El Magazín Cultural
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Había una vez un extranjero llamado Picasso

Tras medio siglo de la muerte del artista español, conversamos con la autora francesa Annie Cohen-Solal sobre su último libro, traducido recientemente al español por el sello editorial Planeta.

Simón Uprimny Añez * / Especial para El Espectador
12 de noviembre de 2023 - 12:00 a. m.
Annie Cohen-Solal cuenta, entre muchas facetas del artista español, la discriminación que sufrió Picasso como inmigrante.
Annie Cohen-Solal cuenta, entre muchas facetas del artista español, la discriminación que sufrió Picasso como inmigrante.
Foto: Cortesía de ©Sijmen Hendriks

Picasso. Picasso. Picasso. El artista más famoso del siglo XX tiene el don de la ubicuidad. Su figura —con sus ojos saltones, su corte de pelo de paje medieval y sus camisetas ajadas de marinero— está por todas partes: exposiciones, documentales, catálogos, chucherías en tiendas de museos... ¿Qué no hemos visto de Picasso? ¿Qué no se ha dicho de Picasso? ¿Puede decirse algo nuevo de Picasso? Y, sin embargo, el que busca encuentra, dicen por ahí; y es cierto: el que busca cuidadosamente encuentra que, bajo el sol de Picasso siempre hay cosas nuevas. (Lea una crónica de Simón Uprimny sobre el Napoli campeón del fútbol en Italia).

Quien buscó cuidadosamente fue Annie Cohen-Solal, destacada intelectual francesa de origen judeoargelino que ha publicado varios libros importantes sobre historia del arte (entre ellos, Mark Rothko: hacia la luz en la capilla) y quien también es reconocida por su éxito Sartre (1905-1980). En 2021, Cohen-Solal publicó Un extranjero llamado Picasso, libro en el que aborda al artista desde su faceta de inmigrante en Francia y en el que revela cómo fue vigilado de cerca por la policía y registrado como anarquista, entre otras formas de discriminación que sufrió. La impresionante obra, de más de 600 páginas, ha sido aclamada por la crítica debido a su rigurosa investigación y a su estilo narrativo.

¿Por qué Picasso fue vigilado por la policía en París?

Picasso llegó de España a París en 1900. Llegó a una Francia plagada de tensiones sociales, que salía del caso Dreyfus y había sufrido ataques terroristas anarquistas. Era un país muy nacionalista, imperialista, arrogante. Una sección de la policía francesa, que en aquella época se preciaba de ser la más sofisticada del mundo, se encargaba de hacerle seguimiento a extranjeros que despertaban sospechas. El 18 de junio de 1901, la policía hizo su primer informe sobre Picasso. En este, un comisario señalaba que Picasso no hablaba francés, recibía periódicos en una lengua extranjera, regresaba a casa tarde por la noche, pintaba cuadros en los que aparecían mujeres pidiendo limosna, había sido acogido por catalanes del barrio Montmartre y vivía con uno de ellos que se suponía era anarquista. Entonces, automáticamente, el comisario dedujo que ese extranjero llamado Picasso también debía ser anarquista y que era sospechoso para la seguridad nacional. Y empezó a construir un informe policial que seguiría a Picasso durante toda su vida.

Una de las grandes revelaciones del libro es que, en 1940, a Picasso se le negó la nacionalidad francesa. ¿En qué circunstancias ocurrió esto?

Cuando Picasso quiso naturalizarse francés, en 1940, fue por oportunismo. Porque en Alemania, un país que había idolatrado antes de la Primera Guerra Mundial, se le consideraba un artista degenerado (sus cuadros fueron quemados por Hitler). Sabía que nos dirigíamos hacia la guerra y sentía que los nazis venían a Francia. Antes, había sido rechazado por los franquistas españoles, que habían asesinado a García Lorca en 1936. Picasso sabía que podía ser usado como chivo expiatorio por los franquistas. Tenía miedo, y la naturalización francesa significaba sentirse protegido. Lo que deseaba no era tanto convertirse en francés, sino protección. Sin embargo, debido al informe que había construido la policía durante todos esos años, le negaron la nacionalidad. Vivió la guerra con gran sufrimiento. Después nunca quiso volver a ser francés.

