Luis Guillermo Roldán: "El tango me salvó la vida"

El fundador del Patio del Tango, en Medellín, confiesa que luego de sufrir varios infartos, se motivó para seguir luchando por la vida gracias al tango.

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Guillermo Zuluaga
02 de enero de 2019 - 01:31 p. m.
Luis Guillermo Roldán, a la derecha, acompañado de Jaime Jaramillo Planeado y Leonardo Nieto Jardon, fundador del Festival de Tango de Medellín.  / Cortesía
Luis Guillermo Roldán, a la derecha, acompañado de Jaime Jaramillo Planeado y Leonardo Nieto Jardon, fundador del Festival de Tango de Medellín. / Cortesía
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El año antepasado me vino una  racha de infartos, estuve en coma, muerto prácticamente…y alcanzaba a oír que me ponían tangos todos los días… cuando me recuperé un poco le dije al médico: “Déjeme morir…usted se hace el bobo; si algo, luego dice que yo lo autoricé”.

Yo estaba harto, aburrido, amarrado a una cama. Pero él me contestó: “No, lo hago con amor, te cogí aprecio y hemos escuchado tango todos estos días porque queremos que estés muy bien. Descansa y luego hablamos”.

Al otro día fue y me preguntó si seguía con la idea de dejarme morir:

“Doctor, ¿cómo lo dejo a usted con los crespos hechos?  Démosle a esto… y me puse juicioso y animado con la recuperación”.

Yo creo que el tango  fue lo que me revivió…

Luis Guillermo Roldán tiene tan claro aquellos días y los cuenta en una pausa que hace en su empresa de confecciones, para compartir un rato y hablar de lo que más le gusta: el tango. Roldán es un  referente  de la “canción ciudadana” en Medellín, pues ha sido, al lado de Leonardo Nieto, uno de los responsables  de que aún perviva el amor por esta música en Medellín. Si la historia del tango en Medellín fuera un puente, Nieto –fundador de la Casa Gardeliana y del Festival del Tango- y Roldán, dueño de Patio del Tango, serían los postes de los que cuales se tensarían los cables que la sostienen.

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-Pienso que son muy importantes Luciano Londoño y Jaime Jaramillo Panesso. Pero me gusta saber que estoy en el abanico…en realidad he hecho mucho por el tango.

La novela de amor entre el tango y Roldán comenzó a escribirse en Manrique, cuando a principios de los años setenta se fundó en este barrio obrero la  Casa Gardeliana. Hasta esa época  él escuchaba rancheras de Pedro Infante por influencia de su padre,  un hombre salido de las montañas de Cañasgordas y que se  trajo a Luis Guillermo a Medellín de ocho años;  pero bastó ir a una presentación en Manrique para que las rancheras dejaran de rodar en su tocadiscos.

-No me gustaba el tango pero me quedé encantado. Desde  ese día fui todos los días durante ese mayo. Tomaba aguardientico. Quedé ensangrentado con el tango.

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De esos primeros meses en que se quedaba hasta que ya le daba dificultad para bajar las escalas de la Gardeliana le quedó la imagen de Leonardo Nieto, un argentino un poco distante  que era el símbolo y centro de ese sitio frecuentado por futbolistas argentinos  y cantantes de paso por la ciudad.  Pero comenzó a irse acercando, a preguntar, a participar de las actividades y hasta amigo de Nieto se volvió.

-En esos días estaban preparando el segundo Festival y como estaba engomado no entendía por qué Leonardo invitaba artistas tan costosos como Aníbal Troilo o Tito Reyes.

Entonces, Roldán pensó en algo más popular  donde estuvieran Pepe Aguirre, Pepe Echague, Raúl Iriarte, Armando Moreno,  Oscar Larroca…que sonaban en las emisoras y en los bares.

-Estos son los que muelen, pensaba. Y me dio por preparar un festival y ¡con eso tuve! Y me metí de un todo y por todo. Fue una zambullida y no salí de ahí.

A Pepe Aguirre se lo recomendó y le pidió que lo trajera su amigo, el periodista Carlos Serna, admirador de este artista. Desde entonces, quedó una relación con este tanguero, amigo de copas y penumbras.

-El primer LP que tuve en mi casa fue el de Pepe, que luego me sirvió para entrenarlo a él mismo, porque cuando vino se le habían olvidado sus canciones y quería cantar a Gardel y yo le dije que no, que queríamos escuchar las suyas.

