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Las memorias detrás de “Pionero” (Historias de vida)

En esta nueva entrega de Historias de Vida, creada por Isabel López Giraldo, el economista Armando Montenegro habla acerca de su mentor Rodrigo Botero, fundadotr de Fedesarrollo.

Isabel López Giraldo
04 de diciembre de 2022 - 08:38 p. m.
Armando Montenegro es el autor del libro "Pionero: Apuntes sobre la vida de Rodrigo Botero Montoya".
Armando Montenegro es el autor del libro "Pionero: Apuntes sobre la vida de Rodrigo Botero Montoya".
Foto: Cortesía

Armando, cuénteme, ¿usted cómo conoció a Rodrigo Botero?

Conocí, de lejos, la figura de Rodrigo Botero, cuando él era ministro de Hacienda del gobierno de Alfonso López Michelsen y yo apenas estaba en la universidad estudiando ingeniería. En ese momento me llamó la atención el lenguaje suyo que, aunque técnico, resultaba renovador y moderno. Este también era el caso del director del DNP, Miguel Urrutia, y de otros miembros del equipo económico

Años después lo conocí personalmente. A mi regreso de Nueva York, donde estudié economía, en los años 80 entré a trabajar al Banco de la República como investigador. En algún momento de 1985, alguna persona del Banco me sorprendió diciéndome que Rodrigo Botero acababa de llegar de Europa y que quería conocerme. Entonces fui a visitarlo a su oficina en la sede de la Revista Estrategia, una publicación prestigiosa que había fundado con Rudi Hommes y María Mercedes Cuéllar.

Me contó entonces que en una conferencia en Nueva York se había topado con uno de mis profesores de NYU, quien le había recomendado que me conociera.

Esa fue la primera vez que conversé con él y así, con el tiempo, se desarrolló una relación que se ha mantenido a lo largo de muchos años.

¿Qué los acercó, qué los identificó?

Nos acercó el hecho de que, después de conversar y discutir frecuentemente sobre los problemas de Colombia, Rodrigo adoptó conmigo el papel de mentor, el de un personaje curtido de la vida económica que se encuentra con un joven promisorio a quien decide aconsejar, escuchar y promover. No era una amistad convencional. Él era un famoso exministro, una figura nacional e internacional, mientras que yo, era un profesional recién llegado del exterior que estaba comenzando su carrera. Aunque, tal vez, en ese momento yo tenía un cargo que en esos años era relativamente importante: asesor de la Junta Monetaria.

De allí en adelante, el contacto con Rodrigo tuvo una notable interrupción. En 1998Rodrigo decidió radicarse en Boston y así se alejó de los temas de la economía y la política de Colombia. Volvió a la academia. Con más de cincuenta años, decidió hacer un PhD de Harvard, no en economía sino en historia. En esos años, sus amigos poco supimos de él.

Recuerdo, sin embargo, que cuando me nombraron director del Departamento Nacional de Planeación en 1990, hablé con él y le agradecí su apoyo y sus consejos.

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A finales de los noventa, Rodrigo se volvió a conectar con Colombia; empezó a escribir en El Colombiano, hizo algunos viajes al país, en los que nos reuníamos y hacíamos un repaso de los distintos temas de la política y la economía. Recuerdo también que esos años le hice una entrevista para la revista de ANIF, entidad de la cual yo era el presidente.

A partir de entonces, nuestras charlas telefónicas, de nuevo, fueron más frecuentes.

Cuénteme cómo surgió el libro, ¿cuáles son las memorias detrás de las memorias de Pionero?

El origen de Pionero surgió a finales de 2017. En ese año, después de Navidad, recibí una llamada sorpresiva en la que me solicitó, a quemarropa, que cuando llegara el momento, escribiera su obituario.

No sin alguna sorpresa le respondí que lo haría con mucho gusto. Le dije, eso sí, que, aunque conocía algunos aspectos de su vida, me gustaría, de vez en cuando, hacerle preguntas por correo electrónico o tener llamadas para que contara cosas de su vida, en el entendido que eso enriquecerá mi escrito.

Así empezamos a hacerlo, sin ningún afán, al ritmo de tres o cuatro conversaciones por año hasta el 2022. Fueron muchas preguntas y numerosas charlas en las que yo tomaba notas. Así fue creciendo el volumen de la que iba a ser una nota necrológica.

Era obvio que había una incongruencia entre la tarea y lo que estaba haciendo. Aunque un obituario típico de un periódico como El Tiempo debe ser de dos páginas, con el material derivado de esas charlas yo fui acumulando veinte, treinta, cuarenta páginas….

Durante la pandemia se escribieron varios libros de memorias porque la gente se encerró y, para tener algo que hacer, se puso a escribir. En ese tiempo, yo también me dediqué a revisar las cosas que estaba escribiendo y reconocí que había avanzado bastante en el registro de episodios de la vida de Rodrigo.

También, en esos días, hice un viaje en avión; fue un vuelo complicado, lleno de sobresaltos. Por ese motivo, lo llamé y le dije: “Rodrigo, su obituario puede tener un problema. ¿Qué tal si yo me muero antes?”. En ese momento decidimos que, por precaución, la solución sería escribir un ensayo biográfico que se pudiera publicar en los meses siguientes en una revista como Coyuntura Económica, un sitio apropiado para dar a conocer un bosquejo de su vida.

Desde ese momento, ya no estaba escribiendo un obituario, sino un ensayo biográfico. Continuaron mis preguntas y sus respuestas. El proyecto creció y pronto mi escrito llegó a unas ochenta o noventa páginas.

De ahí al libro solo había un paso, Un buen día le dije: “Rodrigo, esto se creció; hagamos un libro pequeño”. Estuvo de acuerdo, así llegamos al proyecto de Pionero.

Nos pusimos a trabajar. Hablamos del diseño y, muy importante, de las fotos. Con la ayuda de su hija Luisa Elena, Rodrigo buscó en los álbumes de la familia y escogieron las fotos que se publicaron en Pionero.

Por otra parte, acordamos hacer un libro bonito, en buen papel, bien editado. En un principio pensamos hacerlo en pasta dura, pero tuvimos problemas de logística, pues no se contaba con el material para imprimirlo. En todo esto el trabajo de Amaral fue impecable.

¿Cómo reaccionó Rodrigo al tenerlo en sus manos?

Rodrigo quedó muy contento con el libro, en buena parte porque es obra suya, refleja muy bien lo que él quería decir de su vida. Lo ha disfrutado y compartido con sus amigos y familiares.

Son ustedes dos personas muy cercanas con unos puentes de confianza que llevan a esta apertura, la de una persona que es muy reservada. ¿Qué cosas descubrió de su vida que lo hubieran impactado dejando una huella en usted?

Tiene razón, Rodrigo es muy reservado. Con sus amistades establece un tratado de límites, define unas fronteras detrás de las cuales quedan los temas personales y familiares. Todo esto queda vedado. Pero, de todos modos, conocí algunas cosas generales de su familia y de su historia.

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Me impactó, por ejemplo, la historia de los Botero de Rodrigo. Como tantas historias de familias colombianas, cuyo padre muere en forma temprana, ellas quedan a cargo de mujeres fuertes, líderes, que sacan adelante a sus hijos. Por la desaparición del abuelo, la familia quedó en manos de Carmen Londoño, la abuela, una maestra de escuela, una mujer muy inteligente, de armas tomar. Ella sacó adelante a sus hijos y tuvo un impacto grande en la vida de Rodrigo y todos sus hermanos.

Con la ayuda de un préstamo de un amigo de la familia, Carmen Londoño mandó a su hijo mayor, Jaime, quien sería el padre de Rodrigo, a estudiar a la Escuela de Minas. Jaime Botero se graduó y cuando empezó a trabajar, llevó a su familia a Medellín.

En esto, la historia de la familia de Rodrigo también es semejante a la de otras de las provincias de Colombia que migran a las principales ciudades para buscar la educación y las posibilidades laborales para sus hijos.

Más adelante, Jaime Botero se topó con una convocatoria de becas del gobierno para estudiar en el exterior. Aplicó y ganó una de esas becas. Así hizo un posgrado en el Colorado School of Mines,

Más adelante, uno de sus profesores vino a trabajar como gerente dela Tropical Oil Company en la zona de Barrancabermeja y mandó llamar a su alumno Botero. Fue así como la familia de Rodrigo vivió varios años en un campamento en la zona petrolera, una especie de ciudadela norteamericana con hospital, refrigeradores, campo de golf, canchas de tenis y una escuela semejante a las de Estados Unidos, en inglés, por supuesto.

Rodrigo hizo su primaria en esa escuela. Allí aprendió inglés y descolló como un buen estudiante. Cuando su padre fue trasladado a Bogotá, Rodrigo continuó sus estudios en el colegio San Bartolomé La Merced de los jesuitas. Cuenta Rodrigo que estos sacerdotes eran muy godos. Era la época de Laureano Gómez y la violencia partidista. El presidente Urdaneta Arbeláez le entregó su diploma de bachiller.

Un tiempo después, con una beca de la empresa donde trabajaba su padre, Rodrigo fue a Estados Unidos a hacer su carrera en MIT. Comenzó en ingeniería, pero pronto se concentró en economía. Allá conoció a Louise Nichols, alumna de Wellesley, quien sería su esposa y la compañera de toda su vida.

No cuento más de la vida de Rodrigo, Isa. Quiero que sus lectores lean el libro.

Estamos aquí frente a un feminista.

Sin duda, Rodrigo es un feminista desde hace mucho tiempo, bastante antes de que ese término se pusiera de moda y que existiera un movimiento feminista en Colombia. Su vida fue marcada por mujeres destacadas que tuvieron una gran influencia en su trayectoria. Mujeres que han merecido su cariño y admiración. En primer término, la abuela viuda, quien sacó adelante a su familia. Luego, su querida maestra en el campamento gringo de Barranca, otro de sus grandes referentes femeninos, quien. estimuló y orientó a un niño inteligente y curioso que aprendía rápido. Y, por supuesto, es fundamental la figura de Louise, su esposa y compañera de seis décadas.

Su talante feminista se manifestó a lo largo de su carrera en numerosas oportunidades.

En Estrategia, revista que fundó con Rudy y María Mercedes, se discutió, en una forma amplia y progresista, la defensa de los derechos de la mujer. La revista dedicó un número al tema del aborto, entonces un tabú en este país. Pero, antes, en la campaña de López a la presidencia, Rodrigo ayudó al candidato en la confección de un discurso ante las mujeres liberales, en el que, por influencia de Rodrigo, propuso el divorcio para el matrimonio civil y una modernización del vetusto Código Civil que relegaba a la mujer como un apéndice de los hombres. Por fortuna, esas promesas se hicieron realidad en los primeros meses del gobierno del llamado Mandato Claro, de tal forma que se estableció la igualdad de las mujeres con los hombres y se eliminaron normas que las discriminaban descaradamente.

Además del presidente Carlos Lleras, quien lo nombró secretario privado siendo Rodrigo muy joven, el presidente López quien lo nombró ministro, también hubo otros personajes que fueron decisivos en la vida profesional de Rodrigo. Es el caso de Carlos Díaz Alejandro, tutor de nuestro actual ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo.

En efecto. Carlos Díaz Alejandro fue un economista muy destacado, una persona reconocida en las mejores universidades del mundo; profesor de Yale y Columbia University. Fue profesor de José Antonio Ocampo y otros economistas latinoamericanos. Díaz Alejandro publicó en las mejores revistas académicas y fue una autoridad reconocida en todas partes.

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Carlos Díaz se hizo amigo de Rodrigo cuando éste trabajaba en la Embajada de Colombia en Washington. Fue una amistad que duró muchos años y que Rodrigo aprecia enormemente, entre otras cosas porque Diaz Alejandro contribuyó a que Rodrigo adoptara una visión aperturista de la economía, en contravía de las ideas cepalinas, de moda en esos años. Diaz Alejandro vino a Colombia como investigador invitado de Fedesarrollo, cuando Rodrigo era su director, y acá escribió un libro muy importante sobre el sector externo de Colombia.

Hablar de Rodrigo Botero es hablar de Fedesarrollo. Consignemos esa historia.

Por iniciativa de Manuel Carvajal, Fedesarrollo se había creado a finales de los años sesenta como una entidad dedicada a buscar financiación para las universidades privadas en Bogotá; una institución semejante a FES, de Cali.

Terminado el gobierno de Carlos Lleras, cuando Rodrigo estudiaba ofertas para continuar su vida profesional, (le habían ofrecido la embajada en Londres y la dirección del PNUD para América Latina), Carvajal lo invitó a dirigir la naciente Fedesarrollo. Rodrigo aceptó, pero con la condición de que se cambiara su orientación: Fedesarrollo no debería buscar financiación para las universidades. Debería convertirse en lo que es hoy, en una institución de investigación económica, discusión y promoción de las buenas políticas públicas. Así, por iniciativa de Rodrigo, con el beneplácito de Carvajal, nació el Fedesarrollo de hoy.

