Un chat con Samuel Roldán Llanos, ganador del VII Concurso Nacional de Jóvenes Compositores
¿Qué significa para usted el piano dentro de su recorrido musical? ¿Por qué lo eligió?
El piano me mostró la música de una manera antes desconocida para mí. Me mostró que es un laberinto inagotable de posibilidades. Se volvió para mí como un laboratorio en que podía jugar y pasear por ese laberinto libremente. Se convirtió en una herramienta para crear sueños. El piano es un instrumento muy didáctico que permite una abstracción particular de la música que es difícil encontrar en otros instrumentos. He aprendido mucho de él.
¿Cómo evolucionan las “ideas sueltas” en el piano hasta convertirse en una obra orquestal completa?
Había algo en esas ideas que me evocaba un lenguaje orquestal. A veces uno compone algo en el piano, pero es como si pudiera escuchar a la orquesta completa. Entonces hubo varias ideas que decidí traducir al formato orquestal como bocetos. Y por un tiempo me dediqué solo a orquestar esos fragmentos de piano, cada uno por separado. Así poco a poco fui vislumbrando, a través de ellos, algo sobre la totalidad de la obra. Y, una vez tuve suficientes fragmentos de orquesta, me dediqué a hilarlos y a buscar una unidad en ellos. Esto fue lo más difícil, y me parece que solo lo logré realmente este año con la segunda versión de la obra.
¿Qué importancia tiene para usted la introspección en el proceso de composición?
Para mí, componer es un acto de introspección, es una búsqueda al interior de mí mismo. Aunque el arte siempre se alimenta de lo externo, el origen de las obras está adentro.
En una entrevista mencionó que “Poema Orquestal” transmite una “vaga sensación que se parece al fin del mundo”. ¿Cómo logró traducir esa sensación en música?
Yo no quise que la música evocara una sensación particular. Para mí el proceso fue al revés. No suelo intentar transmitir cosas concretas en la música pero, ocasionalmente, la música que compongo me evoca algo particular, algo que me mueve. Esa vaga sensación del fin del mundo fue algo que encontré en la música que compuse en esa época y tal vez, inconscientemente, eso era lo que estaba buscando.
¿Cómo vivió ese proceso de revisión de su obra un año después de haberla terminado?
El proceso fue muy grato porque tuve la oportunidad de cambiar cosas de la obra que nunca me gustaron del todo en la primera versión. Revisándola después de un año pude ver con mayor claridad y experiencia lo que la obra necesitaba. Al final quedé muy feliz con la versión nueva.
¿Cómo fue el trabajo con la Orquesta Sinfónica de Caldas y el director durante los ensayos?
Todo ocurrió muy rápido. El concierto tuvo lugar 10 días después de que anunciaran al ganador y en ese tiempo no tuve la oportunidad de asistir a los ensayos ni de hablar con el director. La orquesta ensayaba en Manizales y yo estaba de viaje en otro lugar. Creo que eso fue muy determinante para el concierto. Sin duda aprendí que esos encuentros son fundamentales para que las obras puedan realizarse de la mejor manera.
¿Cómo describiría la experiencia de escuchar su obra interpretada en vivo por una orquesta?
Para mí fue un paso enorme en mi camino como artista: una experiencia inolvidable, llena de valor, aunque también acompañada de momentos de frustración. En ese concierto se interpretaron tres obras: una de Shostakovich, otra de Tchaikovsky y la mía. Escuchar a la orquesta interpretar mi obra fue impactante, aunque me hizo notar que, a veces, las obras de los compositores jóvenes no reciben la misma atención que las de quienes ya tienen un lugar consolidado en la historia. No debemos olvidar que todos esos grandes maestros también fueron jóvenes alguna vez.
También es difícil como compositor estar satisfecho con una interpretación que hacen de su obra. Cuando una obra se presenta a un público, deja de ser de uno y pasa a ser del mundo y a veces puede ser difícil dejarla ir, pero en esto está el mayor aprendizaje.
¿Qué relevancia cree que tienen estos concursos en el contexto cultural del país?
Pienso que estos concursos son fundamentales, especialmente cuando se trata de música sinfónica porque, siendo una música que requiere de tantas personas y de tanto presupuesto para realizarse, resulta casi imposible que una obra se toque fuera del marco de un concurso. Me gustaría que hubiera más posibilidades y más vehículos para realizar esta música dentro de lo institucional pero también fuera de ello.
¿Qué consejo le daría a otros jóvenes compositores que están empezando a escribir para orquesta?
Escuchen mucha música sinfónica, pero no por obligación, sino por gusto. Confíen en lo que los cautiva. No tiene sentido forzarse a disfrutar algo. Y, si tienen la oportunidad de ir a ver orquestas en vivo, háganlo tanto como puedan. A mí me encanta ir a los conciertos que dan las orquestas en Bogotá y eso ha nutrido enormemente mi composición: ha sido un gran reto, pero he disfrutado mucho el proceso.