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Bruja (Cuentos de sábado en la tarde)

Una niña acompaña a su madre durante una lectura del tarot que va revelando los secretos de la relación entre sus padres.

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Juana Carolina Lispector
22 de marzo de 2025 - 05:00 p. m.
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Mamá y yo estamos solas cuando la bruja llega.

Yo tengo la boca cerrada con candado porque Mamá me dijo que no podemos decirle a nadie a qué vino la bruja, ni siquiera podemos decirle a Papá, entonces yo cierro el candado y boto la llave y miro a esta bruja que es bien rara: en vez de tener gato y sombrero como las de mis cuentos, solo tiene un chal y un bolsito de abuelita.

Esta bruja no parece bruja. Es como esas señoras que se la pasan en la iglesia y que huelen a humo y a cebolla. La bruja apenas nos saluda y entonces se sienta en el sofá y le empieza a preguntar a Mamá qué quiere saber, para qué la llamó, y Mamá sólo le dice que es para averiguar sobre “la situación con mi marido”, así como le ha dicho a todas las señoras que vienen a preguntar por el catálogo de ésika, o como le dice a mi abuelita cuando hablan por teléfono toda la tarde y no me dejan escuchar las novelas mexicanas que tanto me gustan porque hablan bien chistoso.

La bruja le dice a Mamá “a lo que vinimos vamos” y saca de su bolso de abuelita un montón de cartas largas de color rojo, entonces le dice a Mamá que revuelva pensando en la pregunta y que tire seis cartas sobre la mesa. Y yo estoy bien pendiente de la magia de esta bruja a ver si me aprendo el truco y llevo el naipe al colegio y se lo hago a Mariana para que ella también pregunte por la situación que quiera.

Mamá tira las seis cartas bocabajo y entonces la bruja empieza a voltear una por una. La primera carta es un rey que está sentado como Papá cuando llega del colegio y dice que se va a poner a ver las noticias, pero en realidad se pone a chatear o se duerme y ronca duro y tampoco me deja escuchar la novela, pero el rey sentado tiene una de esas cositas del mercado en las que Mamá pone la arveja para saber cuánto pesan. Luego pone cara de susto y dice “uy, comer en este país es un lujo”.

—Esta es la Justicia y representa la culpa—le dice la bruja a Mamá. Ella me mira.

El Rey del mercado me mira también porque sabe que mamá y yo hemos dicho muchas mentiras desde que empezó la situación, y que yo sé que si Papá se da cuenta de eso nos va a regañar y Mamá hasta de pronto me eche la culpa, así como cuando Papá le echa la culpa a Mamá porque dice que ella hace mucho ruido cuando habla con las señoras y que yo nunca lo dejo ver tele en paz porque siempre estoy viendo monachos, aunque él sabe que yo no veo monachos en realidad, sino que me gusta esa novela mexicana que se llama Teresa: la protagonista es toda pobre y se hace novia del profe, pero no le pueden decir a nadie y ella solo lo quiere por la plata. Papá no dice nada porque Mamá ya ha dicho que yo no debería ver eso porque todavía no estoy en la edad pero él se hace el loco y se va para el cuarto y se pone a chatear en su celular.

La bruja coge la otra carta y nos la muestra. Aparece un señor como el que pintamos cuando jugamos ahorcado con la profe Paola y perdemos porque ella pone palabras re difíciles que ni Laura, que es la más nerda, se sabe, solo que este señor en vez de estar ahorcado está es amarrado de un pie ¿no se le subirá la sangre a la cabeza? porque cuando yo me cuelgo en el pasamanos con Mariana sí se nos sube la sangre a la cabeza y el otro día la coordinadora nos regañó porque se nos bajaba la falda y se nos veía el biker y eso era terrible porque ahí estaban los grandes mirándonos hacer piruetas y que vergüenza porque casi no nos podemos bajar esa vez porque quedamos todas mariadas.

—El colgado representa la confusión— dice la bruja.

Menos mal el día que me mandaron la anotación del pasamanos Mamá estaba bien ocupada pegada al teléfono hablando con la abuela: “…Sí, madre, él está raro, ya no habla, ya no me toca, todo es pelea, todo le huele a feo, llega tarde, no habla con la niña, ni se preocupa por ayudarme... Sí, madre, yo no sé qué hacer, estoy desesperada, y siento que es eso, porque no se me ocurre otra cosa... Sí, madre, yo he estado con el ojo bien abierto a toda hora…, pero ¿qué le estoy diciendo? …Que sí, que sí... Sííí, yo le he esculcado todos los bolsillos, y he encontrado cosas, pero quiero comprobar... Dígame, madre, ¿usted se acuerda de la señora de la que le habló doña Ana?... ¿Y será que si es buena?... Pero que no sea carera, porque igual no me puedo dar el lujo de tirarme la plata si me va a venir con pura basura... Bueno, madre, dígame, dígame que yo lo anoto...“.

