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José Zuleta: “Todos tenemos una tendencia a producir culpas”

José Zuleta Ortíz publicó hace poco “Una versión de los hechos” (Seix Barral), una novela que invita a reflexionar sobre la realidad que se puede vivir al interior de una cárcel. El viernes 21 de junio, a las 5:30 p.m., presentará esta obra en la Librería María Mercedes Carranza, al norte de Bogotá.

Andrés Osorio Guillott
14 de junio de 2024 - 01:00 p. m.
José Zuleta Ortiz ha publicado varios libros de cuentos, de poesía y de retratos.  /  Nelson Parra.
José Zuleta Ortiz ha publicado varios libros de cuentos, de poesía y de retratos. / Nelson Parra.
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Hace poco más de dos meses se publicó Recuperar tu nombre, el libro de no ficción de Juan Álvarez que cuenta la historia de su padre, que estuvo preso injustamente hace ya varios años y que refleja la lucha contra el sistema penal en Colombia. Ahora, desde el lado de la ficción, y humanizando todo lo que no podemos ver sobre el sistema carcelario y las vidas que existen allí dentro, aparece Una versión de los hechos, la nueva novela de José Zuleta Ortíz, que dirigió por 15 años el taller de escritura “Libertad bajo palabra”, que se realizó en varios centros penitenciarios del país.

“A mí me interesaba mucho la literatura como salvación”, empezó contando José Zuleta en entrevista para este diario. Fue por una invitación en 2005 a la cárcel de mujeres de Cali que se abrió el camino para que empezara a frecuentar este y otros centros por el estilo para ofrecerle a las personas privadas de la libertad la oportunidad de contar sus historias por medio de la escritura y de verse reflejadas también en libros y autores que alguna vez también vivieron esa experiencia.

Martín, Lucila y Eva, estos tres personajes terminan siendo protagonistas de esta novela que cuenta con un narrador que aparece más bien poco, que simplemente conecta un tiempo o una idea, pero la historia en realidad nos la van contando sus propios personajes. “Martín es una especie de alter ego ficcionado, en él pude trabajar algunas de las reflexiones que hice cuando estuve al frente de esos talleres en las cárceles. La novela tiene una intención y es que el narrador, que es casi invisible, le ceda la palabra a los personajes. Yo quería que los protagonistas de la narración fueran los propios personajes y las historias que escriben. Con respecto a Lucila, tengo que decir que tuve la oportunidad de vivir en España y conocer a unos refugiados políticos, unos eran del M-19, pero otros eran familiares, personas que no habían sido militantes, pero que les tocó irse, y eso me parecía un poco injusto, y ella es un poco así, le tocó irse porque pensaba que la iban a matar como a tanta gente le pasó en este país, y ese tema de la desaparición también me interesa porque es una especie de limbo, una cosa muy dura, más dura que la muerte, de manera que quería ahondar en ese drama humano. Eva sí es un personaje que prácticamente conocí. Está ficcionada también, por supuesto, pero era una alumna mía, con un talento extraordinario”, señaló Zuleta Ortíz.

Eva dice en un momento que “Hay algo dulce, casi feliz en lo clandestino”. Hablemos de esa frase...

Cuando uno está cerca de ese mundo de la delincuencia y empieza a conocer sus historias termina uno comprendiendo cosas que desde afuera es difícil comprender. Ese mundo de la clandestinidad tiene una atracción muy poderosa, y ellos crean uniones que pueden ser más poderosas que las familiares. La clandestinidad es muy atractiva para muchos porque es ser parte de algo que nadie sabe. Nosotros siempre vamos a tener explicaciones sociológicas para la delincuencia y la violencia, pero cuando uno se acerca a esos mundos se da cuenta que no es la pobreza la que los lleva a delinquir, sino que eso tiene otros atractivos y que terminan siendo aspiraciones.

En la novela se ve que la lealtad es un principio que se valora en ese mundo, de manera que sí puede uno encontrar una ética y una moral en un lugar en el que se cree que no hay...

La delincuencia también necesita organizar sus leyes y sus jerarquías. Sus códigos éticos y morales son muy estrictos. A mí me llama mucho la atención que este país que es tan proclive a la delincuencia desconozca tanto ese mundo, que creamos que la delincuencia solamente está en las cárceles, que condenemos a una persona que estuvo en la cárcel. Yo quería meter la mano ahí y atravesar esas líneas morales que nos imponemos para hablar de quienes son los buenos y quienes son los malos.

Hay un diálogo en el que un personaje le pregunta a otro si lo que está haciendo lo hace por sanar una culpa, y también la cita de Consuelo Triviño que dice que “Necesita más ayuda un culpable que un inocente” me lleva a preguntarle por la importancia de este sentimiento en esta sociedad...

La novela trata mostrar que la culpa no es solamente del que ha sido sentenciado después de un juicio, sino que la culpa es algo que todos arrastramos y que nosotros creamos. Nosotros le creamos culpa a los otros con nuestros discursos, con nuestra manera de relacionarnos. Siempre estamos buscando culpables para todo, y culpabilizar se vuelve una manera de no querer ver más allá. Ese tipo de racionamiento y de actitud humana me parece que es muy dañina, pero todo tenemos la tendencia a producir y sentirnos culpables.

En la novela se habla del concepto de la verdad mentida, de un método que parece utilizarse mucho en los juicios...

Una vez alguien me contó que había un abogado que les enseñaba eso, a que cuando no habían sido condenadas tenían que aprender a pararse en una hipótesis, en una versión de los hechos, que no se podían mover de ahí y convencerse de algo que había que afirmar y que era su defensa. Y eso ha pasado siempre, en la época del nazismo también lo veíamos, y lo vemos en los debates políticos. Eso es un tema muy disruptivo, un ejemplo de eso es lo del muchacho de Los Andes, no sabemos finalmente qué pasó.

Una de las llamadas “Diatrevas en libertad” plasma esa sensación de muchas personas que se sienten perdidas en el mundo una vez salen de la cárcel...

Eso es algo extraño, pero ocurre con mucha frecuencia. Algunas de las mujeres que estaban próximas a salir, que llevaban mucho tiempo y tenían casi que una vida satisfactoria dentro de la cárcel, cuando se acercaban su libertad le decían a las psicólogas que no querían salir, que todo lo tenían allá adentro, que afuera no tenían nada ni a nadie.

Precisamente hay otro diálogo en el que la psicóloga le dice a Eva que tiene que trabajar en el resentimiento y el perdón, dos valores que debería trabajar no solo ella, sino el país en general.

Ahí hay algo complejo. El resentimiento es un malestar consigo mismo. Eva lo plantea un poco así. Finalmente el que odia es el que está enredado, más que el odiado. El resentimiento mueve venganza, pero también es unilateral, es decir, niega la posibilidad de mirar una situación y obliga a solamente verla desde ahí. En el resentimiento hay narcicismo y eso complica las cosas.

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Alamo(88990)14 de junio de 2024 - 02:29 p. m.
¡Cabal sinrazón!! "¡Es la 'pobreza', estúpido!" O de qué otra forma se podrá llamar la condición de la misérrima alma(?) del que cargó con 6.402 inocentes. Claro que en la cárcel no lo verá usted.
María(17011)14 de junio de 2024 - 02:18 p. m.
Un imperdible de 2024.
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