El Magazín Cultural

Fracasos II: Del cómo al invento

Antes de tomar el colectivo, me encontraba en ese lugar que alguna vez se apoderó de mi (o yo me apoderé de él), ese lugar donde nunca fui deseada y sigo siendo indeseable; es el fracaso, la persona anónima e insignificante de esos sentimientos ignotos. Nadie sabe qué pasó, ni mucho menos el cómo: “¿Cómo pasó todo esto?”

María Paula Acosta Lozada / @paunks
19 de febrero de 2019 - 09:09 p. m.
Cortesía
Cortesía

Me fui caminando.

Estaba lloviznado y necesitaba pensar sobre lo que había ocurrido, no quería multitud en mis pensamientos ni irme apretada con personas ajenas que no sabían los sentimientos escudriñados por los que estaba pasando, no quería miradas como si me leyeran la mente y yo especular sobre la mente de ellos, no tengo derecho. Era de noche, yo con hipoacusia, astigmatismo, miopía, principios de queratocono y respiración agitada, todas las excusas para no montarme en un vehículo pero la soledad del comienzo comenzaba a tomar forma de un sinnúmero de gente ruidosa a cada paso dado. Había perdido la batalla.

Si está interesado en leer el primer texto de esta serie, ingrese acá: Fracasos I

Tomé un colectivo.

Sabía que desde un principio no tenía cabida en ese lugar, pues alguien me había reemplazado y yo me había enterado hace unos meses atrás, años quizás, ¿pueden creer esto?, mis fracasos se los cedí a alguien, ese alguien los tomó y está insatisfecho, pero ocupando mi lugar, el lugar ajeno donde alguna vez fui, aunque no fuese, donde alguna vez creí, aunque no creyera, donde alguna vez inventé, aunque viviera de ficciones cada día al tragar saliva. De un tiempo para acá, había dejado de estar allí, no porque no cupiera, sino porque estaba en el lugar donde mis anhelos no existían.

“¿Cómo no me ibas a agradar? – pensaba- Te inventé para creerte, para convencerme de tu supuesta personalidad recóndita, no eres nada de eso, pues mi hipoacusia, mi astigmatismo, miopía y demás “límites” se han ido contigo, ¡por favor no te lleves mis fracasos!, ni mis defectos, ni mis inseguridades, no ahora, pues son mis maneras de oponer resistencia frente a la realidad”.

Pero en fin, tuve que escudriñar cada pensamiento a lo largo de estos años para volver a ese lugar donde nunca fui y abrazarme, pues ya casi me bajaba del transporte para seguir caminando con la llovizna, esas gotitas que limpian tus lágrimas de inseguridad que quedan, esa noche no supe qué cenar, si libros o saliva, tal vez me robaron mis defectos, pero me dejaron las huellas, esas huellas por las que estoy interesada últimamente donde los fiascos cobran sentido.

Me bajo del colectivo, camino.

- ¿María, cómo está usted?

- ¡Juan!, qué sorpresa ¿qué es de tu vida?, estaba un tanto dubitativa, y tu acá, apareces de la nada.

-Ví a lo lejos que estabas en el transmilenio, te paraste y sabía que te bajarías, así que, quise sorprenderte, ¿cómo has estado...?

A veces, solo a veces, las personas llegan con esa acción de saludar, para trancar esos pensamientos que te llevan al limbo de esa historia allende mil veces derrotada todavía.

Los días no vividos: Bella forma de inventarte, de crearte, de conocer, por supuesto, algo más de mi imaginación altruista y de cada eco de amargura impuesta en mi memoria desastrosa.

Por María Paula Acosta Lozada / @paunks

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar