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¿Por qué decidieron crear un festival de cine enfocado en la infancia y la adolescencia?
Darío Alvarado, quien es el director del festival y de la corporación, trabajó durante muchos años en diferentes cine clubes y espacios audiovisuales de cine arte, y se dio cuenta de que todo estaba enfocado hacia los jóvenes y los adultos, y no hacia los niños. Entonces, los docentes y los adultos que asistían a ver cine arte preguntaban: “¿Dónde podemos ver este tipo de cine con los niños?”. Aquello le quedó sonando y pensó en crear un festival enfocado hacia los niños. Así nació esa maravillosa idea de un festival de cortometrajes para la infancia y la adolescencia. El primer año fue algo muy pequeño: para un grupo de 30 niños, luego fue creciendo gracias a las entidades que empezaron a apoyarlo.
¿Cuál es la importancia de que los niños cuenten con este tipo de espacios?
El arte transforma vidas y para los niños este espacio es maravilloso porque ellos están acostumbrados al cine comercial, pero cuando ven estos contenidos se dan cuenta de que lo que les pasa también sucede en otros países. A ellos les gusta ver otro tipo de cosas que a veces no se encuentran tan fácil en las pantallas, porque los cortos que llegan a este festival u otros no están disponibles, casi nunca, en YouTube o en otras plataformas; es decir, los productores lo hacen exclusivamente para el festival. Entonces, qué bueno que ellos vean otro tipo de contenido que les aporte para su vida o para lo que quieren hacer.
Entonces, ¿se puede decir que ustedes también tratan de contribuir por medio del cine a la educación infantil?
Sí, claro, porque el cine se convierte en una herramienta o en un medio para las familias o para los docentes, que son los que más asisten al festival con grupos de estudiantes. Los profesores se han dado cuenta de que con un cortometraje pueden enseñar matemáticas, español, sociales, etc. Entonces, dejan la metodología tradicional de enseñanza: el libro, y se van por lo audiovisual, porque la imagen también dice muchas palabras.
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Este festival no solo se centra en la exhibición y circulación de contenido audiovisual, sino que también cuenta con espacios de formación. ¿Para qué?
Los primeros cinco años este festival estuvo enfocado solo en la infancia y la adolescencia, pero, después, al darnos cuenta de que la mayoría de los cortos que llegaban eran para la adolescencia; muy pocos para la primera infancia y la niñez, vimos la necesidad que los adultos que producen este tipo de contenido se formaran para que fueran conscientes de que los más pequeños también necesitan este tipo de material audiovisual. Es así como nace el V Bakatala: un espacio de formación y de industria, que corresponde a la segunda sección que tenemos del festival, en donde participan invitados nacionales e internacionales, quienes nos ayudan a saber si un guion, una producción, una historia, un cuento o narración sirve para las audiencias, o si le vamos a aportar para su educación, su vida o para quienes quieran seguir en el mundo del arte.
Es decir, que los invitados también contribuyen a la curaduría de los cortometrajes…
Sí, ellos también hacen parte del equipo curador y de jurados, pero también se encuentra integrado por docentes, investigadores, realizadores audiovisuales, y especialistas en infancia y adolescencia. Primero, nosotros hacemos una convocatoria para el festival. Este año llegaron 350 cortometrajes, entre aficionados y profesionales, en la categoría “animación y ficción”, series de televisión para preescolar y el premio Festicine, que son cortometrajes hechos por niños para niños de acá en Colombia. Después de eso, el equipo curador entra a realizar la elección de los cortos. Esta vez entraron a competir 112. Se les da una estatuilla a los ganadores, un reconocimiento por esa labor que están haciendo para que los niños vean otro tipo de contenido (…) En el festival también contamos con una categoría que tiene como jurados a niños y jóvenes entre los 6 a los 17 años. Es decir, no solo los adultos estamos decidiendo, que es lo que suele suceder con los festivales o eventos para niños. Aquí queremos cambiar esa mirada y que sean los niños los que nos cuenten si lo que están viendo es lo que realmente ellos quieren ver y no lo que los adultos les imponemos.
