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Alexandra Pumarejo: “Me hago responsable. La víctima no puede hacer nada”

Una conversación sobre las “creencias raíz”, las relaciones de pareja, la sensación de insuficiencia, el niño interior y las redes sociales.

Laura Camila Arévalo Domínguez
10 de septiembre de 2022 - 12:00 p. m.
En la página web www.alexandrapumarejo.com, la conferencista compiló una serie de consejos, talleres (algunos gratuitos) y experiencias para las personas que se acercan.
En la página web www.alexandrapumarejo.com, la conferencista compiló una serie de consejos, talleres (algunos gratuitos) y experiencias para las personas que se acercan.
Foto: Archivo Particular

Desde muy pequeña, usted creció con una sensación de no pertenecer, de que no era de donde le decían que era, y cuando uno está en crisis, por cualquier circunstancia, suelen mandarlo a revisar qué pasó con la niñez... ¿Qué pasó en la suya?, pero, además, por qué esta necesidad de revisar qué pasó en esos primeros años...

Todos los seres humanos necesitamos ser vistos, escuchados y amados por quienes somos, y esto es aún más importante de los cero a los siete años, edad en la que somos egocéntricos, así que el niño no es capaz de entender que el papá, por ejemplo, está de mal genio porque llegó cansado del trabajo, lo que piensa es: yo qué hice, qué puedo hacer mejor. Y uno va adoptando unas características que se desarrollan, precisamente, para recibir ese amor, esa validación. Eso es lo que nos determinan las creencias raíz, la personalidad. Ahí es donde ves que hay gente que, por ejemplo, quiere complacer a los demás porque, de alguna manera en su mente, entendió que si se portaba bien, si sacaba buenas notas, si hacía lo que los papás querían, recibía el amor que tanto necesitaba. Otros lo harán siendo chistosos o quedándose callados, etc. Esa relación con nuestros papás es clave: así es como nosotros nos relacionamos con el mundo y ahí es donde desarrollamos nuestra autoestima y la capacidad que tenemos para recibir amor. Vuelvo a las “creencias raíz”, que pueden ser: soy suficiente solo a través de la validación externa o si callo, estoy mejor, etc...

Y usted no es distinta, es decir, también tuvo que identificar cuáles fueron las “creencias raíz” que la llevaron a buscar validación o amor a través de actos que le dieron resultado en la infancia...

Claro. Mi mamá y yo nos fuimos a vivir a Estados Unidos, pero sin mi papá. Allá ella se casó con mi padrastro y entre los dos me criaron. Desde esa edad comencé a pensar que no era suficientemente linda, por ejemplo, porque era gordita. Y no por culpa de mis papás, que es muy importante aclarar esto: los papás hacen lo mejor que pueden, los míos lo hicieron con las herramientas emocionales que tuvieron. Por eso es que ahora ves los traumas intergeneracionales. Por eso ves que lo que padece la hija, la mamá también lo sufre, y a su vez su abuela, etc. Son conductas repetidas, pero no porque les guste, sino porque fue lo que aprendieron. Yo sentía que no encajaba, estaba en otro país, me mudaba de lado a lado, cuando volví a Colombia tampoco me sentía bien, así que desarrollé la necesidad de ser perfecta, de hacer todo bien y ser una niña buena porque no quería causarle malestar a mi mamá o a mi papá. Así fui hasta que llegué hasta mis relaciones de pareja, en donde comencé a buscar ese amor que yo no me daba. Este trabajo empezó dándome cuenta de la carencia tan grande que tenemos, sobre todo, las mujeres para querernos.

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Dice que este proceso comenzó cuando tocó fondo, pero, ¿cómo fue?

Cuando exteriormente mi vida se veía muy bonita, muy exitosa, pero no pude más con una carga que me reventó. Cuando fui a firmar un cheque, no me salió la firma, así que me asusté y fui a donde un neurólogo y me diagnosticó una depresión masiva. Después fui a donde un psiquiatra y, durante tres meses, tomé antidepresivos. Terminé ese tratamiento y comencé a hacerme las preguntas difíciles. El común denominador de todo lo que me había pasado era yo, así que no podía culpar a mis papás ni a mis parejas ni a nadie. Si yo quería una vida distinta, no podía mirar hacia fuera: nadie me iba a rescatar, nadie, la única posible salvación era yo.

Mirar hacia dentro suena fácil. Solo habría que recordar o pensar, pero, según lo que le entiendo, es mucho más que eso, ¿cómo empezar?