Pero Picasso nunca le dijo nada a nadie, nunca se quejó. ¿Por qué?

Porque era muy orgulloso. Y los orgullosos no revelan sus fragilidades. Era su talón de Aquiles, y nadie se dio cuenta. Fue una paradoja terrible y extraordinaria a un tiempo. En la década de 1930, Picasso era extremadamente rico y famoso en los Estados Unidos, pero en Francia era extremadamente frágil. Algo muy interesante; sin embargo, es que no se trata de la clásica situación de discriminación entre víctima y verdugo. No pertenece al equilibrio de poder tradicional. Fue una situación de rechazo difícil y dolorosa, pero en la que Picasso supo navegar brillantemente. ¿Cómo lo hizo? En París se integró muy rápidamente al mundo francés. Primero, se cambió el nombre: se quitó el Ruiz español, el apellido de su padre, demasiado común y motivo de discriminaciones, y adoptó Picasso, el de su madre, de origen italiano, mucho más sugerente. En segundo lugar, cambió sus temas artísticos: dejó de hacer corridas de toros o bailes de parejas andaluzas para pasar a describir el bajo mundo parisino. Tercero, empezó a tejer relaciones en Montmartre. Tenía estrategias de integración muy claras.

¿De dónde le surgió la idea para este libro?

En el año 2000 leí por primera vez sobre el expediente de extranjero de Picasso. Este expediente fue robado por los nazis en 1940 y llevado a Berlín junto a otros archivos de extranjeros famosos. En 1944, los soviéticos robaron a su vez los archivos y los llevaron a Moscú. No fue sino en el 2000 que los franceses compraron estos archivos a los rusos, y apareció un artículo en un periódico que informaba que, entre ellos, se encontraba el de Picasso. Luego, en 2015, tras la inauguración del Museo de la Historia de la Inmigración, me enteré de la imposibilidad de Picasso de convertirse en francés y fui por primera vez a mirar los archivos de la policía. Yo me había dado cuenta de que el campo de Picasso estaba dominado por historiadores del arte formalistas; es decir, personas que se preguntan si Picasso fue cubista hasta febrero o hasta marzo de 1915, que es una pregunta que no me interesa para nada. Lo que me interesa es la perspectiva existencial del sujeto Picasso en la sociedad francesa como extranjero. Y, por tanto, cómo su arte fue consecuencia o repercusión de su estatus.

¿Por qué cree que su libro es importante en el ámbito de Picasso?

Este libro es una entrada a la obra de Picasso a través de las ciencias sociales. Mi objetivo no es hacer llorar a la gente por Picasso. La revelación que aporta el libro es que un elemento importante del estar en el mundo de Picasso fue haber vivido en la enrevesada Francia de la primera mitad del siglo XX, en la que se encontró con la mirada del otro, para usar términos sartreanos: la mirada del otro que me transforma en algo que no soy yo, ya que es para el otro. La mirada de la policía transforma a Picasso en un sospechoso. Pero Picasso, cuando se miraba a sí mismo, estaba convencido de que era un genio. Desde niño, fue un gran admirador de Velázquez y de Goya. A los dieciséis años, en el Museo del Prado, copió el retrato de Felipe IV de Velázquez. Esa copia, hoy exhibida en el Museo Picasso de Barcelona, es mejor que el original. A los dieciséis años él ya sabía que era superior a Velázquez. ¡Es extraordinario! Entonces, está la confrontación entre estos dos puntos de vista: el suyo y el de la policía francesa. Eso es lo que quiero mostrar.

¿Esta fijación en el estudio del extranjero tiene algo que ver con su propia historia? Usted nació en Argelia, pero tiene la nacionalidad francesa y ha vivido en siete países.

En las investigaciones siempre hay traumas y afectos personales, no son algo frío y racional. Cuando fui a estudiar en detalle los archivos de la policía, me topé con las fotos de Picasso en las que parece un criminal, y me impresionaron mucho. Estaba enojada. Sentí la misma rabia que había sentido cuando era adolescente, al llegar a París con catorce años y ser rechazada porque mi árbol genealógico, como decía mi profesor de historia, “se había perdido en las arenas del desierto argelino”, a diferencia del de mis compañeras de clase, que eran “francesas de pura cepa”. Soy judía nacida en Argelia, colonizada por Francia en 1830. Los judíos argelinos fueron nacionalizados en 1870 y manipulados contra los demás nativos, y luego, en 1940, Pétain les quitó la nacionalidad francesa. Se trata, pues, de un elemento muy sensible en mi familia. Estos traumas se transmiten de generación en generación.

