
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
¿Cómo llegó a este papel?
Ahí es cuando digo que lo que es para uno, es para uno. El personaje de Sofía, la tía Sofi, lo empezaron a buscar en enero, y justo en ese momento había empezado a grabar una novela con RCN, por lo que quedé fuera del casting, porque necesitaban que tuviera la disponibilidad. Moría de las ganas por estar ahí y participar: soy muy bogotana, conozco el libro, lo leí en 2005. Le pedí a Dios que me diera esa posibilidad. Pasaron enero, febrero, marzo… y a finales de marzo seguían haciendo casting, porque no encontraban el personaje. Afortunadamente ya había avanzado en mis grabaciones y quisieron verme. Finalmente, me quedé con el papel y no lo podía creer. Lo recibí como un regalo, como esas cosas mágicas que trae esta carrera.
Hablemos sobre cómo fue llevar una obra literaria a la pantalla. ¿Cómo hizo para revisitar las páginas y encarnar algo que simplemente está escrito?
Como te digo, leí el libro en 2005, mismo año en el que ganó el premio Alfaguara. Me encantó. Para el proceso de casting lo volví a leer, ya habían pasado 19 años. Fue muy bonito, porque encontré un libro que en parte recordaba, pero también descubrí cosas nuevas. Claro, lo leí desde otro lugar, porque ya estaba pensando en la ficción y en cómo sería la propuesta para mi audición. Afortunadamente el libro está muy bien escrito y con detalles muy ricos: se describió la casa, lo que comían, el vestuario… Me conmovió hasta las lágrimas. Luego leí los guiones, y estaban muy bien adaptados y eran fieles al libro. Se respetó a Laura Restrepo y la forma en que quiso contar la historia. También debo decir que como bogotana que vivió su infancia en los 80 y 90, fue muy especial. Viví muchas cosas que se describieron allí.
Cuando leyó el libro en 2005, ¿qué imagen se creó de la tía Sofí y cómo cambió cuando supo que usted la representaría? ¿Se derribó o se afianzó alguna idea sobre ella?
Cuando leí el libro por primera vez no era mamá, pero sí tía. El personaje de la tía Sofi se parece mucho a mí. En ese entonces era más joven, mi sobrino tenía dos o tres años, y no había vivido tanto como para entender lo que representaba ese rol de tía que se convirtió casi en mamá. Ahora, como una mujer mucho más adulta, con más experiencia, más relaciones, entendiendo la psicología del personaje sin juzgarla. No recuerdo haberlo hecho antes, pero esta vez entendí su humanidad, su renuncia a tener una vida propia por entregarse a su hermana Eugenia y a sus sobrinos. Me identifiqué mucho. Lloré mucho esta segunda vez que lo leí, porque me tocó fibras.
Hablemos sobre eso que hay de la tía Sofía en Cristina...
Muchísimas cosas. Soy muy bogotana, con una familia muy bogotana, con todo lo bueno y lo no tan bueno que eso implica. Comparto con ella esa educación, ese amor por la familia. Para mí, como para el personaje, la familia es prioridad, lo es todo. Estoy dispuesta a dar la vida por los míos. También compartimos esa forma de amar, de enamorarse incluso de quien quizá no deberías, pero entregándolo todo. La tía Sofi, como yo, es una mujer que desde muy joven sabía quién era. Es fiel a su alma, a lo que piensa, a sus principios. Además, es la tía alegre, permisiva y consentidora. Y lo que más comparto con ella es justamente ese amor por mis sobrinos. He vivido la maternidad a través de ellos.
No he necesitado ser madre para sentirme como tal. Y también está esa libertad de ser la tía y no la mamá, lo cual da una relación muy especial... Me sorprendió descubrir cuántas cosas mías había en el personaje.
¿Hubo algún reto que superar o encarar para esta producción?
La verdad, en la producción nos cuidaron muchísimo. Todos estuvieron muy presentes y todo el tiempo hablábamos de los personajes. Con los demás actores y actrices creamos una familia, lo que nos permitió discutir sobre las relaciones de nuestros personajes. Todo fluyó. Me sentí respaldada y acompañada todo el tiempo.
Hablando del oficio de ser actor, entregarse por completo a un personaje puede ser agotador. ¿Cómo maneja esa línea entre el personaje y su rutina personal? ¿Le cuesta desconectarse después del rodaje?
¿Sabes qué me pasó? Más que costarme, me conmoví profundamente. Desde que volví a leer el libro y llegué al set, pensé mucho en mis abuelos, que ya no están. Vengo de una familia muy unida. Me conmovió recordar tanto mi infancia, la de mis papás y extrañar a mis abuelos. El personaje de la tía Sofía me tocó muchas fibras. Ella hace muchas renuncias por amor a su familia, y en varias escenas conecté con su soledad, con esa libertad que viene con ciertas renuncias. Escoger este oficio también ha implicado no tener los hijos que en algún momento imaginé. Estuve muy emotiva durante todo el rodaje. A veces llegaba a casa, ponía una canción y me ponía a llorar, o me tomaba una copa de vino para soltar. Historias tan emocionales y psicológicas te mueven todo. Pero eso es muy bonito. Significa que la historia es poderosa y que uno como actor está haciendo un trabajo profundo. Cuando el personaje te queda tatuado es porque el trabajo fue real.
Hablemos más sobre esas renuncias... ¿A qué sigue renunciando?
La actuación es un oficio difícil. Es una profesión de muchas renuncias, de mucho esfuerzo y de muchísima resiliencia. Es una carrera llena de “no”, de tener que estar luchando constantemente. Renuncias a muchas cosas: a una estabilidad económica que quizá tendrías si hubieras elegido otro camino, a una vida familiar más tradicional… Por ejemplo, nunca quise ser mamá soltera. Gracias a Dios tuve buenos proyectos y, aunque no lo hice de manera consciente, la vida me fue llevando a priorizar mi carrera. A veces me da nostalgia y me pregunto qué habría sido de mí si me hubiera casado a los 26 años y hubiera tenido los tres hijos que alguna vez quise tener. Pero no me arrepiento. Al final del día esta profesión me hace muy feliz, a pesar de los altibajos. Creo que toda decisión en la vida implica una renuncia.
Ya que tocó ese tema de paso del tiempo y de que las preocupaciones o las urgencias son otras, ¿cómo ha sido su relación con la idea de envejecer? ¿Le importa, le tiene miedo?
Es muy bonito que me preguntes eso, porque siento que estoy recibiendo bien la edad que tengo. Justamente este personaje me enfrentó a ese tema, porque va de los 42 a los 52 años y, aunque tengo 50, hubo un trabajo para que me viera mayor. Como actriz, claro que una quiere verse bien, pero para mí fue más importante que la tía Sofí fuera creíble y actuada con verdad. En la historia, la guapa es Eugenia, que interpreta Paola Turbay. Sofía no es la linda, pero tiene otras cosas hermosas, y eso me pareció interesante. A esta edad llegan personajes con historias más profundas, más vividas.
Este es un medio exigente, pero siempre he tenido claro que lo principal es ser una buena actriz, conectar con los personajes y contar historias, más allá de cómo me vea. Todos envejecemos, también los actores, y aceptar eso trae aprendizajes. Para mí, lo más importante sigue siendo lo actoral, no la apariencia.
