Leonardo Villar: “Fui un apasionado lector de El capital”

Hoy Leonardo Villar fue elegido como gerente del Banco de la República. Recuperamos esta entrevista que Isabel López Giraldo le hizo hace dos años para la serie Historias de Vida.

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Isabel López Giraldo
11 de diciembre de 2020 - 12:11 a. m.
Leonardo Villar: “Fui un apasionado lector de El capital”
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Soy malo hablando de mi propia vida y de temas personales pero te cuento que afortunadamente nací en una familia que llamaría de intelectuales y librepensadores, amantes de la literatura y de la música.

Mi papá, Roberto Villar Gaviria, era un banquero a le quien encantaba la lectura. Junto con mi mamá, Alicia Gómez de Villar, tenía una librería que hacía que permanentemente estuviéramos muy cercanos a los libros y a la discusión intelectual, al desarrollo de las ideas, al debate con mucha apertura y muy impulsados a estudiar.

Éramos una familia relativamente pequeña, cuatro hermanos, especialmente cercanos a la familia de mi papá. No teníamos actividades demasiado intensas desde el punto de vista familiar, excepto por sesiones semanales en los que nos sentábamos a “hacer música”. Pese a que no teníamos mucho oído musical, dedicábamos religiosamente las mañanas de los domingos a leer las innumerables partituras que se habían ido acumulando en mi casa de música barroca y renacentista, tocando nuestros respectivos instrumentos por el simple goce de hacerlo y sin nunca pretender que algún tercero quisiera o estuviera dispuesto a oírnos.

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Desde el colegio fui muy dedicado al estudio y muy comprometido con los temas sociales. Un poco niño raro, en el sentido de que tenía ideas afines a a la revolución cubana y a la izquierda. No a la guerrilla, pero sí a un cambio hacia el socialismo, cosa atípica para el ambiente social en el que vivía y para el colegio en el que estudiaba, el Gimnasio Campestre, que era muy conservador y particularmente apegado a las tradiciones. Sin ser de curas, se trataba de un colegio bastante religioso en el que resultaba peculiar que ni mi familia ni yo fuéramos creyentes.

Mi interés por la economía surge precisamente de las preocupaciones de tipo social, de la búsqueda por resolver problemas económicos de la sociedad. Mis sesgos revolucionarios nunca pasaron de ser una inquietud intelectual, una actividad de escritorio con muy poco contacto directo con la realidad. Desde antes de ingresar a la universidad era un lector apasionado de El Capital y partiendo del enfoque marxista entendía la economía como la explicación fundamental de muchísimos fenómenos sociales. Paralelamente, desde un punto de vista más práctico, estudiar economía me permitiría unir la búsqueda de respuestas a mis preocupaciones sociales con un uso intenso de las matemáticas, que siempre me gustaron.

Por ahí empecé mis estudios universitarios, aprendiendo de la técnica y el rigor analítico de la economía ortodoxa, pero manteniendo mis sesgos a favor de la izquierda y confiando en la posibilidad de cambios sociales radicales asociados a la visión marxista de la sociedad. Obviamente después tuve muchísimos cambios en el enfoque de la economía. La economía ortodoxa empezó a gustarme más y empezaron a aparecer enfoques alternativos, entre ellos los estructuralistas, más matizados y realistas.

La realidad mundial y el desengaño que hubo con lo que sucedía en la Unión Soviética, en China, en Cuba, donde se empezó a ver la imposibilidad de un desarrollo económico real en un esquema socialista, me llevaron a cambiar mi visión.

Más importante aún fue la evidencia de que esos esquemas eran incompatibles con la democracia, El experimento del socialismo democrático en Chile había generado en su momento mucha expectativa pero su rotundo fracaso y el caos económico que generó fueron contribuyendo al desengaño y a la convicción de que era necesario buscar alternativas de desarrollo social por vías distintas, más democráticas y más respetuosas de las leyes del mercado y de los principios de la economía.

De alguna manera empecé con la idea de entender el mundo desde el punto de vista metodológico marxista. Ello fue cambiando en la medida en que avanzaba en mi carrera profesional, pero en ningún momento se perdió el móvil original de la preocupación por lo social.

Siempre me llamó la atención la idea de trabajar en investigación y en la academia. Desde los primeros años como estudiante universitario empecé a ser monitor e inmediatamente salí graduado de economía, fui profesor en la misma Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.

Comencé una carrera docente en combinación con la investigación. Antes de graduarme empecé a trabajar parte del tiempo en la “Corporación Centro Regional de Población”, un centro de investigación que había en esa época, donde mis jefes directas eran Martha Isabel Gutiérrez y Clara Ramírez Gómez y el director de estudios socioeconómicos era Bernardo Kugler, quien después se iría a trabajar al Banco Mundial.

