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“Tenemos que pensar por qué el mundo sigue siendo tan hostil con las mujeres”

Laurandrea Torres Martínez, publicó este año su novela “No contaban con las ondas” (Las Marías Editorial), que narra la historia del duelo de una mujer por el feminicidio de su mejor amiga. En este chat la autora ahondó en la construcción de este relato y de cómo usó su experiencia como periodista para lograrlo.

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Santiago Gómez Cubillos
30 de diciembre de 2025 - 02:00 p. m.
“No contaban con las ondas” fue el resultado de los talleres de escritura creativa del Instituto Distrital de las Artes de Bogotá.
“No contaban con las ondas” fue el resultado de los talleres de escritura creativa del Instituto Distrital de las Artes de Bogotá.
Foto: Sol Lozano
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¿Su nombre es Laura Andrea o Laurandrea?

En el mundo literario es Laurandrea, pero en mi cédula, en entrevistas de trabajo y demás, es Laura Andrea.

¿Por qué hacer esa distinción?

Cuando mi mamá estaba embarazada de mí, no sabía que yo iba a ser niña (bajo este constructo del mundo, en el que no creo, que dice que nacer con vagina te hace mujer). Ella nunca se hizo una ecografía y, cuando nací, fue una sorpresa. Según me cuenta, duré un par de días sin nombre, hasta que una tía llegó y le dijo: “Ay, póngale Laura” y así terminé llamándome igual que otras 800 mujeres de mi generación, con la salvedad de que también me puso Andrea. A mí igual siempre me gustaron mis nombres juntos y cuando empecé a escribir (hace como unos tres años) decidí pegarlos. Entendí que, así como el sexo biológico y el género que te asignan al nacer son arbitrarios, el nombre también lo es. Juntarlos fue una forma de apropiarme de mi propio relato.

Antes de ser periodista y escritora, usted estudió Derecho y Antropología. ¿Qué la empujó a seguir esas carreras?

Tenía 16 años y quería cambiar el mundo. Muchas de las personas que admiraba en ese momento estudiaban Derecho y yo estaba convencida de que las leyes podían ser una herramienta para transformar vidas de una manera más estructural. Todavía lo creo, pero en el camino me di cuenta de que no es tan sencillo. El Derecho es un mundo muy esquemático, que dicta el deber ser, pero lo que yo quería era ver a las personas, entenderlas y pensar con ellas. Fue entonces cuando me enamoré de la Antropología. Creo que es una carrera que te invita a mirar el mundo con otros ojos.

¿Cómo pasó de ahí al periodismo?

Yo sabía, incluso antes de graduarme, que lo que quería hacer era escribir y durante mucho tiempo pensé que eso era algo que solo se podía hacer desde los medios. Fue así como empecé y fue una experiencia muy interesante y muy valiosa; sin ese primer impulso, esta novela no habría nacido. Hoy creo que estoy en un momento de mi vida en el que quiero seguir escribiendo, pero ya no como periodista.

¿Por qué?

Cuando trabajaba como periodista me sentía muy frustrada, porque tenía la sensación de que el periodismo se me estaba quedando corto para contar ciertas historias. El relato sobre un feminicidio para mí ya no podía limitarse a la cifra, a la estadística, ni a contar de manera muy escueta quién era esa mujer, cómo la mataron, por qué la mataron y qué había pasado con el agresor. Creo que el periodismo, muchas veces por su estructura, por los límites de espacio y por las audiencias a las que llega, no permite contar historias más hondas. A mí, en cambio, me gustaba pensarlas como algo que se podía navegar una y otra vez, volver sobre ellas, explorarlas, a ver qué me encontraba.

Con eso en mente, ¿cómo empezó a construir No contaban con las ondas?

