Jairo Ojeda: armonía del canto de la tierra
Pionero de la canción infantil en Colombia y Latinoamérica, el músico participará en el Hay Festival Jericó 2020.
Andrés Felipe Castañeda
Jairo Ojeda nació en Mercaderes, Cauca, al suroeste de Colombia, en una región casi olvidada, mermada por el conflicto y el asedio de la violencia. Allí, entre sembradíos de maíz, creció escuchando boleros y rancheras y, gracias a su mamá, leyendo: las palabras, esas que escuchaba en las canciones, se volvieron magia al verlas plasmadas sobre el papel.
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Jairo Ojeda nació en Mercaderes, Cauca, al suroeste de Colombia, en una región casi olvidada, mermada por el conflicto y el asedio de la violencia. Allí, entre sembradíos de maíz, creció escuchando boleros y rancheras y, gracias a su mamá, leyendo: las palabras, esas que escuchaba en las canciones, se volvieron magia al verlas plasmadas sobre el papel.
Su entorno estaba lleno de música, de sonoridad. Allí, en Mercaderes, se cantaba entre las siembras y se cantaba en los patios de las casas, con los abuelos, y se cantaba en las cantinas, junto a las radiolas. Siendo niño descubrió que las palabras tienen sonoridad, ritmo y se convenció entonces de las historias fantásticas que le contaba su mamá. Buscando esa magia, y con la convicción absoluta de buscar a las princesas rubias de esas historias, un día se trepó a un camión de los que recogía maíz y lo llevaba a Medellín. Tenía nueve años.
“Yo creía y disfrutaba ese "revoltijo de historias", además no dudaba que las princesas existían en otras tierras, las de mis cuentos eran todas rubias y en mi pueblo no existían porque todas eran pelinegras”, cuenta. Lejos de casa, descubrió que la magia estaba en aquello que su mamá le había enseñado sin proponérselo: en la palabra. Jairo, que sabía leer, escribir, sumar y restar, fue acogido por los fruteros que lo encargaron de las cuentas. Meses después, recuerda, un campesino se lo llevó al Eje Cafetero a cosechar café, pero allí su vocación se impuso y, ante la ausencia de la maestra de la vereda, que había huido por la violencia, Jairo terminó por ser el profesor de los niños de los cafetales. Cuando su mamá lo encontró, teniendo 11 años, era el maestro incluso de niños más grandes que él. Fue entonces que ella, su mamá, la primera hacedora de su magia, le consiguió una beca en Tunia, Cauca, para hacer el bachillerato con enfoque en labores agrícolas. Allí, las historias fantásticas que un día lo sacaron de su casa y lo llevaron a trabajar la tierra se le volvieron canción. “Las canciones nacieron en mí, desde las cadencias rítmicas que envolvían las palabras que narraban esas historias, los cambios de escenarios, las acciones de los personajes, y todo tenías que imaginártelo, necesariamente te sugerían movimientos inesperados como si fuera una danza; con esto quiero decir, que la antesala del cantar o de las canciones son esas imágenes y sus movimientos, la decisión de hacer canciones y cantarlas aparece como si fuera otro momento, pero, considero que sin antecedentes rítmico-sonoros no nos llega la música”, afirma. Descubrió entonces que cantarles a los niños era tender un puente para ser su amigo. “Mi decisión de cantarle a los niños incluye también el convencimiento de lo beneficioso del cantar como estrategia para enriquecer el imaginario de los niños y entrar en "confianza" para hacer amistad”.
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Han sido décadas cantando y Jairo sabe que, aunque el mundo ha cambiado desde entonces, a los niños los sigue emocionando descubrir el mundo con canciones. “Después de varias décadas muchas cosas, aparentemente, han cambiado. En la condición humana los cambios no son tan acelerados y esto es mucho más evidente en la infancia y la niñez y el punto de referencia es que no se pueden atropellar los procesos de desarrollo cognitivo-biológico por la dinámica histórica de la cultura y la tecnología. Mis temas generalmente tratan de llamar la atención a descubrir en el entorno natural de las maravillosas relaciones de la vida, ¿será que eso pasará de moda? ¿Será que no caemos en la cuenta de que ese olvido o descuido nos está saliendo muy peligroso?”
Sabe, sin embargo, que hoy en día los niños están expuestos a otras dinámicas, que el sistema impone sonidos y que ellos están sobre-expuestos a estos. “En el ser humano todo es aprendido, y si los niños sólo escuchan determinadas tendencias es muy posible que generen sensibilidad a esas tendencias. La pregunta es: ¿esos procesos o tendencias, muy de la moda, llevarían a nuestros niños a un verdadero desarrollo que los lleven a armonizar consigo mismo, con los demás y con el planeta?”, comenta Jairo, que cree que para lograr esa armonía, se necesita ser sensibles a lo que pasa alrededor. Por eso, con su canciones además de contar historias de la tierra, de granitos de maíz y gallinitas cegatonas y también se ha atrevido a contar la crueldad de lo que pasa con la guerra. “Naturalmente, los niños se enteran de todo lo que ocurre a su alrededor, es una vana y perversa ilusión de los padres y de educadores creer lo contrario, algo parecido al cuento del regalo del niño-dios. Si un niño pregunta el reto es cómo decirle verdades tan tristes dolorosas y vergonzosas acerca de nuestro país. Ahora abordar estos temas desde la canción infantil exige un profundo respeto a su personalidad y sensibilidad, en mi canción "El juego de la guerra" creo que lo logro. No genero odios pero no eludo esa realidad tan desafortunadamente nuestra.”
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Es inevitable al leerlo, al escucharlo, preguntarle si acaso es aún esa necesidad de descubrir un mundo mágico, y de lograr que los niños lo descubran también, lo que lo impulsa a seguir escribiendo canciones, y si acaso ese impulso de montarse en un camión hacia lo desconocido sigue latente en él. “Bueno, el caso es que sigo subiéndome a los "Camiones del deseo y la imaginación", pero ahora llevo un saquito, y algo de dinero pues me di cuenta que las princesas, pelinegras o rubias, son tragonas y les fascinan los helados.”, responde.
Ojeda ofrecerá el recital interactivo Atrapando mariposas, el 24 enero en el marco del Hay Festival 2020, en un evento que permite generar un espacio para acercarnos vivencialmente al cantar y hacer canciones. Además, visitará la Vereda la Viña, donde compartirá parte de sus rondas infantiles Los Cantos de la noche oscura (Panamericana Editorial).