Piedad Camacho heredó el arte. Su madre, Ana María Ayala, se caracterizaba por su agilidad a la hora de elaborar manualidades; su padre, Onías Camacho, fue violinista y restaurador de instrumentos musicales. A partir de ellos entendió que las manos tenían poderes reconstructivos, que no solo lograban remediar el paso del tiempo en los objetos, sino que también lograba crear otros a partir de la imaginación y la habilidad que se conecta entre la mente y el cuerpo.
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En el 2005, luego de haber estudiado dibujo publicitario y diseño de modas en Cali, Camacho inició sus trabajos con el fique, planta que obtiene por medio de las comunidades indígenas que la trabajan en el departamento del Cauca, territorio aledaño a Cali, ciudad en la que se estableció desde joven para consolidar su vida y su obra.
Dos años después, Camacho empezó a participar en varias exposiciones artesanales a nivel nacional. Su pasión por las figuras y por las fibras naturales se convirtieron, además, en su diario vivir. Su disciplina y convicción la llevaron a innovar en el arte gracias al fique, construyendo piezas como cuadros y tejidos en los que las hebras que los constituyen son hechas a mano y con el cuidado y la naturalidad que caracterizan el trabajo manual y artesanal.
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La autenticidad de la artista la ha llevado a exponer su trabajo en países como Estados Unidos e Italia, logrando así que su obra empiece a reconocerse por el valor de su naturalidad y por el desarrollo social y cultural que hay detrás al apoyar a las comunidades indígenas del Cauca y exaltar el campo de las artes plásticas en Colombia.