Joaquín Florido, la ficha que no encaja
Con la dirección y dramaturgia de María Adelaida Palacio llega la nueva creación de Regia Colectivo: “La triste vida de Joaquín Florido”, una oda a los actos pequeños y a las luchas cotidianas.
Argenis Leal
Florido me recuerda una caricatura de Quino, un personaje triste, aparentemente frágil y desvalido en constante lucha contra un sistema del que no puede huir. Delgado, neurótico, descalzo y con su pijama a rayas transita la escena y los fragmentos de su historia. La obra es una historia común, cotidiana, atiborrada de trabajo, cuentas por pagar, tráfico, hijos, familia, la cena de los viernes y las filas en los bancos. Florido era un tipo normal, socialmente correcto, pero ese día algo cambió (¿o detonó?): no hay agua y el servicio al cliente del acueducto nuevamente lo ha ilusionado con promesas y soluciones que no llegan. Desde ahí, desde ese momento, su historia se transforma, se bifurca, para convertirse en la historia de todos, de los comunes, de los corrientes, de los de a pie, de quienes transitan diariamente por las calles de esta ciudad.
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La historia de esta obra, que llega en temporada de estreno al teatro nacional La Castellana, con la cual abrirá su programación presencial, aunque también estará disponible de manera virtual, surge a partir de un hecho real: “Un hombre toma su toalla y se va a bañar a la empresa que le cortó el agua”, registran los medios de comunicación de la ciudad de La Plata, Argentina (su video se volvió viral). Pero lo que para muchos fue un hecho curioso y divertido, para la dramaturga y directora María Adelaida Palacio fue el punto de inspiración de este relato, el cual ha venido trabajando desde 2018, primero como parte de la Huerta de dramaturgia: Punto Cadeneta Punto, de Umbral Teatro, y posteriormente a través de lecturas dramáticas. Ahora llega a escena gracias a la beca de creación teatral del Ministerio de Cultura y la beca de creación en arte dramático del Idartes.
La triste vida de Joaquín Florido parte de esa excusa: la falta de agua en casa que precipita una serie de eventos desafortunados. Joaquín, el profesor universitario, interpretado magistralmente por el actor Felipe Botero, se enfrenta a situaciones que no puede controlar y que lo impulsan a querer vivir en anarquía. Hasta el actor no deseaba, inicialmente, dar vida al personaje, pues, según dice: “Estuve muy cerca del proceso de escritura, fui testigo directo de cómo se fue construyendo la historia. Me creé un imaginario particular de él, quería ver a un actor mucho mayor pasando por cada situación, sacando lo mejor de su interpretación. No me imaginaba en este rol”, pero cuando la directora lo llamó, no dudó en aceptar.
Efectivamente, entre varios referentes, las caricaturas de Quino fueron una gran fuente de inspiración. “El papá de Mafalda era uno de mis referentes, también el libro A mí no me grite, que tiene una portada fantástica, un hombre superado por una sombra, seguramente es un hombre enfrentándose a su jefe”, comenta. Pero, sobre todo, lo inspiraron las historias de los hombres comunes, como él, en su oficio de actor inmerso en una sociedad que en ocasiones nos sobrepasa.
“Creo que es una obra que pertenece a la nueva dramaturgia nacional. Habla de temas que llevan mucho tiempo ocultos; el conflicto ha consumido nuestra narración y lo seguirá haciendo, y es necesario, pero también es importante abordar las historias de personajes comunes, anodinos. La literatura ya está haciendo su tarea con autores como Ricardo Silva y el teatro está empezando a hacerlo. Esta historia es algo dolorosa, incómoda, un reflejo ácido y tragicómico, pero muy cercano al sentir de todos”, concluye.
Botero, en escena, está acompañado por un elenco conformado por el músico Vladimir Giraldo y los actores César Álvarez, Mónica Giraldo, Laura Nepta, Julián Peña y Juliana Herrera, quienes plantean una serie de fantasías y conjeturas acerca de la vida de Florido, recordándonos los antiguos coros griegos. Otro elemento de gran importancia es el ensamble musical en vivo, bajo la dirección de Giraldo, que, como otro personaje, va dando matices y puntos de vista sobre la historia.
Definitivamente, Florido es un hombre fiel a sus principios y los lleva hasta las últimas consecuencias, pues es la ficha que no cuadra. “Debemos ser parte del sistema, acoplarnos, pero en muchas ocasiones no sabemos cómo hacerlo. Esta obra es una radiografía de cómo un hombre se disuelve por no pertenecer, pues el sistema lo oprime, lo agobia. Florido es un hombre que ante los ojos de los demás puede ser un pendejo, pero finalmente tiene la razón en querer manifestarse y quejarse, pero ya normalizamos que aquel que confronta debe ser excluido. ¿Florido realmente está loco? Para mí es muy consecuente”, afirma la directora.
