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“El mundo está llamado a dejar la competitividad”


David Vaca, quien fue director de marketing del centro comercial Nuestro Bogotá en 2024, habló sobre su rol en la entidad, cómo se ha transformado su visión de la ciudad a partir de su trabajo y de los retos de su labor.


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06 de agosto de 2025 - 01:15 p. m.
David Vaca es comunicador social y magíster en marketing.
David Vaca es comunicador social y magíster en marketing.
Foto: Cortesía David Vaca
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Hablemos sobre su rol y su misión en el centro comercial Nuestro Bogotá.

Me encargo misionalmente de garantizar que las estrategias del centro comercial, en términos de posicionamiento y movilización de personas en la localidad de Engativá y Fontibón, se construyan en pro de movilizar a visitantes y compradores al centro comercial que tiene cuatro años en el mercado y que necesita siempre excusas de posicionamiento poder darse notar en una de las localidades con mayor número de centros comerciales en Bogotá.

¿Recuerda cómo fue su primer día en este cargo? ¿Qué expectativas tenía?

Lo recuerdo muy bien: entré al pasillo principal de la oficina de administración con muchos nervios, como “sustico de fiesta”, como cuando un adolescente va a una fiesta sin permiso. Eso era lo que sentía en ese momento. Sobre todo porque empezaba un ciclo de adaptación con un equipo de trabajo nuevo, con unas expectativas de inversionistas y de locatarios. Nuestro Bogotá abrió en pandemia, en 2021, y le ha costado mucho la maduración. Afortunadamente logramos llegar a un punto de equilibrio en 2024. Cuando entré a este cargo, intenté conservar la calma y ser muy receptivo para empezar a abonar terreno. Tras un año y medio, creo que superé mis expectativas y gané más confianza como profesional. Al entrar, me prometí estar muy enfocado en estas dos misiones: posicionamiento y tráfico del centro comercial. No he perdido mi foco.

Qué es lo que más se le dificulta de su trabajo...

Cuando eres parte de un proceso de ventas donde toda la promesa y la cadena valor de un negocio reposa en las ventas, la cotidianidad de las quejas y los retos comerciales, son los grandes desafíos. Esto tiene unas particularidades orgánicas que tuve que entender en algún momento y saber también que la misión de mi trabajo está en apoyar tanto a pequeños comerciantes que son emprendedores como a otras marcas más grandes. Hay que saber que todos tienen dificultades, y hay que manejar esto con inteligencia, tener presente la escucha activa, el tomar una postura en la que el comerciante espera de ti apoyo, ser escuchado y buscar soluciones. Otro reto es saber que hay que crear equipos que trabajen con armonía, donde las conversaciones incómodas son parte de la cotidianidad, al igual que la retroalimentación.

¿Qué experiencias marcaron su forma de entender su trabajo?

En algún momento entré en una onda de “ser diferente”, de ser el mejor, como les pasa a muchos profesionales. Esa parte de mi vida terminó siendo desgastante para mí, para el equipo y para otras personas. Pasé luego a otra etapa en la que entendí, de manera más optimista, que el sol alumbra para todos y que, al final, todos los gerentes de un centro comercial, todas las personas que lideran mercadeo en un centro comercial, tratamos de hacer lo mejor que podemos, entregamos lo mejor de nosotros mismos como personas y profesionales. Cada centro comercial es diferente, y es mejor enfocarme en lo que hago, que en lo que está haciendo el vecino, eso me hace único. El mundo está llamado a mejorar la inteligencia emocional y a dejar la competitividad. Creo que hay un llamado social al colegaje.

¿Cree que ha cambiado esa mentalidad de competitividad?

Al final, los centros comerciales somos plataformas para hacer gente famosa, para que la gente pueda tener un espacio de esparcimiento y de sociabilidad. A lo que me refería con la competitividad es ver que los centros comerciales somos una plataforma de alianza y solidaridad donde podemos lograr grandes resultados sin necesidad de estar pensando en siempre ganar monetariamente. Cambiamos un poco ese chip de extremismo, positivismo tóxico, donde todo puede ser ganancia a pasar a ser una plataforma social.

¿Cómo se ha transformado su visión de la ciudad a partir de su labor?

Desde que, desde que estoy en el gremio de los centros comerciales, mi visión ha cambiado en términos de la movilidad y la proximidad. Pienso en que esto es decisivo para elegir lo que cada persona consume, compra y con lo que se divierte. También me fijo en cómo la ciudad inconscientemente ha generado fronteras invisibles. Está la calle 26, la calle 100, la calle 127, la Boyacá... Van formándose columnas de fronteras en las que, por temas de movilidad y practicidad, uno termina eligiendo lo que más cerca le queda. Por eso digo que cada centro comercial es único. Hay bogotanos que buscan salir de la ciudad por su poder adquisitivo, otros ciudadanos que por estas fronteras invisibles que se han ido formando buscan la proximidad para satisfacer su entretenimiento, compartir entre amigos, familia y buscar planes. Los centros comerciales nos hemos convertido en esos lugares de esparcimiento que satisfacen todas sus necesidades.

¿Cómo ve el tema de la democratización de la cultura?

Tenemos una muy buena oferta en Bogotá, contamos con una buena agenda cultural, pero muy sectorizada. El norte de la ciudad, hacia la séptima, tiene muchos teatros. Chapinero está lleno de estos, otros lugares bonitos son La Soledad, San Felipe o La Candelaria, pero vas a Suba, Engantivá, Fontibón y son localidades que no tienen una oferta grande por problemas de acceso. En Bogotá existen esas fronteras, y por movilidad es muy difícil que una persona haga unos desplazamientos largos y tan extensos para acceder a un teatro. Por esta razón creamos un festival de arte y cultura con una oferta muy rica: queremos que más personas puedan tener esas experiencias.

¿Qué ha significado el arte y la cultura en su vida?

Para mí, el arte es la expresión silenciosa. El arte es una forma de expresar la vida cuando no te comprendes y cuando tienes un montón de hilos enredándose en tu mente, por eso a través de la música desaforas muchas emociones, te puedes entender más. Durante varios años estuve en clases de danza contemporánea: allí sentí cómo mis emociones se desbloquearon a través de la música y de movimientos y contorsiones. Sentí cómo mi mente se abrió y cómo mi cuerpo desbloqueó emociones muy congeladas en el tiempo. El arte también me ha permitido entender desde la psicología y desde lo comportamental a los demás.

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