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“Conectarnos con la pausa y estar presentes es un desafío”

Folclorista y defensora de la música, María Cristina Plata habló de la guitarra como refugio, del escenario como hogar efímero y de la resistencia frente a la homogeneidad global.

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Samuel Sosa Velandia
23 de septiembre de 2025 - 01:31 p. m.
La artista se presentará en el teatro Jorge Eliécer Gaitán el 4 de octubre para presentar su nuevo álbum en vivo.
La artista se presentará en el teatro Jorge Eliécer Gaitán el 4 de octubre para presentar su nuevo álbum en vivo.
Foto: Cortesía
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Un chat con María Cristina Plata, cantautora y guitarrista colombiana


Pronto se presentará en el teatro Jorge Eliécer Gaitán, ¿cómo se está preparando y qué pensamientos la acompañan en esta etapa previa al show?

Hay una gran expectativa, y también un poco de ansiedad y nervios por presentar el concierto en un escenario como este. Mi música se caracteriza por la intimidad, y será un reto lograr que se sienta esa conexión, esa cercanía con el público bogotano. Siento una gran emoción por presentar mi nuevo álbum y canciones de otros discos en este nuevo formato. Tengo un equipo maravilloso que me acompaña y cada día surgen cosas nuevas. Es increíble pensar en todo lo que implica preparar una noche que se va a ir en solo dos horas, junto a la gente.

Hay artistas que se refieren al escenario como un hogar efímero: un lugar donde se está por un instante antes de que todo pase. Para usted, ¿qué significa cantar frente a otros?

Sí, la verdad es que esta gira de Casi te creo comenzó hace unos meses, en Medellín, Bucaramanga y Pereira, y precisamente fue eso: descubrir lo que se siente al presentar un álbum tan profundo, tan íntimo, tan desmenuzado de muchas maneras, lleno de sentimientos. Todas las sensaciones que viví al preparar el disco se reavivan en el escenario, y compartirlas con la gente es como abrirles todo mi mundo, mi universo.

Es muy lindo conectarse con las personas desde ese lugar, y sentir que, aunque interprete las mismas canciones cada vez, siempre es una construcción nueva de la música, con matices distintos, incluso si todo está preparado de alguna forma. Lo que más predomina al estar allí es abrir el corazón y entregarse de una manera muy honesta.

Justamente, quisiera que habláramos sobre su último álbum, “Casi te creo”. ¿De dónde nació y desde qué lugar nos está hablando a través de esta obra?

Casi te creo surgió en un momento en el que me sentía un poco desconectada de las razones por las que hacía música. Hay momentos de duda, y creo que está bien recibir esa incertidumbre con amor y aprender a gestionarla. No sabía cómo continuar con el ciclo del álbum, la gira, la promoción y los conciertos; me sentía un poco perdida respecto al sentido de todo. Por eso, regresé al origen para recordar de dónde venía mi amor por la música: la música de mis abuelos, esas primeras canciones que influenciaron mi carrera, y mi relación con la guitarra. Fue en esa búsqueda que comenzó a gestarse este álbum, que terminó siendo muy minimalista, porque así empezó todo.

Con lo que menciona sobre el origen, quisiera preguntarle: en estos tiempos tan acelerados, ¿qué papel tienen para usted los espacios de pausa, de memoria y de silencio?

Es un reto, la verdad. Cuando lanzamos el álbum, salió completo; no hubo sencillos previos, justamente para invitar a la gente a detenerse y escucharlo en su totalidad, dejando atrás la superficialidad de la información fragmentada en 15 segundos, un minuto o tres minutos.

Conectarnos con la pausa y estar presentes es un desafío. Las redes sociales y los celulares crean una falsa sensación de conexión y de estar al tanto de todo, pero en realidad nos desconectan de nuestro espíritu y de la realidad. Escuchar un álbum completo es un privilegio hoy en día, no solo para disfrutar la música, sino también para regalarse un espacio de reflexión y encuentro con uno mismo.

Ahora quisiera preguntarle sobre la relación con su instrumento. ¿Tiene presente algún momento, escena o sonido en el que comprendió que la guitarra y usted serían una sola?

La guitarra y yo hemos sido compañeras desde que era muy pequeña. Comencé a explorar alrededor de los 7 u 8 años, y a los 10 me regalaron mi primera guitarra. Desde entonces, no me he separado de ella. Es una relación muy íntima; la guitarra me acompaña y me da seguridad, especialmente porque soy una persona tímida. Recuerdo que a los 14 o 15 años fue la primera vez que toqué en un escenario con guitarra, y en ese momento supe que no quería separarme nunca más. Empecé tocando bambucos, pasillos y guabinas, ritmos típicos de la zona andina colombiana, aprendiendo mucho de músicos como tiplistas y requintistas cercanos. De hecho, en mi álbum incluí una canción llamada “Terca”, un homenaje a la guitarra que me acompaña, pase lo que pase.