Sí, es que la visión de los niños no siempre coincide con la de nosotros los adultos, quienes solemos tener expectativas sobre el tipo de contenido que queremos que consuman, y puede que en realidad este no les guste…
Totalmente de acuerdo… Y hoy en día con tanta plataforma y cosas que hay, pues ellos están viendo otro tipo de contenido y se están capacitando de otra forma que de pronto los adultos ni conocíamos. Ellos están a la vanguardia, como dicen por ahí, y saben muchísimas más cosas que nosotros. Y sí, la mirada de los niños es diferente, además los más pequeños todavía tienen esa inocencia, esa imaginación, ese amor por el arte o por las cosas, en cambio los adolescentes ya son más críticos en cuanto a lo que ven.
¿Y cómo eligen a los invitados?
Miramos qué hay en la industria, qué viene, qué está pasando en los otros festivales o en los otros eventos que realizan para las audiencias infantiles y juveniles, y desde ahí, de acuerdo con el eje temático, empezamos a mirar los invitados. Al final del festival nosotros siempre entrevistamos a los niños y les preguntamos: ¿Qué quieren ver el próximo año? ¿De qué temas quieren que hablemos? El año pasado funcionó mucho esas entrevistas, en donde ellos nos dijeron que querían que habláramos sobre sus territorios, sobre el arte y la cultura que viven como ciudadanos. Entonces, de acuerdo con ese eje temático también tenemos en cuenta los invitados nacionales e internacionales que van a participar y que estén trabajando en territorio, pero que también estén escuchando a los niños y que sus proyectos vayan muy enfocados a la infancia y la adolescencia.
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¿Cuáles han sido los principales retos que han tenido que afrontar durante estos años?
Al principio, llegar a las comunidades no fue tan fácil, porque decían: “un festival para los niños, ¿qué van a aprender ahí? ¿qué les van a mostrar?”. Entonces, nos tocó contarles que el festival estaba dividido en diferentes rangos de edades. También, fue un poco difícil que las diferentes entidades del Estados creyeran en el festival, porque necesitábamos conseguir también patrocinadores para los espacios y poder alquilar el video beam y todas estas cosas técnicas. Pero ya con el tiempo se ha ido posicionando un poco el festival, hay muchos colegios que nos han acompañado estos trece años, hay niños que han crecido con el festival, que llegaron siendo pequeños y que ahora son adolescentes.
¿Por qué es importante que no solo se realicen producciones enfocadas en animación y ficción, y se exploren otros contenidos?
Porque queremos que nuestro público conozca los otros tipos de contenido que existen. Nosotros sabemos que en la actualidad hay muchas plataformas, pero no queremos que los chicos se queden pensando que solo existen los “TikTok”, que es lo más común hoy en día, o las series. Por eso, queremos que conozcan este mundo audiovisual que converge, porque a veces cuando decimos “audiovisual”, la mayoría cree que solo es cine, pero resulta que lo audiovisual abarca un montón de cosas. Cuando nosotros les hablamos a los niños sobre lo audiovisual, ellos creen que van a ver cine o largometraje. Entonces, lo que queremos es que ellos conozcan que hay cortos, que existen los filminutos, más allá de los largometrajes, que existen más contenidos que ellos pueden ver: están las series, pero también existen los videojuegos o plataformas que nos muestran otras cosas, así como también hay documentales, crónicas muy buenas y magazines espectaculares donde les enseñan un montón de cosas.
¿En qué se diferencia esta nueva versión del festival de las anteriores, más allá de los invitados que participaran este año?