Primero, asumiendo la responsabilidad de la vida. La mayoría de las personas están sentadas en modo víctimas. Y así no puedes hacer nada. ¿Qué parte mía escogió a estas personas? ¿Cómo decidí esto? ¿Cuál es mi responsabilidad? Pero sin culpa, estas preguntas hay que hacerlas para identificar dónde fue que no pusimos límites, dónde estuvo ese patrón que no quiso ver las señales o que las vio y no les hizo caso. Dónde está esa falta de confianza en mí que me hace permanecer en un trabajo donde mi jefe me maltrata. Cuando yo puedo asumir responsabilidad por mi vida, comencé a tomar decisiones distintas. La víctima, en cambio, no puede hacer nada, está a la merced de los demás, de la vida. Cuando revisas los patrones: es que siempre me pasa lo mismo, es que siempre salgo con este tipo de hombre y me va mal. Bueno, ¿quién es el común denominador de estas personas? Uno mismo. Yo. Siempre hay que mirar hacia dentro.

Claro, como si fuese una necesidad de encontrar a personas similares, pero para que nos comprueben la teoría que nos hiere, pero que se nos ajusta a lo que creemos de nosotros...

Exacto, pero no solo eso. Por ejemplo, si yo creo que no soy merecedora de amor, es más fácil buscar a ese que me confirmará lo que creo, pero, además, si yo logro convencerlo, si yo logro que él se dé cuento de lo valiosa que soy, me sentiré mejor. Y ahí está el punto: nadie me dará el amor que no siento por mí porque, incluso, puedes llegar a estar con ese ser humano cariñoso, amoroso, que te dice todo el tiempo que te ama, que sí vales, que eres lo máximo, pero sí tú no crees eso de ti, te aburrirás, porque además no sabes cómo manejar eso. Tu condicionamiento es al caos y al drama, así que eso es lo que buscarás y eso es lo que sentirás como hogar. Ejemplo: si vi a mis papás pelear todo el tiempo, eso me desarrolla una condición hiper vigilante donde presiento que algo malo va a pasar. Si estoy en un ambiente tranquilo, busco pelea donde no la hay, porque eso, para mí, es hogar, y eso me da la posibilidad de ser predecible, de saber cómo comportarme en esa situación, así sea nefasta. De nuevo: todo comienza y termina con uno mismo.

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Como si ese niño interior siguiera necesitando de un papá y una mamá...

La mamá y el papá que, en mi caso, mi niña interior necesita hoy, soy yo. Es cuando yo misma me siento con ella y le doy ese amor. La veo, la escucho y la valido. A la larga, cuando estas en esas relaciones, recreas esa niñez, pero la única persona que te puede sanar eres tú. Si tú no lo crees, puede tratarte muy bien, pero no pasará nada hasta que, primero, no te des eso tú misma. El primer paso es reconocer que tenemos un niño interior herido, pero también lleno de gozo, curiosidad, que no tiene miedo al que dirán, etc. Después de reconocerlo a través de diferentes mecanismos como fotos o meditaciones, hay que preguntarle, pero de verdad: ¿qué necesitas de mí? Aquí estoy, perdóname, no te había visto todo este tiempo, pero aquí estoy, ya llegué. Otra forma de reconocer qué es lo que tiene tan herido a ese niño interior, es atender a los disparos emocionales. Cuando tu novio ti dice: esas gafas no me gustan. Y ese comentario no es grave, pero sí tienes un problema de validación externa, vas a armar el problema más grande del mundo por ese comentario. Y esa es la niña chiquita haciendo pataleta y gritando: mírame, escúchame, ámame. Esas reacciones exageradas a cosas mínimas, son señales.

Pasamos mucho tiempo sintiéndonos insuficientes, pero según ¿cuáles estándares? ¿Los de la niñez o los de la sociedad? o los dos...

Claro, los dos: los niños tienen que ser fuertes y las niñas se visten de rosado. Pero fíjate en que hoy en día nos dicen que no somos suficientes desde que nos levantamos. Es decir, ¿qué es lo primero que hacemos cuando nos levantamos? Agarrar el celular para ver que la otra está más flaca, viaja más, gana más. O que el otro es más inteligente, tiene mejor esposa y una familia más feliz. Es decir, la comparación.

Sí, hablemos de las redes y de esa pulsión por compararnos...

No tienes ni suficiente plata, ni eres suficientemente disciplinada, ni suficientemente amada. A las 5 de la mañana, antes de poner el pie en el piso, comienzas a ver redes y ya recibes mensajes de tu insuficiencia para merecer, ser feliz, etc. La industria del maquillaje te dice todo el día que necesitas este producto para ser suficiente, etc. Y no puedes cambiar lo que la gente postea. Si una mujer embarazada tiene su bebé y a los cinco días pudo ponerse el bikini y verse maravillosa, bueno por ella. No me puedo poner a pelear ni tampoco me parece justo con ella decirle qué puede publicar o no, lo que tengo que preguntarme es ¿qué pasa conmigo? ¿Cómo me siento yo cuando esas cosas pasan? Nos comparamos, sí, esa es la naturaleza humana, pero ¿qué hago con esa comparación? ¿Sentirme insuficiente? o motivada para, tal vez, alcanzar metas. Claro, ahora hay campañas con estándares de belleza para mujeres más reales y eso es maravilloso, pero, antes de pedir esas campañas, tengo que hacer un trabajo conmigo o no servirá de nada. Somos únicos y nos la pasamos toda la vida tratando de parecernos a alguien más.