Y, preciso, mamá no encontró otra cosa para rayar que mi libro de matemáticas, y ayer que teníamos revisión la profe estaba toda brava entonces le dio por revisarnos página por página con lupa y, preciso, yo no había hecho los ejercicios de esta semana por estar viendo la novela, además, la profe me tiene como rabia: como yo hago las tareas en el comedor, a veces me cae arroz en el libro y eso queda todo aplastado y masacotudo y la profe me puso cero y me encerró en un círculo rojo el número de la bruja y me dijo que yo porqué era tan “dejada”, que eso debía ser por lo que mi papá era el profe de Filosofía, entonces me metía esas cosas raras de los mamertos en la cabeza, y que como se la pasaba riéndose con las alumnas no tenía tiempo para fijarse en que su hija era una cochina y una desaplicada.

La bruja coge otra carta y esta sí me da miedo de verdad: es un esqueleto como esos feos que salen en las películas de Halloween que le encantan a papá y que a veces nos obliga a ver los fines de semana, y luego cuando yo llego corriendo al cuarto de ellos por la noche él me regaña porque yo nunca lo dejo dormir, pero yo no soy capaz de regresarme por el pasillo porque tengo pesadillas y muchísimo miedo y una vez ya me estaba haciendo chichí en el pasillo cuando Mamá salió del cuarto y me acompañó al baño y me pidió el favor que la acompañara hasta el garaje.

—La muerte representa el secreto de esta relación—continúa la bruja.

Mamá vuelve y me mira y siento que la bruja sabe cosas, pero ¿qué sabe? Acaso la bruja sabe que esa noche que mamá me acompañó al baño y me pidió que la acompañara al garaje para revisar el carro yo estaba que me caía del sueño porque me daba miedo volver a dormirme y seguir soñando las cosas feas que habíamos visto en la película de terror con esa niña que salía del tele y que se comía a los niños o algo así, y que Mamá se la pasó diciendo hijuefruta bien bajito mientras esculcaba el carro para que yo no alcanzara a escucharla, pero que igual yo la escuchaba, y que una tarde, mientras doblábamos ropa y veíamos la novela, Mamá encontró un papelito plateado entre unos pantalones de Papá y se puso pálida y se le aguaron los ojos, pero yo nunca supe de qué era ese papelito porque yo encontré una vez unos iguales en el cajón del baño y abrí uno porque parecían chicles pero era todo baboso y blanco y olía como a frutas y parecía como una bomba de cumpleaños. Yo siento que esta bruja sí es bruja, ¿pero qué sabe?

La carta que coge ahora la bruja sí me la sé porque esa la hemos visto desde segundo con la profe de religión, que es cuando Adán y Eva están por allá en el paraíso antes de que Eva le creyera a la serpiente y se comiera la manzana, por eso es que están desnudos y Diosito los mira, porque siempre nos mira y lo sabe todo así como la bruja ¿será que la bruja es como Diosito? Porque yo solo me acuerdo que está el padre, el hijo y el espíritu santo, que es una paloma que es como el verdadero papá de Jesús, pero no recuerdo que hayan hablado nunca de las brujas, aunque cuando íbamos a la finca con los abuelos ellos decían que no hay que creer en brujas, pero “que las hay las hay” y que están en todas partes, y yo siempre rezaba tres padres nuestros porque en la finca era oscuro y me daba miedo cuando caían cosas a la teja porque la abuela decía que son las brujas que vienen a llevarse a Papá por sinvergüenza, pero él le respondía que eran los cocos que un día de tanto golpe le iban a abrir un hueco al techo.

—Los enamorados hablan de una infidelidad muy grande.

