercano a alguna expresión artística. Él, sin pensarlo mucho, respondió que con la música, y comenzó a contar que había crecido escuchando ópera, zarzuelas, rancheras, boleros y música clásica, y que su papá, que cantaba muy bien, le había inculcado ese “sano hábito” desde su niñez: “El amor por la música ha sido total, la pasión es toda porque ha estado toda mi vida. Me encanta componer y cantar las canciones que compongo”, dijo, y luego, muy emocionado, contó que además de piano comenzó a tocar guitarra, batería, y violonchelo; y que también había soñado con aprender a tocar el acordeón.

La frase sobre los políticos y los seres humanos la dijo intentando responder por qué lo conmovía tanto la música. La dijo, también, para ayudarse a explicar cómo tantas veces había recurrido a ella para escaparse de episodios de su realidad que aún le disgustan, lo incomodan, o lo ponen a hablar en un tono luctuoso que intenta controlar. Uribe tiene una marca indeleble que se le cruza en las respuestas y que no sabe cómo esquivar, tal vez porque no quiere, o porque evitar algo que se le manifiesta así, tan irremediablemente, es imposible. Se le sale. Se le pronuncia como una cicatriz en la frente que no ha logrado camuflar.

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“La música, a veces, termina siendo una válvula de escape, genera fortaleza. Particularmente, con la muerte de mi mamá, yo tuve que desarrollar resiliencia y la música es mi instrumento para ser resiliente. La música termina siendo, muchas veces, un lugar donde llegar para salir adelante. Hay canciones o melodías que me dan fuerza, ánimo, que me emocionan. Otras que me hacen sentir nostalgia, las que, por ejemplo, me hacen pensar en mi mamá.

¿Cuáles canciones?

“Hay una que se llama “El caballero de fina estampa” (Fina estampa). Es una canción que, me cuentan, mi mamá cantaba cuando yo era un bebé. También me cuentan que decía que yo era el caballero de fina estampa. Es una canción que no oigo mucho, pero que de vez en cuando se cruza y me genera mucha nostalgia. Es el encuentro con mi mamá. Ella siempre le decía a mi tía que soñaba con que yo creciera y le pudiera decir que la amaba. Seguramente a los cuatro años se lo dije un par de veces, pero para mí es muy triste pensar que ni ella lo oyó como quería, ni yo se lo dije como me hubiera gustado”.

Para esta entrevista, a Uribe también se le pidió que escogiera de su biblioteca un libro del que quisiera hablar, y que leyera un fragmento. El candidato eligió Desde el fondo del mar, un texto que publicó hace poco su hermana, María Carolina Hoyos Turbay, en el que contó cómo, después de que su madre, Diana Turbay, murió, le prometió que jamás volvería a reír porque no podía ser feliz sin ella. Finalmente, esa promesa no se cumplió.

¿Por qué lo escogió?, se le preguntó a Uribe, y sin dejar de pasar las hojas del libro ni de mover las manos ni quitarle la mirada a la pared, respondió que lo había elegido porque era el recuento de un proceso que vivieron él y su hermana, pero, sobre todo, porque era la forma de conocer a su mamá como madre. “Lo que tengo de mi mamá en la cabeza son recuerdos construidos a través de terceros, fotos, vídeos, audios, artículos de prensa, pero no terminan siendo lo que yo recuerdo de ella como mamá. Esos recuerdos son de la periodista, la mujer, la esposa. Aquí, por ejemplo, hay una parte donde mi hermana me causa mucha ternura porque cuenta que justo antes de que mi mamá se fuera al secuestro, o a la supuesta entrevista con el cura Pérez, tenían que ir al odontólogo por una cordal. Mi hermana le dijo a mi mamá que fueran el jueves, pero ella le respondió que no podía, que no alcanzaba porque estaba haciendo los últimos arreglos de ese viaje del que jamás regresó. Mi mamá terminó prometiéndole que cuando regresara la acompañaría al odontólogo para que le sacaran las cordales, y claro, ese se convirtió en el amuleto de mi hermana. La cita al odontólogo se demoró seis meses, que fue lo que duró el secuestro de mi mamá”.

Además del libro de su hermana, escogió Streetfight, de la escritora Janette Sadik-Khan. “Me gusta porque, primero, cuenta la primera parte de lo que pasó en New York durante la administración de Michael Bloomberg, pero lo que más me interesa aquí es que retrata una de las discusiones más modernas e interesantes de una ciudad, y es cómo utilizar el espacio público. Ahora es más importante pensar cómo es la vida alrededor de la calle, obviamente garantizando que haya movilidad, pero bajo una ecuación distinta a la del pasado”.

Dijo que no leía mucha literatura, pero que por supuesto se había cruzado con Gabriel García Márquez y sus obras. Dijo que había sido, sin duda alguna, el más grande de los escritores y mencionó Noticia de un secuestro, la crónica en la que se narró, entre otros, el caso de su mamá. Dice que el tiempo se lo dedica exclusivamente a su familia y a su formación, y que por eso le gusta leer sobre casos exitosos de ciudades, lecciones aprendidas y biografías. Sus favoritas son las de Winston Churchill y Steve Jobs. Además de la música y los libros de corte académico, va mucho a cine.

¿Y qué tipo de cine le gusta?

Nada de terror. Nada que me recuerde a la muerte. No me gusta pensar en eso porque, a raíz de lo que le pasó a mi mamá, le tengo miedo. No me gusta pensar en qué hay o no hay después de eso.

Usted habla mucho de los recuerdos de su mamá y las sensaciones en las que el arte lo pone a pensar, pero, ¿cuáles son?

Me acuerdo del día en el que se fue, del último abrazo y del día en que mi papá me dijo que estaba muerta. Me acuerdo dándole un beso en el ataúd. De nada más.

Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com
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