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La historia de Isaac Celnikier y los Celnik de Colombia

El pintor de Auschwitz es el título más reciente de Jacobo Celnik. Un libro en el que el autor nos sumerge en la historia de su familia y del pintor polaco Isaac Celnikier.

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Santiago Díaz Benavides
07 de agosto de 2021 - 04:00 p. m.
La primera edición de "El pintor de Auschwitz" se publicó este año por la editorial Aguilar.
La primera edición de "El pintor de Auschwitz" se publicó este año por la editorial Aguilar.
Foto: Santiago Díaz Benavides
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Indagar en la historia de una familia supondrá siempre un trabajo de suma exigencia. Bien sea porque los registros y tesoros familiares están a disposición o porque tan sólo hay fragmentos inconclusos con los que suponer una cantidad inimaginable de cosas, la tarea se tornará dispendiosa y así como puede completarse en el transcurso de un año y medio, puede tomar más de 20. Cuando Jacobo Celnik se planteó la idea de rastrear la historia de su familia, esto fue precisamente lo que sucedió. Ante él se encontraba la compleja labor, y el reto, de recuperar los rastros perdidos de una historia fragmentada de la que poco o casi nada quedaba.

Todo comenzó, tal y como él lo enuncia en el libro, con una tarea de colegio. Cuando se encontraba cursando su bachillerato en el Colegio Colombo Hebreo de la ciudad de Bogotá, a Celnik le encomendaron, como parte de un trabajo para la clase de Historia Hebrea, realizar una investigación para trazar el árbol genealógico de su familia. En ese entonces, el joven sólo conocía lo que había escuchado de boca de sus padres y abuelos, y una que otra cosa que algún tío arrojaba en relación con sus orígenes. Tenía claro que eso que había escuchado no podía ser todo, pero aún así se aventuró a presentar la historia de su familia, partiendo del nombre de su bisabuelo: Josef Celnik. Al momento de su exposición, fue aplaudido por sus compañeros, pues el trabajo de investigación había sido más que impecable, sin embargo, una pregunta de su profesora lo dejó confundido y meditabundo, ¿por qué la historia familiar iniciaba con el bisabuelo? ¿No había nada más antes? Esos interrogantes fueron los que, años después, le permitieron al escritor Jacobo Celnik iniciar con el arduo proceso de investigación que lo llevaría a desentrañar los secretos más íntimos de su familia y escribir este libro que hoy, en nuestro país, llega a su segunda edición y se ubica como uno de los documentos más completos, recientemente publicados, en cuanto a historia de los judíos y su presencia en Colombia.

El libro está compuesto por 6 capítulos, nominado cada uno como las primeras letras del alfabeto hebreo, una nota introductoria, un epílogo y un posfacio, alrededor de 300 páginas. Y aunque el título es El Pintor de Auschwitz, son otros los personajes que durante gran parte de la narración ganan protagonismo, empezando por el autor mismo, quien narra a la vez que actúa. Podríamos decir que hay dos libros dentro de este. El primero nos cuenta la historia de un adolescente bogotano que vive al interior de una familia judía y va descubriendo sus pasiones y temores conforme lidia con el miedo que le ocasiona la inminente muerte de su padre. Aquí, asistimos al testimonio de un muchacho que pregona un amor sin fronteras hacia su papá y teme perderlo, mientras se refugia en la música y los libros para no tener que hacerle frente a la realidad de su hogar. Es la historia de un joven Jacobo Celnik que empieza a sentirse atraído por el rock británico, las mujeres y los cigarrillos, y que comienza a coquetear con los primeros vestigios de su herencia familiar. Luego viene el otro libro, el de este escritor colombiano que ha decidido viajar al viejo continente para encontrar las respuestas a sus preguntas y se ve a sí mismo como dando tumbos en busca de algo que no sabe cómo se ve, pero de lo que está seguro que hallará. Entonces, ahí está él, viajando en un tren que lo lleva a recorrer las calles de Varsovia, París y Londres, haciéndose cada vez más preguntas y recordando las historias de sus antepasados, como la de Josef Celnik, el bisabuelo que al llegar a suelo colombiano cambió su apellido de Celnikier a Celnik; o la del abuelo Azriel Celnik, quien después de trabajar en la administración de uno de los locales de la legendaria sastrería Metropol, fundó la Librería Hebrea y marcó una época en la cultura libresca de la capital colombiana.

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Es en medio de este periplo que surge la historia de Isaac Celnikier, el pintor de Auschwitz, quien nace en 1923, en Varsovia, y pasa parte de su infancia en el orfanato del doctor Janusz Korzack, por deseo de su madre, quien para entonces no contaba con los recursos para alimentar a dos niños. Ella, Esther Deborah, decide quedarse con la niña y dejar al pequeño al cuidado del psicólogo polaco, al menos hasta que logre conseguir una estabilidad económica que le permita sustentar el cuidado de su hogar. Celnikier vive y aprende allí hasta que un día decide fugarse e ir en busca de su familia, para ese momento la llegada de la guerra es inminente y su anhelo de reunirse con su madre y hermana se ve truncado por el arribo del nazismo y sus políticas antisemitas. Es encerrado en el gueto de Bialystok en 1941, y luego deportado sucesivamente a campos nazis como Auschwitz y Birkenau. Durante los años de la guerra logra hacerse una reputación como pintor. Se encarga de reproducir las obras de artistas famosos para que los nazis las vendan en el mercado negro como si fueran originales. Su talento es indiscutible y cada tanto lo va perfeccionando. Celnikier se aferra a los recuerdos de su familia y a su arte para no darse por vencido. Tras la guerra, habiendo sobrevivido a todos los vejámenes, inicia sus estudios de arte en Praga, y hacia la década del 50 se radica en Francia, en donde se casa, dos veces, y vivirá hasta el día de su muerte, el 11 de noviembre de 2011.

Resulta que Isaac Celnikier es el sobrino de Josef Celnikier, el bisabuelo del autor, y la pieza faltante que le permite a los Celnik de Colombia recuperar su legado familiar. Al leer este libro es posible reconstruir la historia del Holocausto, de la migración judía, y de Colombia en los años previos al inicio de la década del 2000, mientras asistimos al testimonio de una familia que tuvo que dejarlo todo en su país para empezar de nuevo en una tierra lejana y así garantizar la continuidad de su credo y su sangre, además del bienestar de sus miembros.

Como lector, debo decir que me hubiese gustado que el recorrido de la historia se abordara de otra manera, con otro tipo de estrategias narrativas, pero no puedo desconocer el gran trabajo que ha hecho Celnik. Por momentos, la narración se torna casi cinematográfica, documental, y es posible hacerse imágenes muy claras de lo que se está leyendo. Uno, realmente, quiere saber más, y por eso es difícil abandonar la lectura. El acierto está allí. Ojalá que la gente sepa valorarlo, y aún más el hecho de que alguien, otra vez, nos recuerda la importancia de no olvidar nuestra historia, para saber quiénes somos en realidad.

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Por Santiago Díaz Benavides

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