La primera vez que escuché esa palabra estábamos los tres en la habitación, yo estaba dormida en la mitad de Mamá y Papá mientras ellos miraban la novela, pero me desperté sin abrir los ojos cuando escuché que peleaban bajito como pasándose un chisme, entonces yo paré oreja y escuché que Papá le dijo a Mamá “solo di que quieres saber si soy infiel”, y ella le respondió “¿Tú sabes qué significa la infidelidad?" y ya no supe más porque Mamá me llevó alzada para la cama, pero al otro día le dije a Mariana “¿tú sabes qué significa la infidelidad?" y me dijo que eso era como en las novelas de la tarde que la mamá sí le deja ver a ella, cuando un hombre que tiene novia besaba a otra mujer y luego se acostaban en la misma cama y él le decía que ya era su mujer, entonces yo le dije que no, que uno porqué haría eso, que ella entendió mal, que esa es la in-fe-li-ci-dad, y nunca supimos bien qué era, pero al menos yo sabía que Papá no podía ser infeliz.

La bruja coge la carta que tiene dos perritos que le aúllan a la luna y en la mitad de los perros hay un bicho, como los alacranes que mataba el abuelo allá en la finca antes de morirse cuando una vez él le dijo a Mamá que Papá era un perro y la abuela se lo repite cuando viene a jugar naipe y aunque Mamá a veces regaña a la abuela y le dice que no diga eso delante de mí yo sí creo que Papá es un perro porque la vez que fui a la casa de Mariana y conocí a Manchas lo vi bien feliz y el papá de Mariana dijo que era un perrito muy fiel y muy leal entonces Papá no puede ser infiel ni infeliz porque todos dicen que es un perro.

—La luna significa que hay angustia porque es un secreto que se podría descubrir fácilmente—le dice la bruja a Mamá.

Papá no puede ser infeliz: en el colegio siempre se la pasa riendo cuando salimos al receso, y puedo verlo allá en la otra esquina del parque donde están los de bachillerato cuando juega futbol con los niños de décimo, y también cuando se ríe con las muchachas de once porque tal vez sabe que un día yo seré así de grande y voy a poder estar de ese lado del patio jugando y comiendo con él y no se podrá poner bravo como la vez que me salí de la zona de primaria y corrí a saludarlo mientras hablaba con las muchachas y les decía que les quedaban bien bonitas las faldas con las chaquetas de once, pero que les luciría más si la falda fuera un poquitico más corta, y entonces me vio y me dijo que el colegio no era para hacer visita y que para hablar existía la casa, entonces nos podíamos ver más tarde y que más bien me fuera rápido, que sino me iba me daría un correazo delante de los niños de mi salón, entonces yo mejor nunca le volví a hablar ni a saludar cuando lo veía pasar por la ventana, y por eso no hice ningún ruido ni me dejé ver una vez que fui al baño durante la clase y lo encontré en la sala de profesores hablando con la personera y riéndose muchísimo, y yo no entendía por qué si ella casi no le decía nada, sino que le preguntaba si de verdad era la favorita del profe sobre todas las demás, que si ella le gustaba más que la hija de la rectora o que Vanessa, y que si le iba a ayudar en el examen porque la verdad no entendía nada de filosofía, pero eso no me parecía algo para reírse tanto hasta no respirar, pero después me di cuenta de que Papá se reía así porque ella le hacía cosquillas por debajo del pantalón, y luego él le dijo que no podían decir nada de lo que había pasado porque los del colegio se podían poner bravos igual que en la novela de Teresa, entonces yo tampoco dije nada porque ya había hecho infeliz a Papá una vez en el descanso entonces ahora quería que fuera feliz como cuando estaba con la personera o con las niñas de once y no dije nada.

Entonces sé que Papá no puede ser infeliz por eso y tampoco puede ser infiel, porque si eso significa besar a otras mujeres Papá ni siquiera besaba a Mamá.

Mamá no deja que la bruja le explique la última carta y yo tampoco alcanzo a verla, pero quiero saber: al final, ni siquiera entiendo a qué vino la bruja si el único truco que hizo ni siquiera le salió como era, pero Mamá le dice que le hable claro, que más bien le responda porque tiene muchas preguntas: que si sabe quién es esa bruja, y yo me pregunto de qué bruja habla, porque si va a traer más brujas que no saben hacer magia mejor me voy a mi cuarto y me pongo a empacar los cuadernos para mañana, pero Mamá sigue y le pregunta a la bruja que si sabe de dónde la conoce, que si sabe por qué se mete con él, y yo ya tengo sueño y lo único que pienso es decirle a Mamá que le pregunte si de verdad es bruja y que donde dejó la escoba y el gato y la verruga, o que mejor pregunte algo que sí sirva: si Papá de verdad es infeliz, si Papá me quiere de verdad o que pregunte si yo algún día entenderé matemáticas.

Pero la bruja solo le pide que baraje las cartas otra vez.

Por Juana Carolina Lispector

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