La noche de la Puerta 12 en el Monumental
Una noche de 1968 fallecieron 71 personas intentando salir de un clásico en el Monumental de River. Diez años después, en agosto de 1978, Jorge Luis Borges y César Luis Menotti se estarían encontrando para hablar de fútbol.
María Paula Lizarazo
En agosto de 1978 Borges y Menotti se encontraron para hablar sobre fútbol a eso de las cinco de la tarde. Estaban en Buenos Aires, aquella ciudad del Sur y de los poemas del Fervor, la capital de La Boca, del Monumental, la ciudad del Pedro Bidegain, del José Amalfitani, del Tomás Adolfo Ducó. La ciudad de Caminito y de La Recoleta, del muelle de Puerto Madero. Ese lugar que fue y no fue la final de la Libertadores 2018.
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En agosto de 1978 Borges y Menotti se encontraron para hablar sobre fútbol a eso de las cinco de la tarde. Estaban en Buenos Aires, aquella ciudad del Sur y de los poemas del Fervor, la capital de La Boca, del Monumental, la ciudad del Pedro Bidegain, del José Amalfitani, del Tomás Adolfo Ducó. La ciudad de Caminito y de La Recoleta, del muelle de Puerto Madero. Ese lugar que fue y no fue la final de la Libertadores 2018.
Borges llevaba un traje azul y unos zapatos negros, Menotti, un cigarro en la boca. Intentando ignorar a los fotógrafos que de golpe sacaban cientos de fotos, Borges hablaba sobre el abrupto de los sentidos nacionalistas en el fútbol y sobre la idea de que “alguien pierda o gane [que] me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible”.
Menotti le preguntaba si acaso “¿eso no ocurre en el ajedrez, por ejemplo?”. A lo que Borges respondía: “Pero en el ajedrez importa menos quién gana. Yo no sé si el fútbol le interesa a la gente como deporte o como generador del hecho de que alguien gane o de que alguien pierda. Yo pensaba seriamente en la posibilidad de crear un juego en el que no se ganara ni se perdiera […] Si usted lee la Ilíada se dará cuenta de que la simpatía de Homero no está con los griegos, sino con los troyanos, que finalmente son los vencidos”.
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Desde 1922, han muerto más de 320 personas en Argentina a causa de la violencia por el fútbol y no hay ningún registro oficial sobre las cifras en América del Sur. Lo cierto es que este caso no entra en esas estadísticas, ni en ningunas.
Diez años antes de que Borges y Menotti hablaran, sucedió la tragedia de la puerta 12 en el estadio de River Plate, en un partido en el que no hubo ganador ni perdedor, como planteaba Borges, sino sólo buenas jugaditas.
La mencionada puerta 12 estaba en uno de los sectores de la hinchada visitante. Doce es el número que portan los que están en la tribuna, que también juegan hasta el 90. En ese año Boca tenía 29 títulos y River 27.
A comienzos del siglo XXI, algunos sobrevivientes del clásico contaron en entrevista que desde ese día nunca volvieron a ir a ver a Boca. Otros, que en la puerta 13 veían cómo la policía atropellaba con caballos a los hinchas que intentaban salir por el lado de la puerta 12. Eran los años de la dictadura de Juan Carlos Onganía, cuyo principal cuerpo de persecución fue el peronismo.
Era el segundo tiempo de un clásico disputado en 1968. Algunos estaban de pie, otros no. No había asientos en todas las tribunas del Monumental, de modo que la capacidad era mucho mayor a los poco más de 70.000 hinchas que ingresan hoy. El clásico acabó. Boca casi lo gana al final. Casi, una emblemática palabra del fútbol que en últimas no designa nada. El árbitro pitó. El cero a cero fue historia -quedó en la historia, no por el juego- y la gente comenzó a salir.
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El pasillo seguido de la puerta 12 apenas tenía un bombillo viejo que, casi quemado y pequeño, poco iluminaba. La peregrinación que salía se convirtió en un terreno minado de hombres caídos, acompañado de gritos que devinieron silencio.
Cuentan que los que iban adelante no podían salir y los que estaban más atrás, ni enterados de lo que sucedía delante, empujaban. Aquellos hinchas de Boca que intentaron salir primero, fueron cayendo asfixiados; dicen que era una avalancha tan concentrada como el agua de una ola. Sin aire y sin espacio, murieron 71 personas y se reportaron 113 heridos. A las afueras del estadio llegaban ambulancias y transeúntes intentando conocer lo que ocurría.