Roldán tuvo que prestarle el disco y una  sencilla grabadora para que se quedara en el hotel a escuchar y a prepararse. Unas noches después  cantó Redentoras, Mañana zarpa un barco y Frivolidad... ahí fue el inicio de una relación entre este cantante y Medellín.

-Ni antes ni después hubo tanta gente en un festival. Yo quería ser como una alternativa, sin tanta pompa…y de hecho, lo hice en el Iván de Bedout…y lo llenamos todas las localidades los tres días …fue en el 74. Ya Leonardo Nieto había hecho los grandes festivales y yo continué.

Roldán no solo se dedicó a traer artistas sino que también involucró el tango a su mundo. Cuando tenía su fábrica de confecciones en Barrio Triste, al cabo de su jornada se llevaba a los trabajadores,  que eran de Villa Hermosa y de Manrique, a escuchar tangos  a los bares de Guayaquil.

-Gozábamos una barbaridad. Es que el tango me embadurnó por dentro y por fuera y yo quería contagiarlo. Me tomaba mis tragos fuerte y siempre con tangos.

Pasaron los años y Roldán siguió trayendo artistas a la ciudad, los mismos que conocía en alguno de sus 50 o más viajes Buenos Aires, la ciudad que más disfruta  en el mundo.

-En los 80 traje muchos artistas pues todos querían venir, recuerdo a Raúl Iriarte,   a los solistas de D’arienzo… a Rubén Juárez, gran cantante, con su bandoneón blanco.

Dice Luis Guillermo, a quien el tango lo salvó la vida, pero también tiempo atrás lo salvó de otras músicas:

-Es que yo  al tango le he dado…y mucho. Y le seguiré dando.

El Gordo era un Tango vivo

-Medellín sí es tanguera, tanto tanto no; pero sí. Si no, cómo  vendrían aquí. Ya viene mucha gente y gente amable y los jóvenes están entrándole al tango. Sí hay afición. Y la gente quiere a Gardel, somos gardelianos. La muerte de Gardel aquí ayudó. Qué triste que él ya se regresaba a firmar unos contratos. Se murió en la puerta del triunfo final. 

Dice Luis Guillermo.  Y  recuerda que una noche de los años ochentas, viajó en compañía de Leonardo Nieto, del gordo Aníbal Moncada, dueño “del Patio” y de otros amigos a un festival de tango en la capital cubana. Estando en La Habana, el Gordo les pidió a sus amigos que le hicieran “barra” para que lo dejaran cantar en un bar de la ciudad. Con tan mala suerte para el Gordo que tan pronto se encaramó al escenario, se le olvidó una canción y se bajó con el corazón en la mano.

-En La Habana fomentamos mucho la amistad. Entonces seguí viniendo a visitarlo al  Patio. Él  era amable, sabía anécdotas, preparaba carne especial.

Roldán cuenta mucho aquella anécdota no para mofarse del Gordo, sino por el contrario porque ha querido salvar al Gordo de las nieblas del olvido; a un hombre que hizo mucho por el tango y por esas “casualidades no tan casuales” de la vida, murió en junio de 2008, el día que se inauguraba el Festival de Tango.

-Cuando uno lo veía no se veía saludable…aunque lo era.  Y vea, murió en el festival.

Tras la muerte de su amigo, Roldán dejó de frecuentar el Patio, hasta una noche acosado por la nostalgia (aunque a él esa palabra no le gusta) que quiso ir a dar una vuelta al negocio. 

-Cuando llegué vi un papel donde decía que venderían este negocio. Me dolió en el alma…me imaginé cómo sería que el Gordo viera eso…!se hubiera vuelto a morir!

Entonces para pasar esa amargura  -siempre habrá una buena razón- Roldán pidió un aguardiente y no había. El único licor eran unas botellas viejas de vino, y entonces, Roldán le preguntó al yerno del Gordo, quien administraba,  si acaso  venderían ese “negocio”.  

-Lo venden y lo alquilan también, me contestó. Al otro día fui y lo alquilé.

Desde entonces han pasado ocho años largos. Roldán ha mejorado el sitio y se ha encargado de seguir invitando artistas importantes a su Patio, al punto de que ya es difícil reservar una mesa en este sitio que está enclavado en el mismísimo Barrio Antioquia; ese telón de fondo ideal para la historia de un tango arrabalero.