La gestión de Rodrigo en Fedesarrollo comenzó con buena fortuna. Por una discrepancia con el gobierno de Misael Pastrana, renunciaron el director y buena parte de los técnicos de Planeación Nacional. Rodrigo, entonces, se llevó a Fedesarrollo a Jorge Ruíz Lara, Guillermo Perry, Roberto Junguito y Antonio Barrera, entre otros. Lo mejor de la tecnocracia del momento. Y pronto llegaron Hernando Gómez Otálora, María Mercedes Cuéllar y Carlos Caballero. Un gran equipo que, desde el comienzo, lanzó a Fedesarrollo al nivel que tiene hoy, una de las ONG más destacadas de América Latina.

Hubo una política de dirección que me llamó la atención. Rodrigo no quería que la gente se atornillara en el cargo, sino que evolucionara. Fedesarrollo se convirtió en una plataforma para los mejores quienes han tenido carreras muy exitosas, al mismo tiempo que da espacio a gente nueva.

Así es. Con su retiro de la entidad para ingresar al gobierno de López, Rodrigo estableció la tradición de que en Fedesarrollo la gente no permanece mucho tiempo. Esto garantiza la renovación permanente de la entidad.

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Sobra decir que Fedesarrollo es una institución de gran valor para el país. Ha formado de manera continua, por más de cincuenta años, personas muy valiosas que han iniciado su vida profesional en su seno, que han salido a hacer posgrados al exterior y regresado a la entidad y a altos cargos. Algunos de sus directores han manejado la economía colombiana. A lo largo de los años han hecho contribuciones fundamentales para la vida de Colombia.

¿Qué suerte corrieron las revistas que Rodrigo fundó y en las que escribió?

Rodrigo fue, desde muy joven, un intelectual público muy destacado. Recién llegado de Boston, escribió numerosos artículos en la Revista del Banco de la República. Esas eran notas serias, académicas, en las cuales reseñaba libros, comentaba los debates internacionales e incursionaba con aportes en la política económica del país.

Más adelante, ya en Fedesarrollo, fundó Coyuntura Económica, la revista bandera de entidad, una publicación muy importante para la difusión y discusión de los grandes temas de la economía colombiana.

Después de su paso por el ministerio de Hacienda, fundó con Rudi Hommes y María Mercedes Cuellar Estrategia Económica y Financiera, una gran revista, escrita para un público más amplio. Fue un órgano moderno, de naturaleza liberal, abierto a las ideas de todo el mundo y todas las vertientes, con una gran amplitud intelectual, que criticó, propuso y discutió la vida colombiana de finales de los setenta, los ochenta y comienzos de los noventa.

Además de escribir su columna, entendería que ha publicado libros.

Rodrigo publicó en Estados Unidos su tesis del doctorado de Historia, una obra que trata de las relaciones entre los Estados Unidos y España. Es una referencia académica para historiadores y politólogos.

Siendo joven, en 1965, escribió un libro, editado por de Tercer Mundo, en el que propuso la creación de un bloque regional entre los países andinos y el Caribe. Las ideas de este libro fueron el germen del Grupo Andino que el presidente Carlos Lleras hizo realidad en su gobierno, junto con otros presidentes de la región. Esta es una prueba sólida del poder de las ideas para cambiar la realidad.

Rodrigo, además, ha publicado varios libros en los que ha recopilado sus discursos, columnas y distintos escritos a lo largo de los años.

Para cerrar, normalmente invito a considerar un epitafio. En este caso, quizás consignando lo que en su opinión es la esencia de Rodrigo Botero.

Rodrigo ha dicho, probablemente con alguna ironía, que es un montañero ilustrado. Es un decano, un sabio de la tribu colombiana; el pionero de la tecnocracia del país; fundador de Fedesarrollo; una persona cargada de experiencia y conocimientos. Para mí, un amigo y mentor.

Armando Montenegro es un economista que ha participado en la construcción de instituciones colombianas, fortaleciéndolas. Es alguien sensible al otro, porque no es fácil condensar lo que logró en Pionero.

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Por Isabel López Giraldo

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