La comisaría 33 llevó el caso. Rodeada de periodistas, cada rato se leían ante la prensa los nombres de los cuerpos reconocidos. A este lugar llegaría también el Presidente de la República y el Ministro del Interior Guillermo Borda.
Por los primeros 35 cuerpos que se rescataron del pasillo de esa puerta, llegaron más de dos mil personas a reconocerlos.
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Esa misma noche, Julián Klent, dirigente de River, expresó por televisión que la causa de la tragedia debía atribuirse a “un hecho desgraciado: la coincidencia de que el resultado incierto del partido hizo que todos los espectadores se desesperaran en la pitada final del referido”. ¿Las puertas estaban perfectamente abiertas?, le preguntó el periodista. “Lo estaban, se ha comprobado, nos han acompañado periodistas amigos”. Klent pidió encarecidamente que en adelante los hinchas esperasen más de cinco minutos antes de salir del estadio para no repetir lo sucedido.
No se guarda registro de declaraciones del entonces presidente de Boca, Alberto José Armando.
Algunas versiones que fueron conociéndose al poco tiempo, contrastaban con las declaraciones de Klent. Afirmaban que la puerta en realidad estaba cerrada y que los hinchas que ya estaban frente a ella no tuvieron cómo enterar a los que esperaban atrás. Otra versión se centraba en que a los guardias encargados, obnubilados por el partido, se les olvidó abrir la puerta al minuto 80. Pero esta versión se desvalida con la de los hinchas que alcanzaron a salir por esa puerta antes de la avalancha. Un testigo respondió esa noche que las puertas sí estaban abiertas pero los torniquetes no habían sido desactivados.
Otras dos versiones se centran en la Policía: una, porque un grupo de hinchas estaba lanzando botellas llenas de orina al campo, la otra, porque ese u otro grupo cantaron la Marcha Peronista. Según esta última versión, la policía intentó rodear a caballo la puerta 12, diríase -y sin importar los colores- la puerta del hincha, a fin de identificar la barra peronista.
Otras versiones que concuerdan con la última citada, atestiguan que los hinchas que iban llegando abajo y se encontraban con los policías golpeando a la gente y quitándolos de ahí, se daban media vuelta y corriendo de regreso se chocaban con la avalancha que intentaba salir.
“No había puerta, no había molinete, era la cana que daba con machete”, comenzarían a cantar las barras de Boca después de aquel junio de 1968. Los 71 muertos fueron velados en la Bombonera.
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Hubo alrededor de 70 juicios para conocer la verdad. Fue en vano. La AFA, junto a Boca y River, recaudó 32 millones de pesos argentinos, es decir, casi 100 mil dólares en esa época, con el fin de entregárselos a los familiares de cada muerto para que no adelantaran ningún juicio contra River. Pero Nélida Oneto de Gianolli y Diógenes Zúgaro sí iniciaron un proceso y recibieron una indemnización muchísimo menor a lo que les había ofrecido la AFA.
Al año, todo lo referente al caso había sido archivado. La única fuente a la que podían acudir los periodistas que seguían la huella de esa masacre, era la policía: ya entonces nadie más hablaba. En ese mismo año siguiente, 1969, ocurriría en Centroamérica la Guerra del Fútbol entre Honduras y El Salvador.
Hoy las puertas del Monumental están designadas con letras. Ahora dice “L” en vez de “12”. Y hay una placa en honor a las 71 personas que murieron el 23 de junio de 1968.
Nunca hubo una investigación a fondo. Los policías que revisarían el estado de los torniquetes -molinetes- llegaron al día siguiente. No se conoció tampoco el nombre de los dos guardias que, según esa versión, supuestamente olvidaron abrir la puerta. La causa de todo nunca se dio a conocer oficialmente. Pero pervive en las voces de los sobrevivientes y su verdad.
Hasta 2020, Boca tomó una decisión oficial en torno al caso. Propuso que cada 23 de junio sea reconocido como un día de luto para el fútbol y que el equipo nunca juegue en esta fecha. La junta directiva nunca ha logrado ponerse de acuerdo sobre poner una placa que rememore o tener algún otro gesto.
La organización Boca es Pueblo, pintó en 2015, a la salida de la Bombonera, un mural en homenaje a los 71 muertos de la puerta 12; pero a los días apareció tapado. El año pasado lo volvieron a pintar y aún permanece.
La tarde en la que conversaron Borges y Menotti, Menotti le preguntó a Borges que por qué el fútbol se volvió un deporte tan popular como ningún otro y Borges respondió que no sabía.
Alguna vez Menotti hablaría ante la prensa italiana diciendo que eso de que el poder “se aprovecha del deporte es viejo como la humanidad”.