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Glenn Close: La buena esposa

La protagonista de "Atracción fatal", uno de las películas más controversiales de los últimos 30 años, vuelve a ser nominada para los premios Óscar como mejor actriz por su papel en “The wife”. 

FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

08 de febrero de 2019 - 07:50 p. m.
Glenn Close, protagonista de "The wife", dirigida por el sueco Björn Runge. / Cortesía
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Fue una mujer perturbada, amante, solitaria, asesina y víctima, y fue también una mujer hipócrita, frígida, ninfómana o servil, clasista o liberal, y fue criticada y alabada, y su nombre, Glenn Close, fue titular de página entera en las paginas de cine una y mil veces, y sus motivos, o los motivos de las mujeres que encarnó en diversas películas desde los años 80, fueron expuestos a la luz de los días y de los años que pasaban, mientras ella intentaba refugiarse en sí misma con algún libro, con su hija, Annie Starke, y con su perro. Alguna vez dijo que era tímida, que sólo tenía voz cuando actuaba, y actuó desde muy joven, primero en el teatro, luego en cine y en televisión, y en una que otra ocasión, en la vida.

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Fue crucificada y cosificada. En los 80, como una mujer seductora, fatal, amante de su libertad, indiferente a las reglas de la sociedad, dispuesta a romper con las tradiciones con tal de desnudar a un hombre en un ascensor. Treinta años después, como víctima de la opresión masculina y del sistema patriarcal en una película ambientada en los años 50, y como referente del feminismo y de todos  los movimientos feministas del Siglo XXI. Fue crucificada por sus conductas, consideradas pecaminosas, dentro de los viejos manuales norteamericanos de la moral, y fue cosificada como símbolo sexual, o simplemente como mujer, y por el hecho de haber sido mujer.

Si antes “Atracción fatal” vendió millones de boletas porque ella era el instinto, lo prohibido, la sensualidad-pecado-redención, treinta años después, “The wife” se llenó de premios y de aplausos por ella y porque era mujer, y porque merecía como mujer un galardón, y por haber puesto sobre la alfombra la historia de una mujer brillante que estuvo 40 años a la sombra de su marido, un escritor al que le otorgaron el premio Nobel de literatura, y que decidió contar su verdadero protagonismo en las obras de su esposo, precisamente el día en que le entregaban el Nobel en Estocolmo. El premio, las luces, las entrevistas de su esposo, y su vanidad herida, la vieja sumisión, y la envidia, también, la marcaron para denunciar sus propias decisiones. 

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“Nunca me sentí más realizada que en este momento de mi vida. Nunca sentí tanto anhelo por lo que está por venir. Está claro que soy una flor tardía. Pero no pasa nada con tal de que sepas quién eres y seas esa persona”, dijo hace poco, mientras se estrenaba su más reciente película. Hablaba de su vida, de su edad, 71 años, de su hija, quien hace el papel de la esposa joven en The good woman. “Será un viaje duro. Hay que estar preparado para el rechazo. Y para perseverar. Pero merece la pena”. Hablaba de las disfunciones cerebrales, que no se han tratado moralmente como deberían, y de su íntima y profunda relación con el teatro, “una experiencia comunal”.

Cuando se inició en el teatro, años 70, hacía parte con su familia de un grupo de liberación musical que se llamaba Viva la gente. Fue algo hippie, peace and love, algo retraída, y por lo mismo, observadora, crítica, y fue viendo desde su rincón cómo iban pasando los años, y cómo el arte en cualquiera de sus manifestaciones, lograba hacer que las costumbres fueran transformándose, que los pensamientos cambiaran, y sobre todo, que la gente, gente como ella, que un día vio en una entrevista a Katherine Hepburn decir que el cine la había cambiado, fuera plena, y se sintiera plena y protagonista de su vida y de la vida, y fuera consciente del mundo y sus pormenores, sus injusticias y sus diferencias.

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Dejó de estudiar Antropología y empezó a buscar y a leer al hombre vivo, al hombre de su tiempo. Se rodeó de gente como ella, gente años 60 que pretendía cambiar el mundo, luchar por la libertad aunque se le fuera la vida en eso, y se metió al cine y la televisión, de la mano de otros actores, de directores y productores y libretistas que veían, como ella, que desde una pantalla podían llegarle a más gente. Y pasaron los años, y pasaron las películas, “El mundo según Garp", “Reencuentro”, “El mejor”, “Atracción Fatal”, “Las amistades peligrosas” y “Albert Nobbs”. Pasaron los premios, los honores, las entrevistas, los apuntes que fue tomando para hacer un libro, las crisis, lo conflictos, los rechazos, el amor, el desamor, los recuerdos y el olvido. 

Por FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

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