¿Qué ha aprendido sobre usted misma al volver a las músicas de raíz?

Tuve el privilegio de aprender estas músicas desde muy pequeña, así que reconectar ahora, a través de este disco, ha sido un recordatorio. He reafirmado lo valioso que es nuestro folclor, especialmente en los viajes que he hecho a Europa y a países como Brasil y Cuba, representando nuestra música.

A veces he pensado en explorar otros ámbitos, porque siento que ya he hablado mucho sobre esto, pero con Casi te creo decidí volver a conectar con esa idea de defender el folclor y trabajar con nuestras tradiciones. Creo que estamos en un tiempo donde los hits globales suenan igual en todas partes, y hay una necesidad urgente de recordar cuáles son esos hits realmente nuestros.

Desde que inició su camino en la música, ¿qué diría que ha cambiado en usted? ¿Qué aspectos siente que se han transformado por completo desde ese primer día hasta hoy?

Han pasado casi 20 años de carrera, y ahora entiendo que cada persona recorre su camino de manera diferente. He aprendido que tengo el privilegio de crear solo la música que me nace y me gusta, y eso me da mucha paz. Hoy comprendo que ser artista no se trata solo de hacer música, sino también de asumir una responsabilidad social y cultural: transmitir amor por la identidad, el país y el folclor.

Además, he aprendido a trabajar con mayor profesionalismo y disciplina. El camino de la música no está hecho solo de flores, también tiene espinas. Pero esas espinas enseñan y hacen crecer. Hoy vivo la música desde su esencia, con la tranquilidad de hacer lo que siento y aceptar todo lo que llega en el camino.

Me gustaría conocer su perspectiva como artista independiente. ¿Qué representa para usted construir y sostener su propio camino en la industria musical?

Ha sido un gran reto. En mis inicios formé parte de un grupo llamado Trapiche Mole, en donde yo misma me encargaba de la gestión. Aprender todo lo que implica hacer música —más allá de interpretarla— fue un desafío. Afortunadamente, ese aspecto me gusta mucho y lo disfruto.

Recuerdo que, en los primeros años, incluso tuve que dejar la guitarra de lado para dedicarme a enviar correos, diligenciar formularios y aplicar a convocatorias. Hoy cuento con un equipo que me apoya, pero sigo muy pendiente de cada detalle. Como artistas, estamos llamados a desarrollar una visión integral del proyecto y a comprender todas sus dimensiones.

¿Cómo percibe usted la música colombiana en la actualidad? Su evolución, su presente y, especialmente, su vínculo con las nuevas generaciones.

Creo que la música colombiana está viviendo un “renacimiento”. Por un lado, hay jóvenes que se están reconectando con los géneros más representativos de nuestra tierra; por otro, estamos viendo una ola de experimentación: los sonidos del folclor se mezclan con géneros contemporáneos y urbanos, lo que permite que lleguen a públicos más amplios. Lo más hermoso de este proceso es que quienes quizá no conocían las músicas tradicionales, empiezan a acercarse gracias a estas fusiones. Es como una reinvención de nuestra identidad.

Sin embargo, también creo que debemos ser conscientes de que el folclor y la música tradicional no deben ser olvidados. Es fundamental preservarlos, entenderlos y disfrutarlos en su contexto más puro, porque nos hablan de nuestras historias, de nuestro pasado, de nuestras luchas y de nuestra esencia como colombianos.

Para cerrar: ¿cómo se imagina dentro de cinco o diez años haciendo música? ¿Qué sueña o espera para su camino artístico?

Me imagino continuando con mi música, con la misma pasión y amor que le pongo ahora, pero con más madurez y experiencia. Sueño con seguir conectando con la gente a través de mis canciones, contando historias y explorando nuevos sonidos. Me gustaría llevar la música colombiana a otros rincones del mundo, y al mismo tiempo, seguir aprendiendo de otras culturas y géneros.

No me imagino deteniéndome; siempre habrá algo nuevo por explorar y descubrir, tanto en mí como en la música. Ojalá, dentro de unos años, pueda mirar atrás y sentir que, aunque haya cambiado muchas veces, mi esencia musical sigue intacta, siempre fiel a ese origen que mencioné antes.

Samuel Sosa Velandia

Por Samuel Sosa Velandia

Comunicador social y periodista de la Universidad Externado de Colombia. Apasionado por las historias entrelazadas con la cultura, los movimientos sociales y artísticos contemporáneos y la diversidad sexual. Además, bailarín de danza folclórica en formación.@sasasosavssosa@elespectador.com
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