
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Yo, tu premio
Basado en un testimonio. Grupo de Memoria Histórica.
¡Basta Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Bogotá, 2013
Sus ojos lascivos nos manosearon desde antes de acercarse. Sus preguntas, una burla para esconder las aberrantes intenciones. Pensé, erradamente, que si me adelantaba respetarían la inocencia de su niñez, pero sólo conseguí que se apresuraran a repartirnos como trofeos de caza, a destrozar nuestro maltrecho vestuario. Ya estaban sobre nosotras, como si de domar potras salvajes se tratara. El que me correspondió jadeaba con cara de apostador, sus ojos me atravesaban y herían tanto como el falo que hundía en mis entrañas. De su boca fluía un hilo de baba, y la presión de su cuerpo sobre el mío tallaba mis nalgas y mi espalda contra las piedras del camino desierto.
Le puede interesar: “En Colombia tenemos que esforzarnos por bajarle al voltaje político”
Aunque no la veía, escuchaba sus gemidos.
Mientras cubríamos el dolor y la vergüenza con los jirones de nuestra ropa, los vi vestir sus camuflados, tomar sus armas y debatir si nos dejaban ir. El que me violó se acercó y me preguntó si me había gustado. Temblando de terror, por el miedo de volver a equivocarme, le respondí que sí. Por lo visto, valíamos menos que dos tiros de fusil. ¿Cómo le explicaría a mi hija los horrores de la guerra que nos tocó vivir?
Pathos
*
Desesperante deseo
La enfermedad me escupió en esta cama; aquí se me apago la sonrisa, se murieron mis sueños, se derribaron los castillos de ilusiones y el tiempo no es revulsivo. Son eternas las horas de dolor en medio de la quimioterapia, las venas a reventar de morfina, el cáncer, el olor a muerte del hospital, la comida insípida y la exasperante convivencia consigo mismo.
Deseo morirme, pero los dogmas conservadores de mi familia atan su fe a mi sufrimiento, como un ancla en nombre de Dios. No es tan complicado liberar un cuerpo del dolor y un alma de la depresión, cuando no hay retorno ni mejoría, por el contrario, el mieloma roza con mi desesperación y aumenta mi inquina por la vida. Ven abre mis venas e inyéctame la libertad, sácame de esta prisión repugnante y déjenme partir a donde tenga que llegar. Por favor, “no me salven”.
Jorge Duarte
Le sugerimos: Un viaje por Suecia a través de la literatura
*
Arco iris
Ella está enferma en un hospital del futuro. No sabe cómo ni cuándo la recluyeron, pero está segura de que ese tiempo que vive no es el que conoció antes de que empezaran sus dolores. Se asoma a la ventana. No hay paisaje, está segura de que vive en una cápsula a la espera de salir a algún lado, el lado en el que estará su vida, aunque no tenga, ni siquiera, una brújula a mano. Todos los días una doctora la visita a la misma hora. Por su mirada, sabe que su enfermedad va remitiendo, aunque no se lo diga abiertamente. Se limita a informarle, con una medio sonrisa, que de ahora en adelante solo vendrá unos pocos minutos cada día. Antes de irse, le entrega una tabla en la que ha escrito sus síntomas con un color diferente para cada uno y al frente una casilla con un sí y un no en letras grandes, enmarcadas en un círculo. Ella solo debe señalar el color del síntoma para que la doctora sepa si está progresando o no. Una cosa le preocupa y es que le gustaría recordar los colores, así sabría qué es lo que tiene.
Gladys Fuentes
*
Jacio
Impediré, pues, que rompas la superficie de mi ya alentado corazón. Guarda tus raíces en la profundidad de las tinieblas, una vez más. Millares de raíces que forman tu recuerdo zigzaguean arduamente, compiten por quebrantar, agrietar la planicie de mi ser, y salir a los albures de la razón y del sentido. Jamás lo hubiese permitido, proporcionalmente, acariciar, toquetear y mecerme en un momento en tu raíz envolvente, deseosa y cautivadora. Memorias que se atan y arraigan tan fuerte que la savia que bombea crea una completa y estimulante histeria, la cual no discerniría. Es más que lo endógeno. Sin embargo, es justo decir que no hay nada específico, fue la percepción de lo que soy: accedí, abracé aquellas raíces y en primavera florecí, prevalecí, viví al sonido de Bach. Alegrando todo, la delicada corteza, la energética savia, pasando por la flora auténtica de este amor. El robusto jacio germinó y creció por el bello riego y afecto empírico que recibí de ti.
Estefanía Duque
*
“Tránsito”
Noooo, no está muerto… ¡Ayúdenlo! Se oye desgarradora la voz de Irene, mientras exhala su padre alejándose en manos de la flaca y un grupo de diligentes profesionales tratan de arrebatarlo de su destino. En sus mentes pelea el deseo de que las maniobras tengan éxito y el anhelo de que su sufrimiento acabe, pero lo inevitable sucede. Rafael se fue, todos bajan la cabeza impotentes. Ahora sigue buscar las palabras para decirle a Irene lo que ella ya sabe. Histeria y llanto. Dan media vuelta y una fila de Rafaeles buscando un poco de aire. Día a día de lo que se vive en esta pandemia que parece no tener fin. La flaca está en la ventana, tampoco da abasto. Las almas se quedan, su partida ha sido prematura.
Sandra Agudelo
*
Bienvenidos todos los microrrelatos a laesquinadelirante@gmail.com, máximo 200 palabras. Síganos en Instagram #laesquinadelirante.