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Durante gran parte de la historia humana, una proporción significativa de los niños no sobrevivía hasta la adultez. Un niño sin garantías puede llegar a ser impensable hoy en día, pero, realmente, la protección reforzada de los menores de edad es un enfoque más bien reciente. De hecho, en la Edad Media no existía el concepto de “niñez” como tal. Los menores de edad eran tratados como versiones pequeñas de los adultos y desde muy temprana edad les endilgaban grandes responsabilidades.
Para el siglo XVII, la sociedad ya no veía a los niños como pequeños adultos; pero los consideraba personas sin autonomía y capacidad. Por esa razón, algunos programas sociales adoptaron un enfoque distinto más relacionado con el patronazgo y caridad para atender las necesidades de los niños. Por ejemplo, tras la promulgación de la Ley de Pobres en la Inglaterra Isabelina, los niños pasaron a ser responsabilidad de la parroquia o gobierno local. Es decir, se volvieron objeto de protección.
Este enfoque perduró bastantes años, aunque con ciertas diferencias. Con la Iluminación del siglo XVIII, el énfasis estuvo en la educación. El desarrollo de la escolarización fue esencial para definir una nueva idea de la niñez, ya que la escuela brindaba una transición entre la infancia y la vida adulta. Sin embargo, la industrialización intensificó la explotación laboral de los niños. Más que un personaje de ficción, Oliver Twist es la representación de los niños abandonados que padecían horas y horas de trabajo bajo los abusos de los adultos.
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La perspectiva que se tenía de los niños cambió con la Convención de Derechos del Niño de 1989, al reconocer por primera vez libertades fundamentales a los menores de edad. En este instrumento, el niño ya no es un pequeño adulto ni el Oliver Twist que fue desprovisto de toda autonomía y tan solo fue una marioneta sobre quien el Estado volcó sus sentimientos paternalistas. La Convención, por una parte, asegura que los niños, por su falta de madurez física y mental, requieren de protección y cuidados especiales. Por otra, reconoce su capacidad de ejercer derechos y libertades.
El artículo 44 de la Constitución Política reproduce aquella visión que hoy en día se tiene de la niñez. Enumera los derechos fundamentales de los niños, dentro de los cuales se encuentran, por ejemplo, la vida, la salud, social, la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el cuidado y amor, la educación y la cultura. También, establece que la familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos. Finalmente, determina que los derechos de los niños prevalecen sobre los de los demás.
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Esta norma ha sido sujeta a interpretaciones y reinterpretaciones, a lecturas íntegras y amplias, a comparaciones internacionales, análisis en el marco del ordenamiento jurídico interno, a aplicaciones y reaplicaciones en aras de proteger de niños y, sin embargo, todas estas acciones han sido impulsadas por adultos, como si se trataran de héroes protegiendo noblecitos encerrados en altas torres. Pero, en realidad, son ellos mismos quienes deberían ser advertidos de los derechos y, sobre todo, del poder que tienen. Por esa razón, la Corte Constitucional emprendió un viaje por las regiones del país, tal como hacen los personajes épicos al emprender el Camino del Héroe. Pero esta vez los paladines fueron los niños, quienes alzaron sus voces para explicar qué entendían ellos por derechos, deberes, Constitución y protección. De este ejercicio surgieron los guardianes de la Constitución: niños, niñas y adolescentes campesinos, indígenas, afrodescendientes, en situación de discapacidad y de colegios públicos y privados alzaron sus voces que, junto a la Corte, construyeron una herramienta pedagógica indispensable para que, desde la infancia, comprendamos la importancia del respeto por las diferencias de los derechos y libertades, de que su ejercicio implica responsabilidades, y de que nuestro destino como nación depende de la participación de todos en la vida económica, política y cultural.
Así fue como la Corte publicó “Guardianes de la Constitución al rescate del artículo 44″. En el libro, cinco personajes invitan a los niños a ser detectives y descubran en qué consiste el artículo 44 de la Constitución. Paso a paso, los personajes llevan a los pequeños lectores a conocer varios casos sobre derechos de los niños que ha estudiado la Corte. Niños que deben viajar horas para llegar al colegio, que no pueden acceder a terapias en su lugar de residencia, que apenas pueden comer y beber cada tanto, que son abandonados por sus padres, que son víctimas de bullying y estereotipos.
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De esta manera, los lectores se van preguntando qué pueden hacer para ayudar a otros que tienen condiciones que pueden afectar su salud, cómo se sentirían si vivieran las mismas situaciones que han vivido los menores de edad cuyos derechos han sido protegidos por la Corte, qué quisieran tener o sentir para estar mejor dentro de su familia y colegio y cómo podrían solucionar situaciones que vulneran sus derechos. Así, al final de este Camino del Héroe, los niños logran descubrirse a sí mismos, entender mejor su entorno y el país, y saber qué merecen y qué deben hacer para ser buenos ciudadanos y buenos guardianes de la Constitución.
Si desea acceder a “Guardianes de la Constitución al rescate del artículo 44″, podrá hacerlo en la sección de publicaciones de la página web de la Corte Constitucional.