¿Qué diferencias y similitudes hay entre la xenofobia que sufrió Picasso y el rechazo de muchos países de Occidente hoy a la inmigración?

Cuando Picasso llegó a París, en 1900, era hijo de un profesor de pintura de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona. Era un burgués que llegó como expatriado profesional. Así que sus condiciones no tienen nada que ver con la inmigración actual. En aquel momento, Picasso podría haberse quedado en España, pero se dio cuenta de que el único lugar donde podía convertirse en pintor era en París. Y es cierto: no se habría convertido en Picasso si se hubiera quedado en Barcelona. Sin embargo, fue mal recibido en Francia. Y es más, en 1937, tras pintar Guernica, quizá su obra de arte más genial, se convirtió en un refugiado político, pues ya no podía volver a España por culpa del franquismo. Son estatus muy diferentes; pero, en el fondo, el rechazo del que fue víctima es similar al rechazo que vemos hoy hacia los inmigrantes. Es el rechazo hacia quien es tratado como un paria, como un otro. Ser inmigrante es estar sentado sobre un asiento eyectable todo el tiempo.

¿Por qué le interesa escribir biografías de artistas importantes como Picasso o Sartre?

No me gusta mucho decir que hago biografías, porque es un género que no está bien definido. Lo que me interesa es abordar la producción simbólica de un actor social de manera global. Tomo un elemento de toda su trayectoria y lo estudio a profundidad. Con Sartre, quería entender cómo se convirtió en el escritor comprometido del siglo XX y por qué es aún una brújula para los africanos, los sudamericanos, los afroamericanos, etc. En Picasso, me atraía su faceta de extranjero para abordar su obra. Me interesa estudiar al individuo como fenómeno. Yo los llamo personajes-mundo. Picasso y Sartre fueron personajes-mundo del siglo XX. Esas son las personas que me fascinan. Creo que el artista tiene una función crucial en una sociedad, ya que es como un electrón libre. Comparado con los políticos, es mucho más fuerte. El artista no le pertenece a nadie. Y por eso es más poderoso: es libre.

Para cerrar, una pregunta sobre otro tema: ¿qué piensa de las acusaciones que se le han hecho a Picasso en los últimos años por su machismo?

Yo soy feminista: toda mi vida he tratado de expresar las palabras de las mujeres. Este es un momento en el que Picasso está siendo muy atacado por grupos feministas, que ciertamente tienen algunos motivos para hacerlo, pero hubo ataques totalmente ridículos. Hoy colapsaron, pero todo el año pasado fue así. No se podía hablar de Picasso en los museos estadounidenses. Y, claro, no se puede negar que Picasso fuera un macho del siglo XIX nacido en Andalucía. Pero era como todos los hombres. No era peor que los demás, tampoco era mejor que los demás. Era un hombre de su tiempo.

* Entrevista hecha en francés y traducida al español por Simón Uprimny Añez.

Por Simón Uprimny Añez * / Especial para El Espectador

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Carlos(43293)13 de noviembre de 2023 - 01:10 p. m.
Que buena entrevista! Nada es absoluto, ni muy bueno ni muy malo, más aún en esos personajes famosos que tiendo a idealizar.
Melibea(45338)13 de noviembre de 2023 - 12:27 a. m.
Muy buena entrevista con la escritora Annie Cohen sobre Picasso ,pues conocimos otra faceta de vida.
MHGLOPEZ(85314)13 de noviembre de 2023 - 12:24 a. m.
Me despertó gran curiosidad....
ELIZABETH(23598)12 de noviembre de 2023 - 03:29 p. m.
Hermosa descripción del Paris de Picasso, Excelente libro. Una invitación a recorrer los lugares que permanecen ocultos de esta ciudad, y que refleja las sombras de los artistas que buscaron en ella consagrar su obra.
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