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“Frente a la censura, quienes trabajamos con la palabra, con la cultura, con la enseñanza, debemos seguir generando ideas que nutran la vida”.
Sol Fantin
A Javier Milei lo “revalidaron” en las legislativas en octubre. El partido del presidente de ultraderecha alcanzó el primer lugar en el podio democrático, con casi el 41% de los votos. Sin embargo, como recordó un editorial de El País: “al día siguiente de las elecciones, los problemas de Argentina siguen ahí”. Entre ellos el golpe a la cultura, que durante su gestión ha sido —para muchos— poco menos que evidente.
Para Milei, la raíz de muchos de los “males del país” está en una concepción del Estado que durante años asoció las necesidades sociales con los derechos. Su discurso insiste, desde los primeros meses gobernando, en que los recursos no alcanzan para sostener un sistema en el que “cada demanda ciudadana se traduzca en una obligación estatal”.
Bajo esa lógica, el presidente ha emprendido lo que denomina la tarea de “desarmar el Gramsci cultural”, en referencia al aparato ideológico que relaciona con el kirchnerismo. Ese movimiento, heredero del peronismo, promovió políticas públicas centradas en la inclusión, la ampliación de derechos y la justicia social como pilares del Estado.
A finales de 2024 y comienzos de este año, escritoras como Dolores Reyes, María Sol Fantini y Gabriela Cabezón fueron objeto de persecución, amenazas y acoso por parte de grupos conservadores en Argentina. ¿La razón? La estigmatización de sus obras impulsada desde el gobierno y amplificada por distintos sectores afines.
El caso de Fantin
En 2022, María Sol Fantin publicó su libro “Si no fueras tan niña: memorias de la violencia” a través de Paidós, un sello del Grupo Planeta en Argentina. La obra, un ensayo autobiográfico —lo que en realidad ella prefiere llamar “memorias ensayísticas”—, relata los abusos sexuales que sufrió entre los 14 y 21 años por parte de un “referente espiritual”, un miembro de una institución “pseudorreligiosa” a la que pertenecía su familia.
Licenciada en Letras de la Universidad de Buenos Aires, maestra de escuela primaria y escritora, Fantin quiso abordar los dispositivos sociales y psicológicos que contribuyen a que estos delitos queden incrustados en la mente de las víctimas: “No solamente está narrado el testimonio, sino que hay una reflexión orientada a comprender el fenómeno y por qué yo demoro 20 años en entender, también, lo que me había sucedido”. El propósito del libro, además de su propia recuperación a través de la escritura, tuvo que ver con la intención de ofrecer herramientas, sobre todo, a quienes acompañan a infancias.
En 2023 el libro fue seleccionado, junto con otras obras, por el programa “Identidades Bonaerenses” de la Secretaría de Cultura de la provincia de Buenos Aires —que corresponde a un signo partidario distinto al del gobierno nacional y al de la ciudad autónoma—, con una tirada de 5.000 ejemplares, lo que permitió que se distribuyera y se pudiera acceder al material de forma gratuita en escuelas y bibliotecas públicas.
Sin embargo, a finales de 2024, algunos medios afines al gobierno Milei cuestionaron la colección, señalando cuatro títulos —entre ellos el de Fantin— como inapropiados por contener escenas de “sexo explícito”. “Eran tres novelas: ”Cometierra", de Dolores Reyes; “Las aventuras de la China Iron”, de Gabriela Cabezón Cámara; “Las primas”, de Aurora Venturini, que es una autora ya fallecida; y mi libro, que se considera no ficción", enumera.
En televisión —cuenta la escritora— emitían los fragmentos que consideraban inapropiados para resaltarlos, sin tener en cuenta que en esas franjas horarias podían verlos los niños que, supuestamente, el gobierno quería proteger. “Se hacía en la práctica aquello que se pretendía condenar”, asegura.
Cuenta Fantini que, en Argentina, desde 2006 está en vigencia una ley nacional de educación sexual obligatoria en todos los niveles del sistema educativo, que forma parte de los compromisos internacionales del país en relación con la protección de las infancias y las adolescencias.
Por eso la polémica no solo expuso contradicciones en las políticas de aquella protección, sino que también dejó en evidencia cómo las convicciones del gobierno de turno comenzaron a moldear y tergiversar asuntos fundamentales para el debate público: “Decían que mi libro ponía en escena relaciones sexuales entre una niña de 14 años y un hombre de más de 30 años, cosa que es completamente incorrecta porque el abuso es tortura”.
