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Hablemos del momento en que se convirtió directora ejecutiva de Fundación Salvi...
Tengo más de 10 años de experiencia en el sector educativo y cultural. Inicié en el Ministerio de Cultura de Colombia, en la Oficina de Asuntos Internacionales y Cooperación, donde trabajé con comunidades vulnerables en territorios de difícil acceso. Luego pasé a la Comisión Fulbright en Colombia y Alemania, con un enfoque en diplomacia cultural y educación. De regreso en Colombia, fui gerente de desarrollo en la Fundación Nacional Batuta y durante ese tiempo comencé mi doctorado en políticas públicas en la Universidad del Oeste de Escocia, con una tesis sobre el papel de la cultura y las artes en la construcción de paz. Conocí a la Fundación Salvi desde mis inicios en el Ministerio, y retomé contacto a través de proyectos conjuntos durante mi tiempo en Batuta. Más tarde fui secretaria de Cultura de Ibagué, mi ciudad natal, donde fortalecí el vínculo con la fundación participando en la organización y financiación del Ibagué Festival. Luego regresé a Batuta como gerente en Bogotá y acompañé distintas ediciones del Festival Internacional de Música de Cartagena. Soy egresada de la Universidad Externado en Gobierno y Relaciones Internacionales, con una maestría en Cooperación Internacional y Desarrollo de la Universidad de Montpellier, Francia, y un doctorado enfocado en cultura y paz. Esta combinación de experiencia y formación me permite hoy asumir con convicción el rol de directora ejecutiva de la Fundación Salvi.
¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de la fundación? ¿Qué encuentra especial en ella?
Algo que caracteriza a la Fundación Salvi es su apuesta por la excelencia artística. Tanto sus programas como sus festivales se destacan por manejar estándares internacionales, gracias a la participación de directores artísticos y equipos de producción de alto nivel, muchos de ellos internacionales. Esto ha permitido que, por ejemplo, el Festival Internacional de Música de Cartagena se consolide como un referente nacional e internacional, posicionándose con fuerza en sus 20 años de trayectoria, lo cual es realmente fascinante. La curaduría de alto nivel, la presencia de artistas internacionales y la calidad de las puestas en escena no solo elevan el estándar artístico del país, sino que también permiten vincular al público local, a gestores y productores culturales nacionales, generando así un valioso intercambio entre generaciones, territorios y visiones. Por otro lado, el Ibagué Festival ofrece una propuesta completamente distinta, bajo el concepto de “las músicas que somos”. Es un espacio donde conviven géneros diversos, desde hip hop y música clásica hasta baladas y pop. Esta diversidad ha permitido atraer a un público más amplio y fomentar una nueva apreciación musical, especialmente en una ciudad como Ibagué, con una rica tradición musical.
¿Cuáles son sueños o metas dentro de la Fundación Salvi?
Hay un punto muy importante, y es que tengo un enfoque centrado en la sostenibilidad. Uno de los grandes retos del sector cultural y artístico es precisamente lograr la continuidad y sostenibilidad de los programas. Por ejemplo, que los jóvenes que hacen parte del programa de lutería en alianza con el conservatorio puedan acceder a residencias en el exterior, pero también contar con toda la cadena de valor que les permita comercializar sus instrumentos a nivel local, nacional e internacional. Otro objetivo fundamental es ampliar el impacto y el valor de la fundación, consolidando redes estratégicas.
A lo largo de su 10 años de experiencia en el sector cultural, ¿cuál ha sido una gran lección?
Trabajando en el sector cultural y conociendo sus distintas áreas y desafíos, uno de los retos más interesantes ha sido convencer a los gobiernos, tanto locales como nacionales, de la importancia de invertir en cultura. A veces esto puede parecer obvio, pero en realidad se necesita justificarlo muy bien, especialmente porque estamos hablando de un valor intangible. La mayoría de los gobiernos buscan resultados tangibles: es mucho más fácil invertir en un puente o en la remodelación de una calle que en procesos culturales de largo aliento. Sin embargo, una de las lecciones más importantes es entender que cuando se invierte en las personas, en educación y en cultura, se logran transformaciones profundas que impactan generaciones.
¿Por qué se interesó por los asuntos culturales y artísticos?
Yo creo que, desde mi experiencia en el Ministerio de Cultura, algo que me marcó profundamente fue ver el impacto real de los proyectos y programas culturales. Ver cómo, con muy pocos recursos, se podían lograr cosas absolutamente fascinantes y transformadoras me conmovió profundamente. Me hizo reflexionar sobre en qué sectores se están priorizando los recursos y cómo, si se hiciera una inversión más estratégica en cultura, podríamos generar cambios significativos. He visto cómo, a través del arte y la cultura, es posible mejorar la calidad de vida de las personas. En estos territorios, donde la oferta cultural es escasa o inexistente, su llegada no solo es apreciada, sino profundamente necesaria. Allí, la cultura teje vínculos de confianza que han sido quebrados, y a construir nuevos espacios de encuentro y reconstrucción social.
¿Cree que su crianza en Ibagué influyó también en su oficio?
Crecer en Ibagué, una ciudad musical, me dio una sensibilidad artística única. Sin embargo, la oferta cultural era limitada, y fue en Bogotá, con otros referentes y estándares más altos, donde mi perspectiva creció. Vivir en otros países también amplió esa visión. Mi madre trabajaba en el Conservatorio de Música del Tolima, lo que me permitió estar cerca del arte desde pequeña. Eso cultivó en mí una sensibilidad musical que luego se expandió a través de mis experiencias profesionales y personales. En cuanto a referentes, he tenido varias mujeres mentoras a lo largo de mi vida, que me han mostrado lo que las mujeres podemos lograr en un mundo patriarcal. Ver a mujeres en posiciones de poder me ha inspirado a escalar y ocupar diferentes roles, más allá de ser madre. Gracias a ellas, he aprendido que el verdadero liderazgo radica en hacer que el equipo brille, ya que las grandes transformaciones se logran colectivamente, cuando el equipo está motivado y unido.
Cuénteme sobre su sentido y significado de la música...
La música la puedo definir de dos maneras. Una, desde una perspectiva más poética: así suena el alma. Pero también es una herramienta muy poderosa de transformación social. Permite facilitar el diálogo, construir vínculos de confianza, generar paz y formar comunidades y sociedades que se escuchen y se respeten mutuamente. Además, a través de la práctica musical colectiva, se promueve el trabajo conjunto hacia una meta o propósito común.
