En un rincón de Bogotá, junto al Museo Nacional, una casa de fachada blanca esconde tesoros de diferentes épocas. Entre objetos de plata, porcelana, maletas, vajillas, muebles, instrumentos musicales y obras de arte de diferentes períodos y artistas, “La Independencia” se ha hecho un espacio en el corazón del barrio que habita. Como una mezcla entre anticuario, galería y casa de subastas, la disposición de los objetos se asemeja más a un museo que a la idea tradicional de un anticuario, según describió Jorge Arango Isaza, uno de sus fundadores.
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Mientras que, habitualmente, el primer y segundo piso están dispuestos como vitrinas para piezas que dialogan entre sí, con obras de gráfica, objetos coleccionables, pinturas y más, cada dos meses la exhibición cambia y deja un espacio para sillas y un podio desde el cual se subastan 150 piezas.
Las subastas llegaron luego de que Arango tuviera el impulso de abrir un anticuario. “Esto salió de una colección que teníamos guardada. En la pandemia nos entregaron esta casa y yo siempre he sido coleccionista, por lo que, con mi socio Andrés Vásquez, pensamos en montar un anticuario. Empezamos a concretar esta idea y nos dimos cuenta de que las subastas eran un negocio interesante y nos gustaba. El proyecto nació mientras trabajábamos en otras cosas, luego conseguimos a Santiago Valencia para la curaduría y dirección de la casa y ahí dimos el primer paso para volver esto una realidad”, aseguró Arango.
Para el coleccionista, una creencia primordial es que “el arte tiene que rotar y llegar a manos jóvenes”. Bajo esa premisa y la de “arte para todos los bolsillos”, siguiendo la idea de que el arte debería ser para todo el mundo, Arango y Vásquez se lanzaron a hacer crecer la casa que ha tenido sus puertas abiertas durante tres años. “Llegan muchas cosas de arte, de artistas que han venido pasando y no se les ha hecho el reconocimiento debido. Nosotros los hemos retomado y sacando sus piezas y vemos que al público, que integra a los coleccionistas y a la gente del común, le gusta mucho. Sacamos los grandes maestros, pero también a los novísimos, que son personas jóvenes a quienes a veces les es difícil encontrar un espacio; ellos también son bienvenidos aquí”.
El concepto de unir un anticuario con una casa de subastas no es nuevo, pues los fundadores de La Independencia vieron que experiencias similares ya existían en Buenos Aires y Madrid, y decidieron que era hora de que llegara a Colombia. Empezaron con la colección inicial de Arango, de la cual todavía se conservan algunas cosas y, luego, comenzaron a llegar más objetos de consignatarios y personas que conocían este espacio, “porque querían rotar obras o se cansaban de tenerlas en la sala de su casa, pero sabían que aquí la podían vender, comprar otra o mejorar una colección; podían hacer mil cosas”.
La autenticidad es el primer filtro que una pieza u objeto debe pasar para que sea considerado por el equipo en venta o subasta. Sin embargo, para esta última, deben cumplir un criterio de interés para el público, que estén en buen estado y, de acuerdo con Santiago Valencia, en el caso de obras de arte revisan la trayectoria de los artistas que van llegando, su recorrido expositivo y en galerías y ferias, o si son artistas emergentes a quienes quieran apoyar.
Para los objetos el proceso es diferente: “Nos enfocamos en buscar piezas de colección, algo que puede tener muchos significados. Nos interesa que los objetos, el mobiliario y hasta las piezas de arte cuenten historias que estén relacionadas, bien sea a la producción del objeto en un país o fábrica en específico, o que vengan de determinados movimientos como el mid-century. Para nosotros es importante pensar en que los objetos, el mobiliario y las piezas que tengamos cuenten historias y que las personas puedan conectar con ellas”, aseguró Valencia.
Uno de los residentes entre los muros de “La Independencia” es una tarjeta de participación al matrimonio del general Santander. La pieza más antigua que albergan es una pintura titulada El señor de los temblores, del siglo XVIII. En su primera subasta, en 2022, el catálogo incluyó una cámara Leica M3 de la década de 1950. En su duodécima subasta, Arango se sorprendió con una obra de Judith Márquez: “Creo que es la precursora del arte moderno en Colombia y esa obra se vendió muy bien, a pesar de no ser muy conocida por el público”, dijo.
Las piezas y los objetos no han sido los únicos protagonistas de la historia de “La Independencia,” ya que el público que los visita también ha dejado su marca en el equipo. Jorge Arango recuerda que en una de las subastas, en la que él representaba a un cliente, llegó un niño de unos 11 años acompañado por su padre. “El niño quería un cuadro y empezó a levantar la paleta. Al final el niño la perdió y se quedó con una cara triste. Luego salió otra pieza y empezó a pujar por ella. Mi cliente me dijo: ‘No más’, el muchachito se volteó y me dijo: ‘¡Ah! Por fin le pude ganar’. Fue algo simpático y esa fue la primera pieza de su colección. Estoy seguro de que será un coleccionista porque tenía un interés máximo por esa pieza”.
Para Valencia ha sido interesante ver cómo el público ha recibido esta propuesta: “Es un formato arriesgado porque no es estático. Mañana podemos estar mostrando algo completamente diferente y la flexibilidad también es una característica que requiere nuestra audiencia. Esto nos ha permitido crecer de forma muy orgánica y presentarle al público diferentes opciones y posibilidades de lo que podemos hacer”.