Sobre todo porque jamás seré el otro. Podré parecerme, pero jamás clonar al otro, pero, además, por qué y para qué quiero cambiarme...

¿Por qué creo yo que un estómago marcado me hará sentir mejor? ¿Por qué creo yo que una relación de pareja me completará? ¿Por qué seré más feliz cuando eso pase? ¿Por qué creo eso y cuál es la raíz de ese pensamiento? Y es my duro responderse estas cosas porque comienzas a identificar dónde no estas siendo coherente, íntegro, etc. Dónde no estás poniendo límites.

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Y supongo que aquí la sugerencia no podría ser blindarse de las redes sociales ¿o sí? Y se lo digo porque los ritmos y hasta los trabajos de ahora implican que estemos en redes...

Sugiero entender: ¿por qué es tan importante para mí esta validación externa? ¿Por qué es tan importante para mí que alguien más me diga que soy linda, inteligente o que soy capaz. De dónde viene esa creencia de que necesito que los demás me recuerden que soy valiosa, si es que todos somos valiosos por existir. El consejo de todo el mundo es “no te compares con nadie”, pero eso no es real: todos nos comparamos y siempre habrá gente mejor y peor. ¿Qué hacemos con esa comparación? Sentirnos menos o hacer algo, o tomar acción.

Y esto de la comparación, que nos lo recalcan tanto a las mujeres, ¿solo nos pasa a nosotras? Supongo que no...

Claro que no, pero digamos que tenemos más presión porque, además, nos enseñaron o aprendimos que necesitábamos ser escogidas. Eso es lo que trato de cambiar y lo que le digo a las personas que se acercan: mira bien, ¿tú escoges? ¿Eso es lo que quieres para tu vida? ¿Eso es lo que pretendes? Es cambiar la manera de ver todo: cuando me elijo, no necesito que nadie más lo haga. Cuando me siento valiosa, no necesito los likes.

¿Los hombres no sufren de eso? De esa obsesión por ser escogidos... ¿Ellos se eligen más fácil?

Claro, lo que pasa es que nosotras venimos con esto mucho más marcado desde hace tiempo, y entonces aterrizamos, de nuevo, en los patrones intergeneracionales. Es decir, pensemos en qué fue lo que le enseñaron a nuestras abuelas sobre ser pareja de alguien, sobre el amor, sobre ser mujer. Pero claro, todos tenemos niños interiores que, seguramente, no hemos atendido. Los hombres también tienen sus abandonos, inseguridades, etc, pero ese condicionamiento de “necesito ser escogida” requiere de más trabajo por parte de nosotras.

Pero, además, ¿escogidas por quién? También están los casos en los que se pierde el criterio y los filtros por el simple hecho de ser elegidas, ¿por qué?

Porque alguien en el mundo, me quiso. Y claro que no. No es amor ni cariño ni valor. Cuando uno conoce a alguien, en este caso un hombre, y demuestra quién es con alarmas de posible maltrato, indiferencia, egoísmo, machismo, hay que creerle. Y creerle a la primera vez. La protagonista de su vida no se queda ahí. Ve las señales, se prioriza, se elige y se va, porque eso no le sirve. Y todo esto lo he vivido en carne propia y por eso acompaño. Mi alto en el camino fue hacerme esas preguntas, confrontarme así. Y ahí fue cuando decidí que no volvía a salir con alguien que no fuese más chévere que Netflix.

Que no volvía a salir con alguien que no fuese “más chévere” que estar usted misma...

Claro, tiene que ser más chévere que estar conmigo. Alguien que me aporte y no me lleve a tener que pedirle que me mire, me ame, me valore. No. Es que ya me valoraba en ese momento, ya me valoro ahora.

¿Y usted cómo comenzó en todo eso? ¿Cómo entendió o llegó a esas preguntas?

Porque tenía esa convicción. A pesar de que no sabía cuáles eran exactamente las preguntas, me daba cuenta, por ejemplo, de que las novelas eran un absurdo. Que eso no podía ser así, que yo no quería que esos mensajes le llegaran a mi hija. El drama no es sano.

