Hablemos del momento de su nombramiento. ¿Cómo vivió ese día?
Me enteré a través de la Honorable Conciliatura. El haber estado en la Vicerrectoría fue importante porque es un camino muy cercano. La universidad no cuenta con vicerrectorías académica, administrativa o financiera. La estructura que tenemos es una sola Vicerrectoría que va de la mano con la Rectoría. Eso me permitió estar siempre muy cercana a los temas de la institución. La asumí con nervios, sí, pero también con un enorme deseo de enfrentar los retos y de tener muchos aprendizajes junto al equipo.
Usted es una de las 15 mujeres que lidera instituciones de educación superior en Colombia: ¿esto significa algo para usted?
Esa pregunta me la he formulado y también la he recibido desde diferentes ángulos, incluso dentro del sector educativo. Tal vez por mi recorrido y mi formación, nunca tuve dificultades para acceder a alguna clase o algún proyecto; las oportunidades laborales siempre estuvieron abiertas. Entonces, no creo haber enfrentado obstáculos. Pero cuando hablamos del cargo como tal, y uno analiza lo que ha pasado y lo que está pasando, sí, realmente hoy hay una mayor connotación sobre el papel de la mujer en distintos sectores, y, en particular, en el sector educativo. Tengo una compañera muy cercana, también rectora, que habla de una educación con mirada de mujer. Y qué valioso que, desde esa visión, la mujer tenga hoy un papel más protagónico, más empoderado sobre lo que puede aportar a la sociedad. Siempre de la mano con otros actores, por supuesto. Hay ciertas características que históricamente se han asociado al género, y cuando veo esas listas —se habla de organización, de administración, de cómo se abordan los temas— pienso: no, todos tenemos esas capacidades. Pero la mirada femenina tal vez tiene un matiz especial.
¿Qué elementos componen o atraviesan esa “mirada de mujer” a la que se refiere?
Lo que estamos trabajando —porque es un proyecto muy bonito que compartimos con una compañera rectora— tiene que ver con cómo entender la historia, cómo nos sentimos ahora y cómo queremos proyectarnos hacia el futuro. Esa mirada femenina incluye también a las niñas que están en el jardín infantil. Se trata de fortalecer en ellas unas competencias que nos permitan abordar la educación no solo desde una perspectiva profesional, sino centrada en la enseñanza, el aprendizaje, las competencias, el ser humano, y todo lo que hace posible la relación con los demás.
Además de eso, ¿cuáles han sido sus prioridades en la rectoría?
Hay varias cosas. Primero, las personas. Creo que uno de los grandes retos ha sido llevar estos procesos de forma cálida, adecuada, con toda la responsabilidad, sin que se conviertan en una carga. Deben fluir de manera natural. Y si me preguntas qué está en el centro para nosotros, es la calidad humana. Lo que he vivido a lo largo de mi historia me ha permitido estar cerca de los estudiantes. Cuando ocupo otro rol y me encuentro con una situación, pienso: “Sí, esto lo viví como estudiante en la institución.” En las distintas actividades laborales que he tenido, siempre he podido tener ese espacio para dialogar y eso me permite reconocer la riqueza que hay dentro de cada ser humano.
Hablemos de lo retador, de los obstáculos que ha tenido que superar o enfrentar...
Hay algo fundamental que uno debe aprender a manejar: las relaciones humanas. Más allá de lo administrativo, académico o financiero, uno de los mayores retos ha sido la relación entre los equipos de la institución. Son aprendizajes diarios. Reconocer las capacidades de cada persona ha sido clave. La calidad no debe verse como una obligación, sino como algo que fluya y haga parte de nuestra vida y la de los equipos. Eso es complejo, o al menos es lo que tiene más ángulos: que trabajemos unidos hacia un fin común.
¿Qué ha descubierto de estas nuevas generaciones desde su cargo? ¿Hay algo que la llame la atención o le preocupe?
Cada día trae un nuevo aprendizaje, especialmente por las generaciones que llegan. Entender su lenguaje, lo que quieren, y lograr que trabajen con uno ha sido muy enriquecedor. Lo que más me motiva es conversar con ellos, que me expliquen lo que no entiendo, tomar un café y dejar que las ideas fluyan. A veces yo las interpreto a mi modo, pero uso su lenguaje: redes, medios, imágenes, palabras que simplifican mucho. Algo que me preocupa es lo que descubrimos en el primer encuentro con el estudiante: su contexto, de dónde viene, qué le interesa. Eso revela mucho —su educación anterior, su familia, su región—. Por ejemplo, en la seccional del Alto Magdalena, la forma de expresarse y comunicarse es muy distinta a la de aquí. Buscamos que cada estudiante lleve su propósito en el corazón y lo desarrolle, pero también que nos enseñen. Con ellos construyo, intento entender sus lenguajes, y cuando no entiendo, pregunto.
¿Y qué ha descubierto de usted?
He descubierto que puedo trabajar con equipos diversos y mantener el equilibrio. Lo que más me ha enseñado este rol es la paciencia, la prudencia, y también saber cuándo actuar con energía. He aprendido a llegarle a las personas de forma natural, sin fórmulas rígidas. La rectoría me ha permitido desarrollar esa capacidad de comunicarme con las palabras justas en el momento indicado. Además, las relaciones externas —con otros rectores, empresarios, padres— me han abierto nuevas perspectivas. He podido traer cosas valiosas a la universidad y también llevar lo nuestro a otros espacios.
¿Qué cosa cree que debería reformularse o revaluarse en el sistema de educación colombiano?
Varias cosas. Primero, que no hay una planeación organizada. El sistema de educación está fragmentado, no funciona como un verdadero subsistema; no hay comunicación entre sus partes. Parece que solo se espera a que los niños terminen el jardín o el preescolar para que pasen a la básica, luego a la media, y así sucesivamente, sin una articulación real. Yo pienso que ahí hay debilidades. También está el tema de la relación entre lo público y lo privado, que ha sido tan cuestionada. Pero es necesaria: tenemos que trabajar de la mano, porque si no, no vamos a lograr lo que esperamos para el futuro de quienes van a liderar todos los sectores, tanto en el país como a nivel global. Creo que falta articulación. Además, hay un problema con la legislación, porque también está fragmentada. Otro punto es que cada nuevo gobierno llega con sus propios planes, y no se ha logrado continuidad. Algo favorable que veo ahora es que desde las gobernaciones y los municipios hay un mayor entendimiento; ya no tienen que esperar a que “papá gobierno” actúe, sino que pueden tomar decisiones y acercarse de otra manera.
¿Usted soñó estar en este cargo, o tenía otros planes para su vida?
Cuando hablo con los estudiantes, siempre les digo que la historia profesional se construye paso a paso. No creo en tener todo definido desde que uno se gradúa. He ido sumando experiencias en distintos campos: empecé con ingeniería de sistemas, luego me enfoqué en finanzas, y después encontré mi vocación en la educación, también como docente. Es como armar con piezas de Lego: uno va integrando lo necesario para lo que quiere ser. Al principio pensaba en el sector empresarial, pero el camino me fue llevando a lo que hoy hago con cariño. Lo importante es estar donde uno puede aportar y sentirse realizado.