Luego, mientras hacía los estudios para el Magister de Economía de la Universidad de los Andes, trabajé en el Centro de Estudios para el Desarrollo Económico (CEDE) de la misma universidad. En esa época tuve la oportunidad de trabajar por primera vez con José Antonio Ocampo, con quien había tomado varios cursos durante la carrera y tomé otros más en la maestría. Fue también mi director de tesis y mi gran tutor durante la mayor parte de mi carrera profesional. Su visión pragmática y estructuralista de la economía y sus análisis rigurosos y siempre permeados por consideraciones históricas e institucionales se constituyeron en la referencia permanente para enfrentar cualquier estudio económico en los años subsiguientes. Tras dos años de trabajar con él en el CEDE, él mismo me llevó a Fedesarrollo en 1983.

Mi primera estadía en Fedesarrollo, entre 1983 y 1985, fue particularmente intensa y fructífera. Aparte de José Antonio Ocampo, tuve oportunidad de trabajar en forma cercana con Carlos Caballero Argáez, quien era el director ejecutivo, Guillermo Perry y Juan José Echavarría, entre otros economistas que habrían de influir mucho en mi proceso de formación y con quienes me reencontraría múltiples veces en distintas circunstancias profesionales en años posteriores. En este período también coincidimos en Fedesarrollo con Juan Luis Londoño, quien había sido compañero mío en varios cursos en la Universidad de los Andes y quien habría de convertirse en uno de los más grandes transformadores de la política social colombiana, tanto cuando fue ministro por primera vez durante el Gobierno de César Gaviria, como cuando volvió a serlo en el primer gobierno de Álvaro Uribe, antes del infortunado accidente en el que perdió la vida de manera tan prematura.

José Antonio Ocampo fue también la persona que me impulsó a irme en 1985 a estudiar en la London School of Economics (LSE), tras ganarme la Beca Lauchin Currie, otorgada por el Banco de la República. Allí hice una nueva maestría, el Master of Science, y alcancé a terminar todos los cursos del doctorado. Incluso avancé sustancialmente en una tesis que me dirigía Rijk Van Der Ploeg, un profesor holandés experto en temas de economía internacional, con quien me entendía muy bien. En 1987, sin embargo, decidí venirme a trabajar a Colombia con la idea de terminar acá la tesis doctoral. Era claramente un error pues cuando uno se aleja del ambiente de esas universidades de primer nivel se da cuenta inmediatamente de que una tesis como la que ellas requieren sólo se puede terminar si se está físicamente allá y con dedicación de 100%, trabajando muy cerca de los profesores. Estando de nuevo en Colombia me dejé envolver en las preocupaciones del día a día de este país y la tesis quedó relegada. El no terminarla me ha pesado y por épocas considero que cometí una equivocación grande para mi carrera profesional a pesar de que siento que me ha ido bien con lo que he podido hacer sin contar con el título del doctorado.

De Londres me vine nuevamente para Fedesarrollo, cuando José Antonio Ocampo ya era director ejecutivo. En esta segunda etapa en la entidad fui investigador y coeditor de Coyuntura Rconómica, conjuntamente con Eduardo Lora, quien después sería Director Ejecutivo de la Fundación en los años noventa. Esta etapa en Fedesarrollo terminó para mí en 1989, cuando me retiré para ir a trabajar con el sector público y en el sector financiero durante muchos años, antes de volver como director ejecutivo en 2012, veintitrés años más adelante.

Durante la mayor parte de mi carrera me he mantenido en la docencia. Es algo que me gusta y que me realiza y por ello solo la he interrumpido por períodos relativamente cortos, cuando la congestión de trabajo me lo ha impedido. Desafortunadamente, ese es el caso actual.

Paralelamente a dar clases, tras mi segunda estadía en Fedesarrollo y después de haber estudiado en Londres, fui asesor del consejo directivo de comercio exterior, un cargo que se estaba creando en ese momento y que me permitió jugar un papel importante y ser testigo de excepción de los cambios que se estaban gestando en la política comercial a finales del gobierno de Barco y comienzos del de Gaviria. Como asesor de ese consejo tuve la oportunidad de contribuir en la elaboración de los primeros documentos para la apertura.

En su momento se trataba de una apertura gradual. Yo participé en el proceso de desmonte, muy acelerado, de las restricciones cuantitativas a las importaciones que practicaba el Incomex mediante las llamadas listas de productos de prohibida importación y de licencia previa. Eso se desmontó casi en su totalidad entre mediados de 1989 y finales de 1990, momento a partir del cual se tenía planeada una reducción de aranceles en un plazo de cuatro años. Este plazo se recortó después de una manera abrupta en medio de un gran debate entre dos grupos al interior del gobierno.