Este año realizaremos el festival tanto presencial como virtual. Antes el festival solo era presencial y estaba solo en Bogotá. Cuando llegó la pandemia nuestros patrocinadores nos dijeron: “hay que cancelar el evento o buscar una estrategia”. El equipo no quería cancelar el festival, entonces empezamos a mirar qué podíamos hacer, y se nos ocurrió hacerlo virtual y ver qué tal nos funcionaba, así lo hicimos en el 2020 y en 2021 continuamos de ese modo. Este año, como cambiaron un poco las cosas, nos dimos cuenta de que igual la virtualidad no la podíamos dejar a un lado, porque eso nos permitió llegar a otros territorios de Colombia, a 23 departamentos que no nos imaginábamos, llegamos a rincones en donde estaban el profesor o el papá con el celular y un grupo de niños ahí sentados mirando la pantalla. También, logramos contactarnos con el ICBF y eso nos permitió llegar a espacios donde los niños están privados de la libertad o están esperando ser adoptados. Este año se inscribieron muchas instituciones de otros departamentos, que quieren seguir viendo este tipo de contenido así sea a través de esas pantallas pequeñas, y en Bogotá estaremos presencialmente en diferentes localidades.
Sí, es que a veces hasta el contenido cinematográfico está centralizado, todo se hace para Bogotá, y hay que ir descentralizándolo un poco…
Totalmente de acuerdo. El proyecto estaba enfocado solo para Bogotá, porque el objetivo era que acá se enteraran que existe un festival para los niños y los adolescente, pero luego de la experiencia que vivimos durante la pandemia, empezamos a darnos cuenta de que era importante que también el festival llegara a otras regiones u otros espacios, en donde los niños no tienen la oportunidad de ver cine; lo hemos logrado en las periferias de la ciudad, entonces también es importante que lo logremos en las periferias de otros departamentos, en donde los niños nunca han ido a un espacio de cine y mucho menos a uno enfocado en cine arte. De pronto, llegamos algunas veces con las películas comerciales, pero ¿por qué no pensar en que también ellos vean estos cortos?
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¿Qué aporta el cine arte en comparación con el cine comercial?
Yo pienso que el cine arte transforma vidas, te puede llevar a pensar y a reflexionar sobre lo que estamos viviendo, nuestras realidades, nuestras familias… nos permite confrontarnos. Y yo sé que los niños se confrontan porque hemos vivido esas situaciones en los espacios, en donde hay muchos chicos que no hablan, que no dicen nada, pero, cuando ven los contenidos y ciertas situaciones, lloran, cuentan su experiencia de vida, y ni los docentes o sus padres sabían que les estaba pasando eso. Entonces, yo creo que el cine arte transforma y te confronta como persona, como ser humano, y te permite hablar. En el Festival, de un momento a otros, los niños empiezan a llorar o a decir: “profe, tallerista, guía, a mí me pasó lo que vi en ese corto”. Y en ese momento, todos quedamos “¿cómo?” Y es ahí, cuando entra el tallerista, con su buena metodología y discreción, a conversar un poco. Entonces, este espacio ha permitido que sus profesores o sus padres sepan lo que les está sucediendo: bullying, violaciones, que de pronto nadie sabe porque ellos no dicen nada, se quedan callados por miedo, pero cuando ven que en otra parte del mundo o aquí mismo en Colombia sucede, como que ellos piensan: “no solo me pasó a mí, les está pasando a muchas personas”.
Sí, es que el arte tiene ese poder de conectarnos y liberarnos…
Sí… como que toca nuestras emociones y nos ayuda a liberarnos. Entonces, siento que, si te logra llegar al alma, puedes hablar y contar muchas cosas. Cuando ves producciones comerciales, te llevan más a ese contexto de compartir en familia, con amigos, comer crispetas y todo eso. Entonces, tenemos estas dos propuestas: la formación de públicos a través del cine arte, y las películas comerciales que también nos enseñan, porque igual los largometrajes siempre nos van a dejar un mensaje, una moraleja, pero nos llevan a otro tipo de interacción.
Y creo que hay que entender que ambos formatos son importantes, más allá de que persigan fines distintos…
Sí, ambos son importantes porque pienso que el que tú puedas sacar el tiempo para llevar a una sala de cine a tu hijo, a tu amigo, o a tu familia, estás creando espacios para compartir con ellos. Y creo que eso les ayuda un montón a los chicos, pues es lo que piden ellos a gritos: tiempo… tiempo que ya casi ni hay.