En su página dice que usted, en este momento, ya es una mujer autenticamente feliz, pero ¿qué significa eso? Porque uno no está todo el tiempo feliz...

Yo creo que sí. Yo creo que mi estado constante es el de optimismo y eso no tiene que ver con que todo el tiempo esté de buen genio ni que no pelee ni que no me ponga triste. Yo soy feliz porque soy coherente. Hago lo que pienso. Pienso lo que digo, etc. Y todo eso viene con altos y bajos, hay días en los que me dan celos, envidia, etc. Todas las emociones son válidas, pero ya aprendí que lo importante es lo que yo haga con eso, mi poder es ese.

¿Estos acompañamientos tienen algún nombre? ¿Las personas que se acerquen encontrarán a una terapeuta?

Una compañía para encontrarse a sí mismas. Para que las personas comiencen a vivir con consciencia. Tú, a veces, no tienes ni idea del porqué te pusiste brava o te pusiste irritable. Lo que yo facilito es el hallazgo de esos patrones repetitivos, esos saltos emocionales, etc. Y eso ocurre a través de meditaciones, vídeos, respiraciones, escritos. Ahora tengo un taller llamado “Cómo sanar un corazón roto” y ahí trato de ayudar a la gente a entender por qué están como están. Por que les da tan duro la ruptura. En mi página, www.alexandrapumarejo.com, está toda la información de este taller, consejos, textos, experiencias. El próximo taller que sacaré es sobre niño interioir.

Usted habla mucho de los límites. ¿Por qué nos cuesta tanto ponerlos?

Los límites son la brújula de nuestra felicidad, pero es muy difícil ponerlos porque la sociedad nos ha dicho que la bondad es igual al sacrificio. La palabra “no” está llena de amor propio. Nos han dicho que las personas que la dicen son ogros, son egoístas, son malas personas, pero no. Los límites nos dan la posibilidad de ser nuestra mejor versión: si le digo que sí a todo, no podré dar lo mejor de mí siempre. Y varios tipos de límites: físicos, financieros, emocionales, sexules y de tiempo. Nos incomoda ponerlos porque, a la larga, necesitamos ser aprobadas. Necesitamos que las personas crean que somos buenas personas. Y otra cosa: la mayoría no sabemos lo que queremos. Cuando pasamos una vida entera tratando de complacer a los demás y recibimos aprobación por eso, es durísimo perderlo. Es incomodísimo, pero hay que hacerlo. Los límites son muy importantes porque me hacen cuestionarme algo vital: qué es importante para mí. Que me gusta, que quiero, etc. Cuando uno se conoce, poner límites es más fácil porque sabemos qué queremos, conocemos nuestras prioridades y las defendemos.

Tiene que ver con el pensamiento “quiero que me aprueben”, pero, además, “no quiero que me dejen”...

Sobre todo en las relaciones de pareja. Fíjate que las mujeres somos muy permisivas. La mayoría de nosotras somos incapaces de decir: quiero una relación comprometida, monógama, el día de mañana me veo casada, ¿quieres o no? Y si no quiere, no pada nada, porque no necesito que me elija, porque ya me elegí a mí. Y el otro no es una mala persona por eso, solo es alguien que no está con uno.

Hablemos del terror a la soltería, a estar solos. A tal vez no ser tan claros, justamente, por la compañía, así no se ajuste a nosotros, de cualquiera...

Primero, uno jamás está solo, uno está con uno. Y esa es una compañía maravillosa. Uno cuenta con uno primero para pretender estar con alguien más. Tú tienes que ser lo que quieres atraer.

Es posible que haya personas que lean esta entrevista, pero no crean en el acompañamiento o no quieran hablar o no tengan dinero para el taller, ¿cómo comenzar solos?

Hay muchísima información gratis. Lean y hagánse las preguntas difíciles. En mi página hay muchísimos recursos gratis. Hablemos, solamente, del caso de una relación de pareja: ¿qué quieres atraer?, les pregunto. Y las personas contestan: quiero que trabaje en finanazas, quiero que tenga buen sentido del humor, quiero que tenga 35 años. Pero lo primero que hay que hacer es preguntarse lo siguiente: ¿yo qué quiero sentir? ¿Cómo me quiero sentir en la relación? Amada, deseada, protegida, admirada, quiero sentir admiración por el otro, etc. Y empezar a sentirlo desde ya. Así lo hice yo y me funcionó.

Se ridiculiza la auto ayuda, ¿le ha pasado? ¿Usted considera que lo que usted hace tiene que ver con ese concepto?

Hay muchas personas que no están listas para recibir esta información: el proceso es muy doloroso. Es más fácil repetir los patrones y echarle la culpa a los demás. Enfrentarse a las sombras es muy difícil: a qué le tengo envidia, celos, etc.

Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

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