Kata Garcés: la intuición en el arte
Hasta el 28 de septiembre se expone en Open House, Bogotá, la serie fotográfica “Ofrenda”, una propuesta sobre la relación del erotismo y la naturaleza, de la artista Kata Garcés.
María Paula Lizarazo
Luego de subir cuatro pisos en un edificio de Chapinero, en Bogotá, y pasar el umbral de la puerta, se escucha al fondo un disco de La Muchacha. Son las doce del día de un miércoles y la artista Kata Garcés tiene uno de sus telones abierto en todo su esplendor en la mitad de su estudio. Por un ventanal que va desde el piso hasta el techo del apartamento da el sol directo a la mesa en la que Garcés interviene sus fotografías, justo a un par de metros del telón.
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Luego de subir cuatro pisos en un edificio de Chapinero, en Bogotá, y pasar el umbral de la puerta, se escucha al fondo un disco de La Muchacha. Son las doce del día de un miércoles y la artista Kata Garcés tiene uno de sus telones abierto en todo su esplendor en la mitad de su estudio. Por un ventanal que va desde el piso hasta el techo del apartamento da el sol directo a la mesa en la que Garcés interviene sus fotografías, justo a un par de metros del telón.
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—Yo no estudié arte nunca. Hice cine. Hice video-arte. Siento que lo mío ha sido del alma. Mi papá es pintor y no sé si eso está ahí o no. Pero yo no tengo una academia.
En su estudio quedaba la sala de la casa. Hace tres años movía los muebles para trabajar. Pero con el tiempo reacomodó el espacio en el que, para la serie Ofrenda, recibió a siete personas:
—Vinieron acá a hacer sesiones de desnudos tan íntimas… Los desnudos son una cosa muy fuerte, se desnudan muchas cosas y salen muchas cosas.
Un maquillaje negro rodea finamente sus ojos oscuros, que contrastan con su cabello californiano y corto. Lleva un saco negro, chaqueta de jean, pantalón de jean y tenis. En el estudio hay velas, matas, flores, acrílicos, acetatos y pinceles. Aunque para Ofrenda intervino algunas de las fotografías con texturas como la de la miel y varias semillas, en otras series ha pintado con ramas y jabón, siempre buscando el azar y registrando en imágenes los procesos.
Ya ha expuesto en Casa Cano, Street Lynx y Trama Casa Creativa.
Vive con sus dos hijas, de seis y ocho años, y Fuego, su gato. Durante el comienzo de la pandemia estuvieron en una casa campestre y crearon un diario de cuarentena para el que sus hijas posaron con animales o plantas, intentando dar cuenta de su día a día y hasta de sus pesadillas más abstractas.
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La maternidad ha estado vinculada a los procesos creativos de la artista. Un tiempo antes de Ofrenda, Garcés trabajó en Simbiosis, una serie que resultó cuando acompañó algunas brigadas de la Patrulla Civil Colombiana. En esas fotografías hay niños sobre el suelo con hojas muy verdes, raíces y flores que rodean sus rostros: el detrás de cámaras eran quince niños alrededor de cada protagonista acomodando el espacio y apoyando el enfoque del lente. La serie exploraba el vínculo entre el humano y la naturaleza, su pertenencia a esta y la pertenencia de esta al humano: la simbiosis de los ciclos de la vida.
—Después de esta serie de los niños, yo tuve como una terapia muy fuerte. Hice un trabajo conmigo misma, con mi niña interior. Entonces tomé la decisión de hacer algo más adulto y pensé que los desnudos me iban a retar, ahí me fui por Ofrenda. Yo pinto esos telones —señala—, tengo varios. Hacer fotos me gusta, pero me gusta más el trabajo plástico. En esta utilicé todos los telones.
Antes de marzo del año pasado, Garcés ya había terminado las sesiones fotográficas con los artistas que contactó para los desnudos de Ofrenda. Durante varios meses la obra quedó en reposo. Este año, cuando pudo imprimir las fotografías, regresó a su estudio para experimentar cómo sería la intervención con los acrílicos. “Uno pone un acetato y mira si funciona, así no dañas la foto que está debajo”, pero no continuó con esa técnica: finalmente “no pude hacerlo así, mi trabajo es más emocional. A mí la improvisación me gusta mucho, más que lo planificado. Entonces empecé, pero al final ya decía ‘no me importa que se dañe la foto, que salga lo que salga’. Y empecé a entrar como en unos trances con esa creación”.
Luego de intervenir plásticamente las fotografías, las edita.
—No me gusta tanto lo digital, pero sí uso la posproducción. Si tengo una flor como esta y le puedo dar luz, lo hago.
La gran influencia de Garcés es el cine. Antes de trabajar fotografía, estudió en Barcelona cine digital y antes de Barcelona estuvo estudiando cine en Cuba. Al regresar a Colombia ejerció. Editaba casi que en un garaje. “No, esto no es lo mío”. Y terminó inscribiéndose en un curso de fotografía creativa con Karim Estefan. Empezó con autorretratos.
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—Hay gente que me dice “tus fotos son muy cinematográficas” y bueno, puede tener sentido que todo eso que hice antes ahí está, todo es parte de la formación.
Guarda silencio por un momento. Da vueltas alrededor de ideas de lo colectivo y lo colaborativo, de que una obra es mucho más que la creación de una sola persona y alcanza más destinos que la sala de exhibición. Le interesa expresar y expulsar todo aquello que, en palabras suyas, tiene en su corazón. Sigue su intuición para crear y está convencida de que solo así podrá aportarle a algo o a alguien.
De las siete personas que se desnudaron para Ofrenda, dos artistas mujeres crearon un performance que hizo parte de la inauguración de la muestra, en Open House, en el centro de Bogotá. Para una de las primeras sesiones de desnudos fueron juntos una de ellas y un artista, quienes se acompañaron al inicio de su carrera y dejaron de verse por mucho tiempo. Cuando se presentó la posibilidad de desnudarse para Ofrenda, la artista lo llamó y le contó: “‘¿Vamos o qué?’. Yo sentí que literalmente hicieron el amor delante de mí. Una cosa muy del alma. Terminamos la sesión y yo estaba llorando y ellos temblaban”, recuerda Garcés.
En la inauguración las dos artistas emularon una danza en la que ofrecían su cuerpo a la naturaleza desde el erotismo y terminaban fundiéndose, o danzando, con las fotografías exhibidas para las que ya habían posado.
—A veces hay cosas que salen sin uno tenerlas en la cabeza tan conceptualizadas. Yo quería que ellas y ellos se entregaran de una manera muy placentera porque estaban entregando la vida, su cuerpo. Los mayas entregaban el corazón como ofrenda al Sol, con la convicción de que estaban haciendo algo por los otros. Yo quería que fuera desde el placer y no como un sufrimiento. Eso erótico salió de ellas, de su performance.
¿Y ha hecho desnudos?
-Sí, autorretratos.
Pero no ante nadie más…
-No, mira, si hasta traigo doble camisa.