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En ese momento, comienzos de 1991, me retiré del sector público para irme a trabajar a la Asociación Bancaria como vicepresidente técnico, estando de presidente Florángela Gómez. Aunque disfruté enormemente ese trabajo, solo un año después de haberlo iniciado surgió una oportunidad que no podía desperdiciar. Carlos Caballero, con quien también había trabajado en Fedesarrollo, me ofreció que me fuera a trabajar con él en Bancoldez, una entidad cuya creación él estaba liderando en ese momento. Allí permanecí cerca de tres años como vicepresidente de planeación y estudios económicos.

En agosto de 1994, iniciándose el gobierno de Ernesto Samper, Guillermo Perry fue nombrado ministro de Hacienda y me llevó como su viceministro técnico. En ese cargo permanecí cerca de dos años y medio, primero con Perry y en la etapa final, trabajando de nuevo con José Antonio Ocampo, quien pasó a ser ministro tras haberse desempeñado como director del Departamento Nacional de Planeación. Nuevamente fueron dos de las personas con quienes había trabajado más intensamente en mis primeras etapas en Fedesarrollo las que me impulsaron y me apoyaron sistemáticamente en el gobierno.

Terminé trabajando como viceministro de los dos y gracias al apoyo que siempre he tenido de José Antonio Ocampo, fui nombrado en la junta directiva del Banco de la República por el Presidente Samper. Ahí duré doce años. Son períodos de cuatro años, pero cada Presidente tiene la opción de cambiar a dos de los miembros. Yo fui ratificado por el presidente Pastrana y después por el presidente Uribe en su primer período. Duré tres períodos completos, que es lo máximo permitido.

Fue una experiencia intensa y difícil en muchos aspectos, pero me genera un gran orgullo decir que durante los años en que estuve en la junta se logró bajar la inflación de los niveles que había tenido tradicionalmente, más de 20%, a niveles que en el momento en el que me retiré, hacia finales de la década pasada, estaban cercanos a la meta de largo plazo del Banco de la República. De esta manera, el avance que se pudo hacer en el cumplimiento del objetivo central del Banco de la República fue enorme, gracias por supuesto al trabajo en equipo de toda la junta en la que yo participaba, pero también, y de manera muy destacada, al liderazgo que durante todos esos años tuvieron los gerentes generales del banco, Miguel Urrutia y José Darío Uribe.

Recientemente escribí un perfil de José Darío Uribe para un libro sobre la historia del Banco de la República que está coordinando Adolfo Meisel, uno de sus codirectores actuales. Básicamente lo que se destaca es cómo la política del banco ha logrado generar una credibilidad muy grande en las metas de inflación y esa credibilidad le ha permitido hacer unas políticas que se llaman técnicamente políticas contracíclicas, las cuales consisten en que el banco mueve sus tasas de interés de tal forma que se modere la magnitud de las fluctuaciones en el ritmo de actividad económica. Cuando la economía empieza a desacelerarse, el banco puede estimularla bajando las tasas de interés y cuando está creciendo en forma más acelerada de lo que es sostenible a largo plazo, el banco puede desestimularla subiendo las tasas de interés, tal como sucede típicamente en los países avanzados.

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En principio eso ha funcionado bastante bien durante todo el período en el que Uribe ha sido su gerente. Desafortunadamente, las políticas contracíclicas no pueden aplicarse de la misma manera en la coyuntura actual debido a la magnitud del shock que ha recibido la economía colombiana con la caída del precio del petróleo desde mediados del 2014, a la devaluación tan fuerte que ha tenido que enfrentar por el mismo motivo y al hecho de que estos factores se unieron con fenómenos climáticos que han disparado la inflación de alimentos desde mediados de 2015, obligando al banco a subir tasas y a ser contraccionista incluso en un momento en que la economía está golpeada y se está desacelerando. La perspectiva es que dentro de un año o año y medio estemos otra vez en del rango de inflación que ha establecido el banco para el largo plazo y que volvamos a tener la tranquilidad y credibilidad que tuvimos durante varios años en ese frente, de tal forma que podamos volver a usar políticas contracíclicas para estabilizar la actividad productiva.

En la junta directiva del Banco de la República estuve hasta el año 2009. Poco antes de que se venciera mi tercer período me ofrecieron un cargo en la CAF, un banco de desarrollo muy interesante que ha tenido un crecimiento enorme en los últimos veinticinco años bajo el liderazgo de Enrique García, un exministro de Hacienda de Bolivia que todavía es su Presidente.

La CAF a pesar de tener su sede en Venezuela ha mantenido su reputación totalmente sólida. Incluso su capacidad de endeudarse y de obtener financiación internacional mediante la emisión de bonos se encuentra en condiciones que son mejores a las de cualquier país individual de América Latina. Ha ido ampliando su espectro de actividades y su red de accionistas pues de los cinco países originales del Grupo Andino cuenta hoy con más de trece países socios, a los que les otorga créditos en montos muy importantes.

