Entre árboles, flores y lagos, la naturaleza se tomó el hall de la Fundación Santa Fe de Bogotá en forma de pinturas, con la muestra “Un viaje a través del paisaje”, de Dionisio Araújo. Pacientes, miembros del equipo de la fundación y quienes pasen por el espacio convertido en galería se pierden en un mar de colores y juegos de luz.
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Con el pincel y la espátula, Araújo se ha dedicado a capturar los paisajes que lo rodean y a encontrar la belleza en cada uno de ellos. “Llegué al paisaje después de muchos años, y este me permite hacer una especie de magia. Eso es lo que me encanta de la pintura, producir en el espectador la impresión o la ilusión de que ahí enfrente de él hay unos espacios, una temperatura, luminosidad y profundidades que le transmitan interés, tranquilidad y paz”, dijo.
La muestra, que forma parte del programa Arte Sano, refleja los paisajes que rodean a Araújo en su casa en Anapoima. “Encuentro la belleza en las cosas normales que vemos todos los días y, de pronto, no apreciamos. Un atardecer, un árbol, un lago, un reflejo, un camino con unas sombras, un día esplendoroso, un día grisáceo, una nube... Y eso hago. Creo que nos hemos dedicado a mostrar lo malo del mundo y, aunque sea verdad, también hay que retratar lo bueno y amable, sin desconocer que hay espacio para mejorar”.
Desde la Fundación Santa Fe han impulsado este tipo de exhibiciones con el propósito de dar a los pacientes, acompañantes y equipos experiencias que minimicen la ansiedad que puede generar la hospitalización. El arte no es el único vehículo para lograrlo, la música también ha cumplido un papel importante en este programa de enriquecimiento cultural. La idea de la fundación es potenciar a los artistas que seleccionan y que el montaje invite a los pacientes a transitar el espacio. Desde que en 2017 la doctora María Elvira Aldeco, subdirectora de servicio, y Paola Calderón, jefa de gestión social, iniciaron el proyecto, han presentado más de 1.500 obras con un promedio de cinco exposiciones por año.
“Cuando arrancamos, lo hicimos por amor al arte, partiendo de la filosofía de la fundación, de atención centrada en la persona y de humanizar nuestros procesos. Empezamos en caballetes, era lo que teníamos, y las obras las seleccionábamos a criterio nuestro. Había muchos vacíos, porque hay diferentes tipos de obras, técnicas y mensajes”, afirmó Calderón. Con el crecimiento de la iniciativa incluyeron a Monika Hartmann y Elsie Vengoechea Pineda para llevar a cabo la curaduría. Ambas llegaron referidas por el equipo médico y, desde hace cinco años, conforman el comité curatorial, desde el cual se planean los ciclos expositivos.
Uno de los criterios que evalúan en la fundación para elegir a un artista es su trayectoria, buscan artistas en las primeras etapas de sus carreras o que estén retomando el arte. Para Araújo, la pintura no fue una carrera, sino un “hobby serio”, como lo definió. Su vida laboral estuvo dedicada a un campo lejano a la pintura: el derecho. Al principio se acercó al dibujo con el lápiz que le entregaba su madre para entretenerlos a él y a sus hermanos. Aunque esa pasión por el trazo sobre papel y luego las pinceladas sobre el lienzo durmieron durante algunos años, resurgieron por obra, de nuevo, de su madre.
“Cuando tenía unos 30 años mi madre se matriculó en unas clases de pintura con una pintora española llamada Rosa Álvarez. Un día me llamó y me dijo que me había inscrito para tomarlas con ella. Al principio me resistí diciéndole que era un tipo ocupado, pero ella me respondió: ‘Mira, sé que tú estos días tienes tiempo’. Era verdad, acababa de ser superintendente de Subsidio Familiar e iba a reabrir mi bufete de abogados y no estaba muy ocupado en ese momento. Comenzaron las clases y de repente me topé con el maravilloso mundo del color. Ahí me di cuenta de que quería pintar, porque ya tenía habilidades de dibujante. Quería aprender a manejar el color. Rosa me dijo que iniciara por las barritas de pasteles, y empecé a pintar”, recordó el pintor.
Su primer cuadro fue de unas vasijas de barro, y le sorprendieron las sombras y la mezcla de colores que les daban vida a esos objetos. Parecía un acto de magia. Con la práctica se dio cuenta de que quería continuar su formación, por lo que el siguiente paso fue cursar la carrera de bellas artes en la Universidad de la Sabana, cuando estaba empezando la universidad a distancia. “Aquello fue gracioso, porque era alumno y profesor en la Facultad de Comunicación al mismo tiempo”.
Durante ese período la historia del arte llamó su atención y llegó a los impresionistas, quienes con su estilo, paleta de colores, temáticas y pinceladas capturaron su mente, y aunque reconoció que seguir las pautas de este movimiento artístico no era una propuesta novedosa, era lo que más le interesaba. Araújo definió al arte como “una actividad del hombre que nos sublima, que nos hace sentir mejor de lo que somos. Aldous Huxley decía en un ensayo que los seres humanos siempre queríamos dejar de ser nosotros mismos, queríamos ‘autotrascender’. Y hablaba de la trascendencia hacia lo subhumano y una paralela hacia arriba, hacia el misticismo, que es cuando dejamos de ser nosotros mismos sin ir hacia abajo ni hacia arriba, sino descubriendo unas cosas que nos hacen sentir mejor, que nos hacen sentir distinto. El arte tiene mucho de eso”.
Calderón concluyó que incluir este tipo de muestras artísticas dentro de la institución médica ha sido una forma de continuar con el legado de sus fundadores: “Que este hospital no parezca un hospital, que sea un lugar incluyente donde veamos más allá de la dimensión biológica del paciente y abordemos las aristas más humanas”.