Al escribir “economía naranja” en Google, lo primero que arroja el buscador es “qué es”: economía naranja qué es. Resulta que las personas que comenzaron a hablar del término y se han dedicado a explicarlo y promoverlo han dicho que es muy fácil de entender y de ejecutar. Que además de fácil es positivo: “Una oportunidad infinita”, como titularon el presidente Iván Duque y Felipe Buitrago, viceministro de la Creatividad y la Economía Naranja, el libro que escribieron juntos.
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La realidad es otra: a muchos les parece que se trata de un concepto abstracto que ni siquiera entienden quienes lo explican. Para otros es un modelo económico que solo beneficia a las industrias capaces de moverse al ritmo del mercado, y para el Gobierno, un modelo de desarrollo beneficioso, pero que se ha satanizado por creer que se trata de una bandera política del presidente Duque.
A pesar del sinnúmero de nebulosas que hay respecto al término, en las redes no cesan las discusiones para felicitar o atacar al Gobierno por las iniciativas o avances que anuncia respecto a la economía naranja. La última se debió a la expulsión de Uber del país. En redes y columnas de opinión se preguntaban cómo era posible que, en el Gobierno de la economía naranja, una empresa como Uber no pudiese obtener las garantías y regulaciones necesarias para operar. El alto debe hacerse en este punto, ya que, según el Gobierno, en especial el Viceministerio de la Creatividad y la Economía Naranja, este lío no tiene nada que ver con ellos.
En un diálogo con El Espectador, el viceministro Felipe Buitrago dijo que desde que se posesionó en el cargo ha emprendido una nueva estrategia de comunicaciones que sea más asertiva con los colombianos, ya que él y su equipo son conscientes de que la responsabilidad de que el término no se entienda es de ellos. Uber es un claro ejemplo de esta fractura comunicacional.
Como lo explicó Buitrago, ni Uber ni Rappi, como muchos lo pensaron, son empresas naranjas. En palabras del viceministro: “No todo lo digital tiene que ver con cultura. El software está protegido por el derecho de autor porque se considera literatura: lo que se protege ahí es el código, la escritura, pero no la idea. Lo que define a la economía naranja es que lo dominante sea la cultura”.
Además de la discusión en redes sociales sobre la salida de Uber y su, según el Gobierno, errada relación con la economía naranja, también se ha discutido sobre un gran porcentaje de cifras que el Gobierno ha expuesto, pero que no ha sustentado con claridad. Por ejemplo, el 25 de abril de 2019, el presidente Duque publicó este trino: “Colombia ya ha visto lo que representa el motor de la #EconomíaNarania. Según @Confecámaras, en el primer trimestre del año se crearon más de 90.000 empresas, de las cuales cerca de la mitad pertenece a sectores creativos. Allí tenemos el presente y futuro del país. #ColombiaNoPara”. Por su parte, el 5 de enero del presente año, el usuario @jufemun publicó un hilo que tituló “La economía naranja para dummies”, en el que habló de esa cifra y analizó una serie de publicaciones más que terminaron por concluir que de las 90.000 empresas naranjas que se anunciaron solo quedaron treinta. Además, que la creación de cada una de estas empresas costaba US$7 millones y que, por ende, las cifras del Gobierno respecto al tema no tenían sentido. Esto no solo ha pasado con este hilo, sino con un sinfín de noticias, entrevistas y publicaciones en redes que han necesitado un sustento o mayor claridad para entender las cifras o, si es el caso, avances del modelo de desarrollo.
Respecto a este asunto, Buitrago le dijo a este diario que una cifra sin contexto no significaba nada, y que además, desde que se comenzó a hablar del tema, la economía naranja ha sido víctima de numerosas fake news. “No sé si es un asunto de desinformación ingenua o de ‘mala leche’, pero no es responsable tomar cifras que no son comparables y presentarlas como si lo fueran. Lo que uno debe hacer es tratar cada paquete de cifras dentro de su contexto. Respecto al hilo que se mencionó: Hay un esfuerzo de Confecámaras —que, por cierto, no se había hecho antes— por encontrar la dinámica de las industrias creativas. Lo que han hecho es buscar dentro de sus afiliados los registros que se están dando en economía naranja. Quiere decir que el año pasado se crearon 309.000 empresas y el 3 % de ese grupo son de economía naranja; es decir unas 9.000. Esto quiere decir que estas nuevas se suman al stock que ya existe: las 43.000, con las que comienza el 2018, hay que sumarlas a las 90.000, y tener en cuenta las que dejaron de existir”.
No hablemos de treinta empresas, sino de las ochenta que, en teoría, sobrevivieron al 2019. Este número respecto a la proyección sigue siendo una cifra pequeña…
Hubo un programa específico que además sufrió de una enorme incertidumbre con la decisión de la Corte Constitucional respecto a la Ley de financiamiento. Nosotros, con gran esfuerzo, trabajamos por un estímulo para el sector creativo en esa ley: sacamos un decreto, hicimos la primera convocatoria y a la semana la Corte dijo: “La ley queda inexequible a partir del 1° de enero”. No obstante, más de 1.500 empresas iniciaron el proceso, 320 lo terminaron y cuando les dijimos que la Corte había cambiado las reglas, solo 180 dijeron que continuaban. Al final ochenta culminaron con el proceso.
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La incomodidad constante se resume en la pregunta frecuente: ¿entiende este Gobierno que hay sectores de la cultura que no son ni quieren ser rentables? Con este interrogante los artistas les reclaman al viceministro y al presidente. Argumentan que el arte, sobre todo el que no se produce en masa ni es consumido en grandes cantidades, no puede, pero, sobre todo, no quiere adherirse a la dinámica de un mercado que exige, en sus palabras, más producción y menos calidad, más contenidos light y menos profundidad, más estrategia y menos alma. Este diario se la hizo al viceministro y esto fue lo que respondió: “Hay una confusión: los únicos que hablan de rentabilidad son los críticos. Nosotros nunca lo hemos dicho. Lo que sí repetimos siempre es la palabra ‘sostenibilidad’. La sociedad invierte en actividades que no son rentables comercialmente, pero que sí lo son en lo social y en lo cultural. ‘Rentabilidad, comercialización y mercantilismo’ son palabras que han usado los críticos”.
¿Y este Viceministerio es consciente de que esos sectores del arte, aunque no sean rentables ni puedan competir en el mercado, son necesarios y deben ser protegidos y promovidos?
No solamente lo entendemos: en donde más hemos ampliado nuestra oferta de recursos ha sido en las actividades que no son económicamente rentables, pero que son fundamentales para la sociedad y la cultura. Mi invitación para este sector es a que me den el beneficio de la duda. A que lean lo que nosotros decimos, no lo que dicen de nosotros.