Carta a las familias
Hace once meses, Fantini escribió una carta que luego leyó frente a la cámara, en su canal de YouTube. El documento original, que también fue publicado, circuló por distintos medios locales.
En esa lectura, dirigida a las familias, la escritora intentaba desmontar los tabúes, recordar que la literatura, incluso cuando incomoda, ofrece, como todo lenguaje artístico, un lugar para pensar y elaborar lo que a veces nos cuesta decir.
“Yo recibí muchísimo apoyo. Dolores Reyes, la escritora de Cometierra —una novela sobre una niña, luego adolescente, del conurbano bonaerense cuya madre es víctima de feminicidio—, o Las aventuras de la China Iron, que retoma el poema nacional argentino Martín Fierro para narrarlo desde la perspectiva de una mujer indígena, son ejemplos de esa literatura”, cuenta Fantini.
Y dice, además, que toda gran literatura contiene pasajes incómodos: por la sexualidad, por la violencia, por el dolor. Que, al señalar a las autoras que escriben sobre esos temas, más allá de la excusa, la preocupación de esos sectores sociales radica en que ellas los reformulen desde su propia mirada.
Fantini recuerda que su colega Dolores Reyes llegó a recibir amenazas. Ella, en cambio —y como si eso fuera ya una forma menor de violencia teniendo en cuenta el panorama—, solo padeció el hostigamiento que circuló por los medios y las redes sociales.
Hubo una reacción por parte de la Organización de Escritoras y Escritores de Argentina: un acto en el Teatro Picadero, en el que más de cien autores se reunieron para leer fragmentos de los libros censurados y manifestar su apoyo, gesto que también recibió el respaldo de escritoras y escritores a nivel internacional.
“La censura —o el intento de censura, que es nuestro caso—, como he dicho en otras entrevistas, en la carta y en las charlas a las que me han invitado, no es nada nuevo; es una vieja estrategia de todo gobierno totalitario y autoritario, que nunca da lo que promete”, dice Fantini.
Censuras por “precaución”
Desde las nociones de Gramsci, la cultura puede entenderse como un terreno de disputa. Basta con recordar las prohibiciones durante la dictadura argentina de Videla (1976-1983), cuando libros académicos, de consulta, obras universales e incluso títulos infantiles eran censurados por considerarse promotores de activismo o ideas subversivas, incluyendo la sexualidad y el género. De manera similar, en Chile, la dictadura de Augusto Pinochet aplicó medidas de control cultural: en noviembre de 1986, las autoridades retuvieron casi 15.000 copias de La aventura de Miguel Littín, clandestino en Chile, de Gabriel García Márquez, y años antes, en septiembre de 1973, se realizaron quemas de libros en la Remodelación San Borja.
El discurso que justifica los intentos de censura sigue vigente: se ha reproducido en distintos países del continente en los últimos años y ha contado con el respaldo de diversos actores políticos.
Por ejemplo, en 2023, la autora salvadoreña Michelle Recinos fue excluida de la Feria Internacional del Libro de Guatemala tras una solicitud oficial de su gobierno para retirar su libro Sustancia de hígado. La obra incluye el cuento Barberos en huelga, ganador del Premio Centroamericano de Novela Mario Monteforte Toledo en 2022, y que refleja la represión bajo el régimen de excepción de Nayib Bukele.
En Nicaragua, el escritor y exvicepresidente Sergio Ramírez enfrentó censura con su novela Tongolele no sabía bailar, que retrata la represión de las protestas de 2018. El gobierno de Daniel Ortega ordenó la retención del libro en aduanas y la captura de Ramírez, acusado de conspiración.
En Colombia, la periodista Laura Ardila Arrieta vio cancelada la publicación de su investigación La costa nostra, sobre el clan político Char en Barranquilla. Aunque el manuscrito pasó por toda la edición y revisión legal, Planeta canceló la publicación por riesgo de litigio. Hoy es posible encontrar el trabajo investigativo publicado por la editorial Rey Naranjo.
Pero estos son solo algunos ejemplos puntuales dentro de una cronología mucho más amplia de obras que, por censura directa o indirecta —como imponer impuestos al papel o dificultar su circulación—, han enfrentado obstáculos en América Latina y en el mundo. Pues, por mínima que parezca, toda forma de censura (o intento de ella) erosiona poco a poco el lugar de la literatura y de las artes, hasta volverlas menos visibles, menos urgentes.