Para responder a eso tengo que remontarme al 2020. En ese momento yo trabajaba con una periodista de la que aprendí muchísimo, Jineth Bedoya, en la campaña No es hora de callar. Allá una de nuestras tareas era construir una base de datos de feminicidios. Yo entonces consultaba prensa local y cruzaba esa información con datos de otros observatorios y de la Fiscalía (aunque el subregistro de esa entidad es muy grande). A partir de eso, me empecé a hacer preguntas. Primero, me cuestioné cómo estábamos contando estas historias en los medios, porque encontré que muchos lo hacían de manera muy revictimizante. Y segundo, me empecé a preguntar no solo por la vida de la víctima, sino también por la de su familia y su forma de vivir el duelo. Fue con esas dos ideas que comencé a escribir ficción y me di cuenta de que me gustaba muchísimo. Escribí un cuento, ese cuento luego mutó en novela y, finalmente, eso es lo que hoy es No contaban con las ondas.

¿Cree que en su novela primó el activismo o la literatura?

Yo no quería ser abiertamente activista en esta novela. De hecho, la narradora principal es una mujer que se opone a los movimientos feministas porque no los entiende, y yo quería desprenderme mucho de eso. No quería que fuera simplemente una novela de denuncia. Claro, sí hay un llamado a preguntarnos en qué mundo estamos viviendo y qué nos está fallando, en general, como sociedad, pero para mí gana la literatura.

¿Cuáles fueron los retos de escribir esta historia?

Hubo varios. Uno fue desprenderme de la voz de la narradora principal. Yo no quería colarme en el texto, no quería que la gente me leyera a mí, sino que leyera a Eliana, que es quien cuenta esta historia. Y en general fue difícil de escribir porque para hacerlo tuve que pasar mucho tiempo leyendo sobre estos casos, entonces tenía que hacer pausas para respirar un poco, porque era muy duro revisitar todo eso. Sobre todo teniendo en cuenta que para mí esta era una forma de honrar a estas mujeres y sus relatos, entonces debía ser muy respetuosa con eso.

Si ese era el caso, ¿por qué decidió optar por un relato de ficción?

A mí me gusta pensar la ficción como tomar pedacitos de la realidad y estirarlos para ver hasta dónde llegan. Es una apuesta que, al menos en este momento de mi vida, siento más cercana que el periodismo. En el periodismo, claro, se pueden escribir grandes cosas y echar mano de recursos literarios para recrear escenas o darle cuerpo a lo que se cuenta, pero nunca se puede faltar a la verdad. En cambio, aunque esta historia pudo haber ocurrido y está alimentada por hechos reales, siento que la ficción me dio licencias de llevarla hacia donde yo quería.

¿Cuál cree que es el poder que tiene la literatura de afectar nuestro mundo real?

Creo que la literatura es capaz de tocar un poco más las fibras de la gente. No digo que eso no ocurra cuando escribimos como periodistas; hay crónicas que me han conmovido profundamente y que han cambiado mi manera de ver la vida. Sin embargo, siento que hay libros que me han hecho eso mismo de una forma mucho más duradera, precisamente por lo que mencionaba antes de que la literatura permite ahondar mucho más en ciertas historias. Entonces, a pesar de que estemos en un país que no lee tanto, cuando llegamos a ella, eso nos remueve mucho más.

¿Qué le gustaría que la gente se llevara de su novela?

Preguntas, sobre todo muchas preguntas. Claro, me gustaría mucho que se conmovieran con la historia de estas dos amigas, pero, más allá de eso, quisiera que se preguntaran qué están haciendo en este momento de sus vidas y en sus relaciones. No solo en las de pareja, sino también en los vínculos con sus amistades. Tenemos que pensar por qué el mundo sigue siendo tan hostil, agresivo y violento con las mujeres.

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Santiago Gómez Cubillos

Por Santiago Gómez Cubillos

Periodista apasionado por los libros y la música. En El Magazín Cultural se especializa en el manejo de temas sobre literatura.@SantiagoGomez98sgomez@elespectador.com
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