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Un lugar mágico. Un barrio con el que Barranquilla está en deuda por ser referente de su cultura y tradición. Un espacio al que el futuro acecha con hambre de progreso. Aunque la fachada luzca diferente y el panorama haya cambiado mucho, la alegría y el calor humano de sus 10.041 habitantes se mantienen intactos.
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Toda la ciudad ha quedado en asombro con la grandeza y el avance que impone la carrera 50. Las angostas vías que complicaron el paso de grandes vehículos por la zona durante muchos años han desaparecido y a la vista se puede apreciar de fondo la belleza arquitectónica que ofrece el edifico de la Aduana. El arte se ha apropiado de paredes y espacios públicos. A través de coloridos diseños en los laterales de grandes empresas, Barrio Abajo sigue encantando a todo aquel que por sus calles pasea.
Para la ampliación de las vías era necesario que muchas de sus casas desaparecieran. Se esperaba que, por la ausencia de algunos vecinos, aquel ambiente jocoso, característico del barrio, tendiera a esfumarse. Sin embargo, quien recorre sus calles un sábado por la tarde podrá comprobar que la tradición y el carisma de su gente siguen vigentes.
En la carrera 50 con calle 46 esquina, los domingos son para la integración social entre vecinos. Raúl Vanegas, habitante del barrio, saca su mesa y algunas sillas para comenzar el juego de parqués que ha reunido durante más de 10 años a señores y jóvenes. Nunca faltan los gritos de quien no acepta la derrota en el juego, ni mucho menos la voz de calma de quienes intentan apaciguar el momento para que el juego perdure un poco más. Al final, quien tiene la última palabra es el dueño de la mesa, que recoge las fichas y se marcha con la promesa de volver a jugar el siguiente fin de semana.
El peluquero más antiguo de Barrio Abajo, Tomás Alonso Figueroa, conocido popularmente como “Chicho”, asegura que en sus más de 50 años motilando en la esquina del sector de Las Palmitas, ha sido testigo del cambio en la fachada de su cuadra. Dice haber realizado cortes de cabello por algunos años al exbeibolista de grandes ligas Edgar Rentería, y también recuerda aquel momento, en que el fallecido periodista Ernesto McCausland se sentó en su silla de motilar, mientras compartían palabras.
Sobre la carrera 54 se mantiene la estación de policía más antigua del barrio junto a un pequeño parque que conecta con Montecristo. La escuela Nacional de Comercio, en la que estudiaron la mayoría de bajeros, desapareció. Este espacio se ha convertido en un referente memorial que mantiene conectado el pasado del tradicional barrio con el panorama modernista de la actualidad.
El famoso y antiguo estadio Tomás Arrieta, en el que muchos peloteros crecieron profesionalmente, fue inmortalizado a través de un nuevo proyecto que lleva el nombre de Edgar Rentería. La ciudad entera está a la expectativa de este nuevo comienzo. Se pueden percibir las cosas buenas que trae el futuro para el barrio que, durante décadas, ha sido epicentro del Carnaval de Barranquilla.