De día, el barrio es un tanto caótico y desordenado; su zona comercial está llena de rebuscadores que venden toda clase de ropas, frutas y chucherías. De noche, cuando cierran las tiendas y el comercio callejero, y las personas se van a sus casas o a donde sea, la Consti cambia su cara a la de barrio duro, con calles oscuras, coches abandonados y un silencio infernal. Igual que el resto de la ciudad.
Allá, en La Consti, dos hombres armados entregaron mercados a plena luz del día la semana antepasada. Dispuestos a ejecutar su hazaña, se parquearon al frente del Centro Cultural de Zapopan con rifles de asalto, chalecos antibalas y narco corridos dedicados al jefe del cártel local. Cuando la policía llegó a atender el reporte los hombres ya no estaban, y el único rastro de su presencia fueron los víveres en las manos de quienes minutos antes hicieron fila para recibirlos.
De inmediato, las autoridades descartaron que se tratara de una entrega de mercados real y aseguraron que todo fue una “puesta en escena que no duró más de cinco minutos”. Una “puesta de escena” que, sin embargo, se realizó en una de las zonas comerciales más importantes y vigiladas de Zapopan, ubicada a tan solo cinco minutos de la Comisaría General de la policía de este municipio.
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Al otro día, cientos de personas se reunieron en el mismo punto a esperar la anunciada llegada de los hombres con más mercados.
En esa ocasión, la cuadra se llenó de policías y soldados que buscaban la pista de unos hombres que llegaron el día anterior a repartir despensas y dedicar narco corridos al jefe del cártel local en las narices de las autoridades. Los presuntos narcos nunca llegaron, y sus “ayudas” tampoco. A lo lejos, la multitud que esperaba a sus salvadores abucheó a la policía por frustrar una nueva entrega de alimentos.
Los días siguientes, el alcalde y las autoridades estuvieron repartiendo víveres y despensas a los ciudadanos en el mismo lugar, como buscando recuperar su confianza y la autoridad sobre su territorio.
Sin embargo, la realidad demuestra cada día que ya es demasiado tarde. El fin de semana antepasado asesinaron al menos a 25 personas en la Zona Metropolitana de Guadalajara, justo unos días después del episodio de la entrega de mercados en la Consti. A la final, en muchos de esos casos nunca se termina conociendo a ciencia cierta quién perpetró los hechos. El culpable siempre es el “crimen organizado”.
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Pocas veces los alcaldes o el gobernador se atreven a mencionar el nombre del cártel de la ciudad, al igual que periodistas y medios de comunicación locales, quienes prefieren utilizar las mismas palabras para referirse a quienes todos temen nombrar. En México, y particularmente en Guadalajara, se vive una pandemia de terror y violencia que no distingue cuarentenas ni aislamientos.
El hambre tampoco distingue cuarentenas. Diferentes municipios de la región vivieron una situación similar el mismo día del episodio en la Consti. En uno de los videos grabados quién sabe por quién, se ve a presuntos miembros del mismo cártel regalando despensas en otro punto del Área Metropolitana de la ciudad, mientras al fondo pasa a media marcha una patrulla de la policía municipal, como si nada.
Ese día, mientras la opinión pública condenaba a quienes recibieron los mercados y a las autoridades que lo permitieron, en algunas casas la noche llegaba con la nevera más llena. Esa misma nevera hoy ya estará un poco más vacía, y su dueño ya estará pensando cómo volverla a llenar, o al menos no dejar que se vacíe por completo, mientras no pueda salir a trabajar para ganar dinero, y su única opción sea venderle el alma al diablo.