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El Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana (PBNC) dio a conocer los finalistas que se eligieron de una lista de once nominados. El ganador de esta edición se conocerá el martes 28 de enero a las 6:30 p.m. durante el desarrollo del Hay Festival, en Cartagena.
El jurado está conformado por Javier Cercas, Ricardo Silva, Jerónimo Pizarro, Juan Camilo Suárez y Ana María Aragón. Según Héctor Abad Faciolince, este premio es un triple empate por la calidad de las obras y de los escritores. Para los jurados de esta edición fue fácil elegir a los finalistas, algo que no se repetirá al momento de elegir el ganador.
Que los tres sean escritores consagrados es para Abad Faciolince una confirmación de que cuando alguien se dedica intensamente al trabajo literario, las repercusiones en la calidad son notables. En cuanto a las temáticas de los textos, considera que son variadas al incluir una novela de corte rural sobre la colonización de lo que se llamó la Gran Antioquia en el sur del centro del país, como se lee en la obra de William Ospina, una novela estrictamente urbana como la de Piedad Bonnett, y los cuentos realistas con estructura y finales muy novedosos de la mano de Juan Gabriel Vásquez.
Sobre el cuento, género de su libro "Canciones para el incendio", Juan Gabriel Vásquez dice que forma parte del ADN latinoamericano. “La tradición anglosajona y la nuestra son las dos únicas en este siglo XXI en las que el cuento –el cuento moderno, el que viene de Chéjov o de Kafka– es realmente importante. Tal como yo lo entiendo y trato de practicarlo, el cuento tiene una capacidad maravillosa de capturar esas revelaciones que nos trastocan la vida, pero que son efímeras y corren el riesgo de perderse. En ese sentido, se parece más a la poesía que a la novela”, opina. Las “obsesiones”, como dice este autor, que atraviesan los cuentos del libro son las mismas de sus novelas: “La violencia que nos marca como país, el peso del pasado, la intromisión del azar en nuestras vidas… Pero sobre todo la violencia, sí: todos los cuentos tratan de capturar un momento en que un hecho de violencia, público como una guerra o privado como una violación o un accidente, sacude la vida de una persona”.
En "Guayacanal" -el nombre de la finca de su familia, William Ospina cuenta la historia de sus bisabuelos, de sus abuelos y de Padua y sus contornos, el lugar en el que nació y donde pasó una infancia feliz y embrujadora que, comprueba él, nunca lo ha abandonado. El autor conduce al lector, con la arbitrariedad con la que ocurren la vida y la memoria, del presente al pasado y del pasado al presente una y otra vez. Los parajes de su niñez que en la actualidad recorre, se van a un pasado múltiple: la Conquista, la Colonia y, sobre todo, a la primera mitad del siglo XX, cuando sus antepasados se asentaron en la zona y fueron testigos y protagonistas del nacimiento de un mundo maravilloso y complejo, que supo mantenerse al margen de una violencia que, por desgracia, al final llegó. Llena de alegría, de música, de naturaleza, de personajes de una humanidad inverosímil, de fiestas, relatos, poesía, magia y francachelas, por un lado, así como de mezquindades gratuitas, de hombres aviesos, de terribles crímenes, esta extraordinaria novela logra, en cierto modo, desentrañar un país entero, y, además, revive una Colombia extinta, una época, una región y unos personajes desaparecidos físicamente, pero que podrán estar vivos siempre gracias a estas páginas.
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En el caso de "Donde nadie me espere", de Piedad Bonnett, lo que propone la escritora es una reflexión sobre “lo fácilmente que se puede cruzar una línea, no de la cordura, sino de la estabilidad emocional. Y cómo al perderla se puede empezar a caer y en algunos casos llegar a lo infrahumano. Por supuesto, también quiero llamar la atención sobre todos esos muchachos que escarban en la basura, sobre cuyo pasado no nos preguntamos y de los que nos apartamos con miedo e indiferencia”.
Sobre el PBNC, que reconoce a la mejor obra publicada cada año por escritores colombianos o extranjeros radicados en el país, el jurado Juan Camilo Suárez cree que es un espacio de reconocimiento no solamente para los autores, sino también para los editores y todas las personas alrededor de los libros como obras de arte. “Ofrece a lectores, autores y docentes una lista de obras destacadas del año. Es una especie de balance. Nosotros como jurados llegamos solo a una instancia, pero el premio tiene unos lectores previos que reciben más de cien obras”.
El escritor ganador del premio recibirá un diploma, una escultura del artista colombiano Hugo Zapata y la suma de 40 millones de pesos colombianos. Los otros dos escritores finalistas recibirán cada uno un diploma y la suma de cinco millones de pesos colombianos.