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Lo que quiere Lola (El cajón de Santaora)

‘Whatever Lola Wants’ es una canción inspirada en la historia de una actriz nacida en Irlanda en 1821. Una rebelde de su época, viajera empedernida y pionera en ciertos lugares lejanos.

Julia Díaz Santa
15 de enero de 2022 - 08:09 p. m.
'Whatever Lola Wants', la canción de Sarah Vaughan, fue lanzada en 1957.
'Whatever Lola Wants', la canción de Sarah Vaughan, fue lanzada en 1957.
Foto: William P. Gottlieb

Cuando despertó aquella mañana, luego de un sueño agitado, se encontró en su cama convertida en una extraña canción. Estaba echada sobre la línea del bajo de su espalda, y al levantar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por cada célula rítmica, cuya prominencia era notable y la sobrecama, sí, la sobrecama también estaba a punto de resbalarse hasta el suelo. Múltiples brazos delgados eran canales sonoros de cada instrumento: conga, piano, vientos, voz…

Supo que no era un sueño y tuvo que concentrarse muy bien para no lastimar su propio sonido. “Lola jamás ha fallado, por su cuerpo que es tan recurveado”. Alcanzó a leer en una de sus patas.

Como en los versos de Taliesin, antes de esa mañana ella había sido “la hoja de una espada, una gota en el aire, una estrella luciente, una palabra en un libro, un libro en el principio”, pero jamás había sido una canción. Y ahí echada boca arriba, por fin experimentó cómo se sentía ser la cuerda de un arpa y era así más o menos como estar un año hechizada en la espuma del agua.

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“Si se te acerca un poquito no más, has decir sentir la conmoción que empieza en los pies y llega al corazón”, decía en otra de sus extremidades. No era más que una línea de voz. Reconoció el tema: Lo que quiere Lola, Whatever Lola Wants.

—¿Por qué me desperté siendo justo esta canción?, se dijo.

Empezó a reconocer otras líneas como “I always get what I aim for, and your heart and soul is what I came for”, en la voz de Sarah Vaughan, mientras cantaba en el Sans Souci de La Habana, en 1957.

Entonces entendió que no solo se había despertado convertida en una canción, sino en todas las versiones que se habían hecho de ella: la de Bobby Capó, o la de Xavier Cugat, la de Ella Fitzgerald en 1963 y la que grabó Abbe Lane con Tito Puente y su orquesta. También la de Tony Bennet, Mel Tormé y la de Pérez Prado. Incluso la originaria, escrita por Richard Adler y Jerry Ross, para el musical Damn Yankees.

—¿Por qué justo esta canción?

No supo responder, pero recordó a su madre disfrutando de ella en el salón de baile. Su progenitora sonreía mientras el performance le permitía jugar a ser la Lola de la canción, por algo menos de tres minutos.

La letra de Whatever Lola Wants habla sobre una mujer decidida, irresistible, obstinada. Una mujer que nunca falla y que le permite amar, cuando quiere amar.

Recostada aún en su lecho, evocó justamente que esa letra fue inspirada en Lola Montes, una bailarina y actriz española, recordada como amante del rey Ludwig I de Baviera. Cierto es que también había leído que esa Lola histórica no era bailarina ni española, pero sí una viajera intrépida que cruzó la selva de Panamá, hizo una gira por la Australia profunda y vivió en el Lejano Oeste como una pionera. En el periódico, esa vez también leyó que Lola era irlandesa de 1821 y que su verdadero nombre era Elizabeth Rosanna Gilbert.

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En ese entonces indagó sobre el libro de Cristina Morató, una española que se dedicó a seguirle los pasos a viajeras intrépidas de la historia. En una reseña de ese texto, leyó que Lola era, sobretodo, una actriz. Fumaba, como las inmorales de su tiempo, escribía libros con secretos de belleza y se hacía pasar por española, de “rancio abolengo”.

Según Morató, Lola también contrajo de joven la malaria en la India y “su mejor papel fue el de Lola Montes (Montez), dentro y fuera de los escenarios, en los que acabó representando su propia vida, el espectáculo Lola en Baviera, con mucho éxito”. En fin, la Lola que describe fue una mujer del siglo XIX, con gran rebeldía, pasión por los viajes, sentido del humor y determinación de sobra.

Justamente, por esa audacia que escandalizaba, su biógrafa dice que se le ha dibujado en su otra cara: capacidad de manipulación, ambición, temperamento caprichoso, violento y voluble. Por estas sombras, “se han dicho muchas cosas en su nombre para desprestigiarla”, dice la escritora, quien sostiene que el romance con el nombrado rey, no encarnó lo que muchos quisieran pensar.

Lo que sí parece fuera de toda duda es que su ambición y desenfreno le jugaron muy malas pasadas. Y que vivió a contracorriente. “Si Lola quiere amar, ¡ay de ti!”.

Mientras pensaba en esto con gran precipitación, sin poder abandonar la cama —En ese mismo instante el despertador daba las siete menos cuarto—, llamaron cautelosamente a la puerta que estaba a los pies de su cama.

Por Julia Díaz Santa

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