De Cleopatra mucho se ha dicho. Que era una seductora, que no fue tan bella como se cree, y muchas más que han sido repetidas una y otra vez en la literatura y el mundo audiovisual. Sin embargo, la vida y caída de la última gobernante de la dinastía ptolemaica del Antiguo Egipto continúa siendo un misterio, pues quienes han relatado su historia fueron sus propios enemigos, los romanos.
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Al enterarse de que ella y sus hijos serían llevados a Roma, como si fueran un trofeo, la que fue considerada como la mujer más poderosa del mundo en ese momento, decidió quitarse la vida a los 39 años. Las teorías frente a su muerte son muchas: hay quienes sostienen que utilizó una serpiente venenosa para hacer que esta la mordiera, otros que se envenenó con una aguja y algunos apuntan a un ungüento. Pero si las circunstancias de la muerte de Cleopatra son un misterio, su tumba ha sido uno de los secretos mejor guardados del Antiguo Egipto.
Durante 200 años muchos han intentado encontrarla, sin ningún éxito. Sin embargo, desde el 2005, una mujer dominicana se ha dedicado a seguir las pistas y huellas que la llevarían al sitio de reposo eterno de la reina ptolemaica. Su nombre es Kathleen Martínez. Abogada de profesión, una de las más solicitadas en República Dominicana, y arqueóloga por pasión, Martínez se inclinó hacia la historia de Cleopatra luego de que su padre le sugiriera una lectura de un personaje “más adecuado” que una mujer que, en su opinión, no merecía más que una nota al pie.
Cleopatra se convirtió en su obsesión luego de esa charla con su padre. “Leí de todo: a Platón, a Sócrates, sobre todo a los romanos. Claro, los romanos odiaban a los egipcios. Atacaban su belleza; era fea, pero no importa. Luego busqué fuentes egipcias y describían a una persona diferente. Decían que era la más grande de su dinastía. Gobernó el país más importante del mundo. Fue la mujer más importante del mundo. Fue reina a los 18 años. Concluí que Cleopatra era una mujer especial. Hablaba nueve idiomas, escribió sobre derecho y medicina. Cada día me interesaba más esta mujer”, dijo a la Universidad de Pensilvania.
Martínez, hija de un abogado y una profesora de inglés y francés, tuvo acceso a diferentes áreas del conocimiento desde muy joven y, aunque la arqueología llamó su atención en ese momento, su familia la instó a estudiar otra carrera. Así llegó a ser abogada. Luego de establecerse como una de las mejores en República Dominicana, partió hacia Madrid para acompañar a su esposo mientras él estudiaba cardiología. En la capital española estudió una maestría en finanzas y, como regresando a sus orígenes, buscó una maestría en arqueología.
Sin embargo, ahí no se quedaron sus intereses. Su fijación con Cleopatra, su muerte y su tumba hicieron que comenzara a desarrollar su propia teoría sobre donde podría encontrarse el lugar de descanso de la reina. Llenó su casa de libros y mapas, su familia pensó que había enloquecido cuando en 2002 comenzó a enviar mensajes al gobierno egipcio buscando un permiso para excavar en el lugar al que apuntaba su investigación: Taposiris Magna.
Sin una respuesta, partió hacia el país africano en 2004. Al llegar, fue detenida en el aeropuerto durante unas horas, acto seguido, tenía una cita al día siguiente con el ministro de Antigüedades de Egipto. Le dieron dos meses para investigar las ruinas cercanas a Alejandría y, al regresar a Santo Domingo, decidió buscar el apoyo financiero e intentar obtener uno de los permisos de excavación del gobierno egipcio. Esto último lo alcanzó, pero el músculo financiero para la excavación fue inicialmente propio. Además de esos retos, Martínez se enfrentaba al tiempo, pues tenía apenas dos meses para encontrar artefactos que probaran su teoría de que la reina se encontraba bajo el templo de Taposiris Magna. Cuando comenzó a encontrar pruebas, su proyecto comenzó a ganar financiación y se alió con una universidad dominicana. A pesar de que Martínez afirma haber recibido ofertas de instituciones de renombre en Estados Unidos y Europa, la arqueóloga ha expresado su deseo porque este proyecto se mantenga latinoamericano.
La razón de Martínez para investigar este templo recae en las creencias de que Cleopatra se veía a sí misma como la reencarnación de la diosa Isis y a Marco Antonio, su esposo, como Osiris, compañero de la diosa. Por lo que, para la arqueóloga, el cuerpo de la reina ptolemaica se encuentra allí y no en el mausoleo que ella misma mandó construir. “Llevan más de 200 años buscándola y no ha aparecido porque la han estado buscando en el lugar equivocado ¿Cómo iba a construir un mausoleo de tal magnitud a la vista de los romanos? ¿Dónde se puede construir una edificación fuerte, de piedra, y que pasara desapercibida si no es en las cercanías de un templo del que pareciera hacer parte? Es cuestión de sentido común”, dijo a El País de España.
A pesar de los frutos de las excavaciones de la dominicana, entre los que se encuentran cientos de monedas con un perfil de Cleopatra, placas con inscripciones que han sido tomadas como pistas, momias con lenguas de oro, un busto de mármol y túneles, hay quienes refutan su teoría, como el egiptólogo y exministro de Antigüedades, Zahi Hawass, con quien Martínez trabajó entre 2005 y 2011.
“Nunca creí en la teoría de que Cleopatra pudiera estar enterrada allí, porque los antiguos egipcios nunca enterraban a nadie dentro de un templo. Los templos se construían para el culto, y este templo se usaba para venerar a la diosa Isis. Por lo tanto, era improbable que Cleopatra estuviera enterrada allí”, escribió en 2019.
Sin embargo, esta no es la única crítica que ha recibido Martínez. Abby Lyell, historiadora de la Universidad Wesleyan, cuestiona la forma en la que los hallazgos de Martínez han sido únicamente publicados a través de redes sociales y no en revistas indexadas para revisión por pares, como sucede en la mayoría de excavaciones arqueológicas. “Si bien recibir imágenes y actualizaciones sobre la excavación en tiempo real y en plataformas tan accesibles permite que más personas conozcan los descubrimientos, también significa que la información compartida no está sujeta a revisión por pares. Martínez puede publicar cualquier información sobre la excavación que desee y compartir sus conclusiones sin necesidad de un proceso formal de revisión”, escribió.
A pesar de esto, Lyell reconoce que: “Es una forma de publicación mucho más accesible que una revista académica o una base de datos de pago. Martínez contribuye a la historia pública digital, al difundir información a un público más amplio, no académico, y representar la historia de forma creativa. Su investigación debe ser respetada como arqueología “real”, aunque también debe tener en cuenta que cualquier interpretación que se realice debe estar respaldada por evidencia objetiva”.
Mientras tanto, Martínez ha decidido no enfocarse en las críticas y seguir adelante mientras cuenta con el apoyo del gobierno egipcio. Adicionalmente, en 2024 buscó la ayuda del oceanógrafo Robert Ballard, reconocido por haber sido quien encontró el Titanic, pues con el descubrimiento de unos túneles subterráneos y un segundo templo sumergidos bajo el agua, Martínez precisó de más ayuda para esta nueva etapa.
“Hoy podemos afirmar que una parte de este centro religioso quedó bajo el mar sin ninguna información hasta ahora. Encontremos la tumba de Cleopatra ahí o no, este es el mayor hallazgo que hemos hecho hasta la fecha. Nunca nadie había encontrado todos estos pasadizos bajo el mar”, dijo a El País.