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La plasticidad etérea (Cuentos de sábado en la tarde)

A mi viejo, Héctor Sanabria.

Andrés Felipe Sanabria

03 de abril de 2021 - 04:00 p. m.
Un cuento escrito por Andrés Felipe Sanabria.
Foto: Archivo Particular
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Mi viejo llega cansado, parece planchado, y no como si tuviera carne. El Covid le quitó el pelo, el júbilo, la pasión que se devoraba en cada dos por tres. Fue por sus nuevas gafas. Parece un niño de cinco años estrenando satélite. Su sonrisa es el estampido con que en cada café esparcimos el silencio esquivando irrealidades. Yo, mirando como un pendejo, y él sonriendo como el más bacano de los padres.

De la sección “Cuentos de sábado en la tarde” lo invitamos a leer: Es lo mismo (Cuentos de sábado en la tarde)

Mi papá pocas veces me ha dicho que no. Fue el primero en apoyarme en este huracán descuartizado llamado literatura. Es el primer crítico de mis textos. Es el que le da un abrazo a mi soledad. Camina igual que la pantera rosa. Pero últimamente lo hace como un tractor en el espacio exterior. Nadie lo saca de su cama viendo sus películas y que sonría como si yo fuera el pasajero de su amor, y me diga:

- ¡Chévere!

A veces, en la madrugada, cuando me abre la puerta, parece un bastón masticando la esencia más pura de la libertad y la existencia. Parece un pelícano del paraíso del caribe ¡Y los ángeles de vacaciones! Siempre nos apabulla el mar… Las olas son su constelación de la bondad que puede retar al mínimo instante. No quiero saber cuál es el final. El final es mi papá. No queda nada de mi familia paterna. Sólo mi prima Carolina vigilando y echando los huevos en los toboganes del hotel que tiene la condecoración de ser el sitio oficial de la parranda del sol de La Vega, y su hibernación terrorífica, cuando se le da la gana de descansar sobre la brisa protuberante y fantasmal de las esencias malditas en que la tierra caliente se derrite sobre el bochorno asfixiante de la perplejidad en que mi papá me sigue evocando como la plasticidad etérea, porque no hay peor síndrome que la lealtad del horizonte del valle del Gualivá.

La compuerta (Cuentos de sábado en la tarde)

Por Andrés Felipe Sanabria

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