-Le guardo el legado al Gordo. Tanto que en el logo del Patio está su imagen y algunos menos románticos que yo, me dicen que lo cambie: Hombre, les contestó, si el Gordo no hubiera existido no existiría esto, ni el tango hubiera pegado aquí.

Roldán se siente tan contento de cuidarle “la herencia” al Gordo. De salvar un poco el tango para esta ciudad:

-A mí no me luce decir que lo quería, pero él era parte de mi alma. Además, él era un tango vivo. Puede que hubiera más facetas en él pero no le conocí otra, más allá del tango, la milonga, Buenos Aires; uno iba a la casa de él y le mostraba discos y fotos y se sabía los cuentos de los tangueros.

Cuando Roldán compró el Patio esculcó un poco en la música que tenía el Gordo: había acetatos rayados, carátulas acabadas. Entonces mandó grabar toda la música en cds y guardó algunos LPs en su casa, al lado de los mil y punta que ya tenía, y que conserva con cariño.

-Tengo la música en un lugar especial de mi casa…aunque ni sé para qué…porque eso ya nadie lo toca.

Roldán se ríe tímidamente cuando recuerda que su familia “lo molesta mucho”.

-Pero qué se va a hacer: nunca tuve ningún vicio…alguna vez de pronto una mariguanita en la Gardeliana pero no más. Mi descarrile es el tango.

Dice que a un hermano le gusta mucho el sitio donde tiene guardados los discos, sobre la puerta del  garaje:

-Por ahí mismo podes tirar todo eso a una volqueta para que se lo lleve al basurero.

Tango hasta en su funeral

Unos días después allá en la clínica, el médico que lo atendía lo  llamó y le dijo que  quería hacer una reunión con varios médicos para explicarles el caso  de su recuperación. Luis Guillermo asistió y vio que el galeno llegó a la conferencia  con  una grabadora y puso tangos a volumen bajo. “La medicina se hizo para el hombre y tienen sentimientos humanos –recuerda Luis Guillermo las palabras del médico: Yo creo que si le ven el corazón  a este hombre es como cualquiera, pero los sentimientos que él tiene lo hacen diferente”.

Desde ese día, dice Roldán, cambió la concepción de los médicos, los cuales le parecían “muy fríos”.

Y él no se explica si fue que le cambiaron el corazón y le clavaron un fuelle de bandoneón

-A lo mejor fue eso.

Dice Roldán y  tamborilea un poco sus manos sobre la mesa y sonríe. Lo que sí tiene más claro es que el tango seguirá en él el resto de su vida y un poquito más allá.

-Cuando quiero un  aguardientico, pido “Más solo que nunca” de Carlos Roldán… Esa canción tiene un misterio: se la iba a cantar a una novia que iba para España y llevé un trío y no sabía tangos…y solo se sabían ese. Y lo cantaron seis veces y con ese la despedí.

En sus preferencias también está “Cuando tallan los recuerdos”, y  “Trasnochando”.

-En los años que empecé a pegarme del tango, papá me la cantaba y se burlaba: “como todo calavera, que  no ve lo que le espera, que no sabe dónde va”…. Y vea dónde voy

A Luis Guillermo el tango le salvó la vida; y él ha salvado el  legado del tango en esta ciudad. Sin embargo dice que está viejo  y no sabe hasta cuándo tendrá su Patio, pues su familia “ni regalado lo recibiría y me quebrarían los cuadros en la cabeza”. Por eso ha pensado en varias alternativas, entre ellas montar una Corporación para que el sitio no muera y reciba ayudas del Estado.

-Le agradezco a Dios varias cosas, pero la que más, que me haya dado gusto por el tango porque eso solo se lo dio a gente preferida. La gente del tango es la mejor amiga. Tiene espiritualidad. Porque el tango tiene características de verdadera gente: música, letras, literatura, sentido de vida…

-¿El tango hasta cuándo?

(Mmmmm. Lo piensa un ratico)

-Hasta siempre. A uno lo creman y quisiera que las cenizas las trajeran al Patio y que canten tangos, como lo hicimos cuando Luciano Londoño murió, que el padre nos dejó y le tocamos tangos en la misa. No  lo he hablado con nadie, pero quiero que en mi funeral suene un bandoneón…Es que, ¿qué más puedo pedir?

Por Guillermo Zuluaga

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