En su momento me habían ofrecido irme de vicepresidente para temas de desarrollo del sistema financiero en la región, pero cuando llegué a Venezuela, quien estaba como economista jefe renunció (porque lo habían nombrado viceministro en Perú para ser luego ministro y en este momento es embajador de Perú en Estados Unidos). Por esa razón me ofrecieron pasar al cargo que dejaba y me nombraron vicepresidente de estrategias de desarrollo y economista jefe.

Fueron tres años muy interesantes desde el punto de vista profesional. La dificultad era que yo vivía viajando mucho, por un lado, por las exigencias de mi cargo, pero por el otro, alternando Caracas con Bogotá porque mi familia se quedó viviendo acá. Iba básicamente durante la semana pero venía mucho en fin de semana y a veces a trabajar unos pocos días en Bogotá. Tenía un acuerdo que me daba alguna flexibilidad en ese sentido, pero en cualquier caso se trataba de un trabajo que me implicaba un desgaste importante desde el punto de vista personal. Aun así, aprendí mucho sobre América Latina y sobre el manejo de las Instituciones Multilaterales. Allí estuve hasta el año 2012, cuando me ofrecieron ser director de Fedesarrollo donde estoy actualmente.

Siempre fui muy cercano a la literatura. La librería que te mencioné de mis papás, Librería Contemporánea, fue muy reconocida por ser la primer impulsora de la literatura latinoamericana, de los libros de García Márquez y de Vargas Llosa, por citar ejemplos muy significativos.

Siendo una librería muy pequeñita, fue donde primero estuvo Cien años de soledad y se vendía muchísimo. También fue donde se lanzó en Colombia La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa.

Me he mantenido cercano a la lectura pero de alguna manera uno se va envolviendo demasiado en el trabajo.

Tengo un gusto muy grande por la música clásica. Como te contaba al comienzo, en mi familia siempre hubo la tradición de tocar un instrumento. He interpretado distintas flautas del Renacimiento y barrocas y en una época el fagot, pero ese sí lo abandoné hace tiempo porque requiere mucha dedicación.

En mi casa siempre hubo muchísimas partituras y nos gustaba “leer música”, esto es, tocar casi a primera vista, lo que nos volvió hábiles en eso. Siempre los domingos se reunían mis papás con sus hermanos. Esta vena musical es algo que conservo. Con mucha menos intensidad en términos de tiempo pero el gusto sí está ahí arraigado.

Más recientemente, algo que me mantiene y me da mucho respiro es el tenis. Lo jugué un poco de joven pero lo retomé con más juicio hace poco. Lo juego bastante mal pero con disciplina. Es una manera de desahogar tensiones. Me gusta ver partidos pero no soy apasionado.

Tengo una familia muy unida. Mi esposa Lucy es hija de un inmigrante lituano que se casó en segundas nupcias con una colombiana de origen campesino. Con ascendencias tan diferentes, son muchas las afinidades y complementariedades entre los dos. Ella también es economista de formación pero la vida la ha ido llevando por caminos muy diferentes desde el punto de vista profesional, hasta el punto de que actualmente está haciendo una maestría en temas que son más afines con la sicología que con la economía. Tenemos tres hijos. El mayor, economista. La segunda, música, y la menor, estudiante de sicología. Los principios y valores familiares se mantienen muy fuertes y yo diría que son muy parecidos a los que me inculcaron a mí. En ellos coincidimos ciento por ciento con la mamá de mis hijos.

Me conmuevo muy fácilmente con muchas cosas, la pobreza, la enfermedad, las dificultades de la gente; la injusticia.

La integridad, la ética y el interés por los demás me parecen fundamentales. Es lo más importante para transmitir y para tener como base en el día a día de nuestras propias vidas.

Por Isabel López Giraldo

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Manuel(66071)11 de diciembre de 2020 - 01:57 p. m.
Este Villar tiene planes geniales para mejorar la pobreza de la gente. Cobrar impuestos sobre las pensiones para rebajarlas aún más porque recuerden que cuando alquien se pensiona se le liquida promedio de diez años y se le entrega el 60% y a eso quiere afinarle los impuestos el tal billar. Otra perla es eliminar la mesada a conyuge sobreviviente. Y tiene otras que contó en un programa de Mariaji
Manuel(66071)11 de diciembre de 2020 - 01:57 p. m.
Billar dice que leyó el Kapital porque creyó que era un manual para ser millonario.
Manuel(66071)11 de diciembre de 2020 - 01:37 p. m.
Este Villar o Billar es un sujeto que pretende quitarle a los pensionados su pensión mediante el argumento de ponerlos a pagar impuesto de renta como si la pensión fuera una renta cuando en realidad es un ahorro personal y nacional. Pretende que los conyuges sobrevivientes de los pensionados queden prendidos de la brocha. Hijo de bbanquerero sale agiotista .
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