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Mayor (Cuentos de sábado en la tarde)

Papá no cuenta los cuentos como mamá. No pone voz de oso, ni espera a que yo grite “¡Aquí no hay ningún miedoso!”, y tampoco cuenta el final a toda prisa. Por eso le he dicho que ya no quiero el cuento de buenas noches. Además, ya soy mayor. Así que ahora entra en la habitación, me da un beso y luego se vuelve al salón. Yo me tapo con el edredón hasta las orejas y me duermo escuchando el sonido de la televisión que se cuela por debajo de la puerta.

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Cristina Oleby
15 de enero de 2022 - 11:13 p. m.
"Mamá siempre decía que cuando aprendiera a nadar íbamos a ir a una isla donde ella había trabajado antes de que yo naciera. Decía que me iba a enseñar cómo saltaban los delfines y cómo daban giros en el aire."
"Mamá siempre decía que cuando aprendiera a nadar íbamos a ir a una isla donde ella había trabajado antes de que yo naciera. Decía que me iba a enseñar cómo saltaban los delfines y cómo daban giros en el aire."
Foto: Bertrand Borie -Unsplashed
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También le he dicho que ya no quiero ir a nadar con los delfines. Ya no me gustan tanto. He quitado todos los pósters de delfines de la habitación y los he tirado a la basura. Casi no cabían porque los he arrugado haciendo una bola y así ocupan más espacio; en realidad es mucho mejor doblarlos, pero eso lo he pensado después.

Mamá siempre decía que cuando aprendiera a nadar íbamos a ir a una isla donde ella había trabajado antes de que yo naciera. Decía que me iba a enseñar cómo saltaban los delfines y cómo daban giros en el aire. Que íbamos a hacer un viaje en barca por el mar, pero muy adentro, donde el mar es oscuro, y que en un lugar que ella conocía, nos lanzaríamos al agua y nadaríamos junto a ellos. Pero hace tiempo que aprendí a nadar sin manguitos y no hemos ido a esa isla. Y ahora ya es tarde. Ahora ya soy mayor.

Por las mañanas, papá y yo desayunamos en silencio. Mamá solía enfadarse conmigo porque decía que tardaba mucho en beberme la leche, la verdad es que me gustaría que papá se enfadara también, pero él no dice nada, solo mira por la ventana. Tampoco la leche que prepara papá es como la que hacía mamá, la suya era más dulce y estaba más caliente. Pero esta mañana sí ha hablado y me ha contado que por fin íbamos a hacer ese viaje a la isla. Y es cuando le he dicho que ya no quiero ir a nadar con los delfines, que eso era antes. Creo que se ha puesto triste porque tenía la cara roja y una voz muy rara. No me gusta cuando se le pone la cara roja, parece un globo a punto de explotar.

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Ahora es papá el que me lleva al colegio. Antes de salir de casa, ha cogido la basura para llevarla a reciclar y ha visto los pósters de delfines dentro. Otra vez el globo, pero no ha dicho nada. Tampoco ha tirado la basura de camino al cole, se ha quedado dentro del coche. A mamá le pasaba mucho eso, que se olvidaba la basura en el maletero y cuando volvíamos a entrar en el coche olía fatal. Ella ponía unas caras de asco muy divertidas y se pasaba todo el viaje haciendo “Puaghh” hasta que por fin la tiraba.

Después del cole, papá me ha llevado a merendar. Me ha dicho que íbamos a comer esos donuts de chocolate que me gustan tanto, y no le he dicho que eso era cuando era pequeño. Hemos llegado a la cafetería y nos hemos pedido unos donuts de chocolate, un vaso de leche para mí y un café descafeinado para él. Luego me ha preguntado qué tal en el colegio, que a qué había jugado en el patio y que si quería otro donut de chocolate. Ha bebido un trago de su café y se le han quedado unas gotas pegadas en el bigote. Después me ha parecido que se le habían terminado las palabras y se ha puesto a mirar por la ventana (no sé por qué le gustan tanto las ventanas), y otra vez se le ha puesto la cara roja. Entonces he buscado yo las palabras y le he preguntado qué tal en el trabajo. Con las gotas de café moviéndose arriba y abajo en su bigote, me ha contado que todo iba bien, que ahora iba a empezar a viajar menos y que pasaría más tiempo conmigo. Finalmente se ha limpiado las gotas con una servilleta de papel.

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Luego me ha preguntado si quería hablar de mamá, y le he dicho que no, y he sentido cómo mi cara se ponía roja también. Entonces ha empezado a hablar de fútbol, pero papá no entiende mucho de fútbol y hemos terminado enseguida.

Al llegar a casa, hemos cenado un yogur y un plátano porque aún estábamos llenos de la merienda, al final sí que me he comido los dos donuts. Me he lavado los dientes y al entrar en la cocina he visto que papá había rescatado los pósters de los delfines y los estaba estirando encima de la mesa. Me ha parecido ver que unas lágrimas le resbalaban por las mejillas y caían en el mar de la fotografía. Me he metido corriendo en la habitación y luego ha venido a darme el beso de buenas noches. Al pasar delante de los no-pósters se ha quedado parado y ha rascado con la uña un trozo de Blu-Tack. Ha estado mucho rato rascando, como cuando mira por la ventana, pero sin ventana.

Entonces le he dicho que quizás, solo quizás, podíamos hacer ese viaje a la isla. Me ha sonreído y me ha dado otro beso, un beso con cosquillas de bigote. Me he tapado con el edredón hasta las orejas y me he dormido con las mejillas mojadas mientras pensaba en mamá y en los delfines nadando en el mar, y me he sentido un poco más pequeño.

Por Cristina Oleby

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Jose(91028)21 de enero de 2022 - 07:42 p. m.
Que cuento tan triste. se supone que la mamá ha muerto y los dos sobrevivientes no saben como manejar ese dolor. Y se pierden y alejan en medio de esa nada
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