Florido me recuerda una caricatura de Quino, un personaje triste, aparentemente frágil y desvalido en constante lucha contra un sistema del que no puede huir. Delgado, neurótico, descalzo y con su pijama a rayas transita la escena y los fragmentos de su historia. La obra es una historia común, cotidiana, atiborrada de trabajo, cuentas por pagar, tráfico, hijos, familia, la cena de los viernes y las filas en los bancos. Florido era un tipo normal, socialmente correcto, pero ese día algo cambió (¿o detonó?): no hay agua y el servicio al cliente del acueducto nuevamente lo ha ilusionado con promesas y soluciones que no llegan. Desde ahí, desde ese momento, su historia se transforma, se bifurca, para convertirse en la historia de todos, de los comunes, de los corrientes, de los de a pie, de quienes transitan diariamente por las calles de esta ciudad.
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La historia de esta obra, que llega en temporada de estreno al teatro nacional La Castellana, con la cual abrirá su programación presencial, aunque también estará disponible de manera virtual, surge a partir de un hecho real: “Un hombre toma su toalla y se va a bañar a la empresa que le cortó el agua”, registran los medios de comunicación de la ciudad de La Plata, Argentina (su video se volvió viral). Pero lo que para muchos fue un hecho curioso y divertido, para la dramaturga y directora María Adelaida Palacio fue el punto de inspiración de este relato, el cual ha venido trabajando desde 2018, primero como parte de la Huerta de dramaturgia: Punto Cadeneta Punto, de Umbral Teatro, y posteriormente a través de lecturas dramáticas. Ahora llega a escena gracias a la beca de creación teatral del Ministerio de Cultura y la beca de creación en arte dramático del Idartes.
La triste vida de Joaquín Florido parte de esa excusa: la falta de agua en casa que precipita una serie de eventos desafortunados. Joaquín, el profesor universitario, interpretado magistralmente por el actor Felipe Botero, se enfrenta a situaciones que no puede controlar y que lo impulsan a querer vivir en anarquía. Hasta el actor no deseaba, inicialmente, dar vida al personaje, pues, según dice: “Estuve muy cerca del proceso de escritura, fui testigo directo de cómo se fue construyendo la historia. Me creé un imaginario particular de él, quería ver a un actor mucho mayor pasando por cada situación, sacando lo mejor de su interpretación. No me imaginaba en este rol”, pero cuando la directora lo llamó, no dudó en aceptar.
Efectivamente, entre varios referentes, las caricaturas de Quino fueron una gran fuente de inspiración. “El papá de Mafalda era uno de mis referentes, también el libro A mí no me grite, que tiene una portada fantástica, un hombre superado por una sombra, seguramente es un hombre enfrentándose a su jefe”, comenta. Pero, sobre todo, lo inspiraron las historias de los hombres comunes, como él, en su oficio de actor inmerso en una sociedad que en ocasiones nos sobrepasa.
“Creo que es una obra que pertenece a la nueva dramaturgia nacional. Habla de temas que llevan mucho tiempo ocultos; el conflicto ha consumido nuestra narración y lo seguirá haciendo, y es necesario, pero también es importante abordar las historias de personajes comunes, anodinos. La literatura ya está haciendo su tarea con autores como Ricardo Silva y el teatro está empezando a hacerlo. Esta historia es algo dolorosa, incómoda, un reflejo ácido y tragicómico, pero muy cercano al sentir de todos”, concluye.
Botero, en escena, está acompañado por un elenco conformado por el músico Vladimir Giraldo y los actores César Álvarez, Mónica Giraldo, Laura Nepta, Julián Peña y Juliana Herrera, quienes plantean una serie de fantasías y conjeturas acerca de la vida de Florido, recordándonos los antiguos coros griegos. Otro elemento de gran importancia es el ensamble musical en vivo, bajo la dirección de Giraldo, que, como otro personaje, va dando matices y puntos de vista sobre la historia.
Definitivamente, Florido es un hombre fiel a sus principios y los lleva hasta las últimas consecuencias, pues es la ficha que no cuadra. “Debemos ser parte del sistema, acoplarnos, pero en muchas ocasiones no sabemos cómo hacerlo. Esta obra es una radiografía de cómo un hombre se disuelve por no pertenecer, pues el sistema lo oprime, lo agobia. Florido es un hombre que ante los ojos de los demás puede ser un pendejo, pero finalmente tiene la razón en querer manifestarse y quejarse, pero ya normalizamos que aquel que confronta debe ser excluido. ¿Florido realmente está loco? Para mí es muy consecuente”, afirma la directora.