
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hablemos del origen de Owna.
Hace casi cinco años surgió la idea de crear un espacio que aportara diseño y belleza al placer, ya que los sex shops tradicionales no lo ofrecían y generaban incomodidad. La propuesta era crear un lugar seguro donde se pudiera hablar abiertamente sobre sexualidad, sin vergüenza. Con el apoyo de un inversionista, diseñamos un espacio inclusivo, con una perspectiva femenina, ya que la mayoría de los productos eran diseñados por hombres y desde una visión masculina. El objetivo era resolver inquietudes relacionadas con la sexualidad, ofreciendo una opción local, segura y accesible para quienes buscaban algo más que lo que ofrecían las grandes plataformas. Así comenzó este sueño de resolver esas inquietudes de la sexualidad que aún no se habían resuelto.
¿Cuál es el relato y la perspectiva femenina que ustedes defienden?
Somos dos mujeres al frente del proyecto y nuestra idea fue crear un lugar seguro, con diseños diferentes, funcionales y donde las personas se sientan en confianza, porque eso es lo que nosotras también buscábamos. Además, pensamos en mujeres porque el clítoris ha sido completamente olvidado en los libros médicos; en 2020 descubrimos cómo es realmente su anatomía. Se ha ignorado nuestra sexualidad, incluso en los nombres. Y si no lo nombramos, no existe, y estamos negando la realidad.
¿Cómo es el proceso de creación y producción de los artículos?
Hace cinco años, mientras investigaba sobre juguetes, hice una matriz para analizar lo que había en el mercado: penetración, vibración, punto G, succionadores..., y me di cuenta de que había varios huecos de diseño. Con eso claro, comencé a buscar qué más podríamos hacer. También busqué manufacturas y estudié marcas como Lelo y Fun Factory, pidiendo muestras para ver qué producían. Los juguetes que tenemos hoy son rediseños: tomamos elementos existentes y los mejoramos para ser amigables con el cuerpo y la sociedad. Al inicio, enviamos muestras a algunas clientas, recibimos retroalimentación y luego ajustamos detalles, como los materiales, para empezar a producir.
¿Cómo ha sido la respuesta de las consumidoras? ¿Las mujeres piensan en su sexualidad y placer más de lo que creemos?
En estos cinco años hemos transformado muchas vidas, no solo de mujeres, sino también de parejas de todo tipo. Como soy lesbiana y Camila, mi socia, es heterosexual, nuestras perspectivas se complementan y hemos impactado positivamente muchas sexualidades. Cuando te conoces a ti misma, eso se refleja en tu autoestima y en cómo te comunicas con tu pareja. La salud sexual es tan importante como la salud física y mental, y sin ella hay desequilibrio. Una historia que me marcó fue la de una mujer de 67 años que recibió un Owna. Nos escribió con dudas, y al día siguiente nos llamó a las 7 de la mañana para decirnos que nunca había tenido un orgasmo en su vida. A los 67 años, pudo descubrir su cuerpo sin vergüenza, y eso fue algo hermoso. Sin embargo, en los primeros años, sí nos cerraron muchas puertas por los tabúes y estigmas, pero seguimos adelante porque sabíamos que había mucho trabajo por hacer.
La empresa se construyó en Medellín, una ciudad conocida por sus creencias conservadoras. ¿Eso hizo más complejo consolidarla?
Sí, ha sido un reto. Todos estos temas son un desafío constante, pero cuando la gente conoce la marca, nos conoce a nosotras, toca el producto y siente que, más allá de ser un juguete sexual, es un gran objeto estético y funcional, que también ayuda a muchas personas con dolores o problemas de piso pélvico, entonces comienzan a ver nuestra visión y nos abren un poco la puerta. Esto también se trata de ir contracorriente, seguir intentándolo, porque si no abrimos estos espacios, ¿quién lo va a hacer?
¿Y usted tuvo que superar esos tabúes o siempre fue abierta al tema?
Vivimos en un silencio absurdo en cuanto a la sexualidad, tanto en casa como en el colegio. Lo único que me enseñaron fue “mira, estas son las enfermedades, no quedes embarazada”, y ya está. Para mí, todo esto surge de la necesidad de aprender, de saber, de no tener que cometer errores. La escuela no debería ser la pornografía, sino que necesitamos saber quién puede enseñarnos sobre esto de manera sana y segura. Así que empecé a explorar estos temas porque quería salir del silencio, tener conocimientos y una relación sana. Además, como lesbiana, no había muchos referentes, y me interesó ayudar a otros para que no se sintieran culpables disfrutando o aprendiendo sobre su sexualidad.
¿Cómo ha influido en usted este proyecto? ¿Se siente distinta?
Esta Luisa que está aquí, hablando como me ves, no era la misma hace cinco años. Toda esta confianza y autoconocimiento ha surgido de sanar mi sexualidad y ayudar a sanar a nuestras ancestras, nuestras mamás y abuelas con este tema. Nos hemos empezado a levantar y a sentirnos más seguras de nosotras mismas. Siempre era la amiga que tomaba las fotos, pero que nunca aparecía. Ahora me gusta salir, me gusta hablar, me gusta ayudar a las personas.
Con todo lo dicho y hecho, ¿qué reflexiona sobre el derecho al placer sexual?
La sexualidad es, fundamentalmente, política. En realidad, todo es un statement. Siempre participamos en el Festival de Artes Eróticas de Colombia, que se celebra en agosto, y tratamos de dar charlas y estar presentes en todos estos espacios para que la sexualidad sea parte de la vida. De hecho, la sexualidad debería ser algo que venga en la canasta familiar. Necesitamos un cambio grande para seguir dando pasos hacia una sexualidad más abierta y saludable.
