Humboldt: entre la exploración científica y la contemplación del paisaje
La obra de Camilo Echavarría hace parte de la exposición “La naturaleza de las cosas. Humboldt: idas y venidas”, evento central de la conmemoración del nacimiento del científico alemán. La obra, inaugurada el pasado 9 de mayo, combina dos estrategias que hacen de cada pieza una oportunidad para la contemplación y la visualización de los componentes de esa naturaleza convertida en paisaje.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Hay pensamientos que no se cruzan, hay conexiones que no se generan y hay cuestionamientos que no se hacen. Las ocurrencias y cavilaciones reveladoras llegan por medio de la suma de experiencias. Siendo conscientes y estando atentos, se podrían comenzar a ver las distintas manifestaciones de la vida con un filtro distinto: las gafas de la experiencia o la sensibilidad que despierta el arte. Justamente este efecto fue el que logró Camilo Echavarría con su aporte al diálogo dos en la exposición “La naturaleza de las cosas: Humboldt, idas y venidas”.
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Hay pensamientos que no se cruzan, hay conexiones que no se generan y hay cuestionamientos que no se hacen. Las ocurrencias y cavilaciones reveladoras llegan por medio de la suma de experiencias. Siendo conscientes y estando atentos, se podrían comenzar a ver las distintas manifestaciones de la vida con un filtro distinto: las gafas de la experiencia o la sensibilidad que despierta el arte. Justamente este efecto fue el que logró Camilo Echavarría con su aporte al diálogo dos en la exposición “La naturaleza de las cosas: Humboldt, idas y venidas”.
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Entré al Museo Nacional de la Universidad Nacional, comencé a caminar y me dije: "Voy a dejar que decidan mis ojos. Qué elija el impulso". Un amigo pintor me enseñó que, para apreciar mejor cada pieza, podía cerrar mi mano como un lente y ponerla en frente de mi ojo. Lo hice hasta lograr un círculo mínimo con el que me aseguré de tener el máximo detalle de lo que iba recorriendo con la mirada. Ahí estaban: había montañas. Ahí me detuve, ahí sentí el halón, ahí me quedé estática. La primera obra se llamaba “Chimborazo. Después de Humboldt”. Nada en esa imagen sobraba, nada estorbaba. Nada era más importante. Ya tenía claro que no me serviría ver esas obras desde las emociones que me llevaban a las lágrimas cada vez que en una carretera me estrellaba con los pliegues, la imponencia y el misterio de esos picos, así que decidí ponerle freno y atender a la técnica. Esa fue mi mayor revelación: no iba a conectarme si solo pensaba en el método, ya que esta obra estaba hecha a partir de sensaciones similares que otro ser humano había experimentado con la maravilla de la naturaleza.
Esta exposición es el evento central de la conmemoración en Colombia de los 250 años de nacimiento del científico alemán Alexander von Humboldt. Dividida en diálogos, esta muestra plantea un diálogo entre las obras de más de 25 artistas que dan cuenta de la huella humboldtiana en sus apuestas artísticas.
El diálogo entre el arte y la ciencia fue la base del legado que ahora los artistas contemporáneos toman del científico. Según Camilo Echavarría, “Humboldt entendió que la estética era un vehículo para transmitir el contenido y valoraba mucho la capacidad de un cuadro (diagrama, dibujo, grabado, pintura) para representar simultáneamente diferentes aspectos de la naturaleza, asociándolos visualmente para que el observador pudiera entender la interrelación de los componentes naturales, lo cual fue su gran tesis”.
La maravilla que representa Echavarría en su obra da cuenta de esas distintas posibilidades de la naturaleza y la relación de ellas con el hombre como observador, habitante o agente. Los detalles que pude ver con el puño hablan del recorrido que hay que transitar para percibir cada partícula que lo compone. Esas imágenes, sobre todo las que representaban las montañas, me conducían a las partes altas, pero me devolvían a cuestionarme por el recorrido. Me llevaban a preguntarme por la historia de esos cerros, por los momentos históricos que atestiguaron y por los seres que los escalaron. “Qué fácil se ve”, pensé, pero quién realmente ha intentado subir esas cuestas y caminar a paso firme por esas grietas.
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Los viajes de Humboldt, en los que por sus miles de inquietudes lo llevaron a convertirse en un experto en distintas disciplinas que lo reconocen como una figura tradicionalmente histórica, enmarcada en la ciencia y ausente del arte, se ven en la obra de Echavarría a partir de las fotografías que tienen en cuenta la representación de la naturaleza idealizada y contemplativa, pero también en las que son útiles para visualizar sus componentes físicos. Echavarría, además de representar la presencia inquietante de la vida en cada imagen, refleja la parte externa y superficial de la naturaleza que se convierte en paisaje solo a partir de los ojos y las manos de los humanos que la recrean. Solo así y a partir de las experiencias, la imagen puede ser fiel a la realidad con los componentes propios de la subjetividad.
La naturaleza viva que exploró Humboldt, es la que Echavarría recrea y que resulta “absolutamente convincente”.