El Magazín Cultural

Luis Ospina, eterno

El cineasta caleño falleció el pasado viernes a los 70 años. Junto a Luis Mayolo y Andrés Caicedo crearon “Caliwood”, un término que inmortalizó el cine caleño de los años 70 y 80.

Joseph Casañas - @joseph_casanas
29 de septiembre de 2019 - 02:00 a. m.
El director Luis Ospina (1949-2019). / Cortesía “Cromos”
El director Luis Ospina (1949-2019). / Cortesía “Cromos”

Mientras sus seis hermanos se trepaban en los árboles, saltaban rocas y nadaban en el río, el pequeño Luis observaba con los ojos bien abiertos. Eso de andar por la vida con los brazos raspados, las piernas magulladas y la ropa sucia por estar buscando bichos o jugando al escondite no representaba ninguna emoción. Ospina prefirió siempre la existencia contemplativa. “En la infancia no hacía nada porque siempre pensé que estaba en peligro de muerte. Si mis hermanos o primos se subían a un árbol a buscar fruta, yo no me subía. Esperaba a que ellos se cayeran y se rompieran un brazo, pero yo no lo iba a hacer. Ni loco. Solo me gustaba mirar, quizá por eso fui cineasta”.

La muerte, ese escenario inevitable de la vida, se convirtió entonces en un testigo omnipresente en el trabajo del cineasta caleño que falleció el pasado viernes a los 70 años. Su última película, Todo comenzó por el fin, se configuró en una excusa para hablar de ese escenario ineludible.

“La película inició como un proyecto para hablar del grupo de cineastas de Cali que surgió en los años 70 y 80, pero el primer día de rodaje me enfermé gravemente. Con el tiempo se supo que ese malestar era generado por un cáncer severo. Allí cambió la película. Pensé que la muerte me estaba alcanzando y decidí incorporar ese proceso de la enfermedad al presente y no solo hablar del pasado. Se volvió una película biográfica. Un testamento”.

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Luis Ospina era el último sobreviviente de la tríada fundacional de “Caliwood”, un término que se inventaron durante una fiesta con Carlos Mayolo y Andrés Caicedo para tomar del pelo. Para contarle al continente que allí, en la provincia, también se podía hacer cine. ¿Si existía Bollywood por qué demonios no podía existir Caliwood?

Con el paso del tiempo, con el maldito paso del tiempo, las figuras de Mayolo, Caicedo y Ospina, se fue deformando. Pixelado. “El grupo se fue mitificando y tergiversando mucho. En muchos sentidos se fue manoseando. Empezaron a hacer documentales sobre nosotros que ignoraban los contextos del Cali en el que crecimos. La tapa fue cuando prendí la televisión y vi una telenovela en donde Mayolo, Andrés y yo éramos protagonistas de una serie”.

No es que Luis Ospina fuera un purista recalcitrante incapaz de aceptar esos otros lenguajes. No es que Ospina fuera uno de esos sujetos que por hacer cine se trepan en pedestales intelectuales para juzgar con el dedo el trabajo de los otros. Para juzgar a las sociedades. La cosa es más simple. Luis Ospina en realidad fue un convencido del poder que tenía el cine para transformar realidades. “El cine es un templo, la televisión un electrodoméstico”, decía. “De la televisión solo me interesan los noticieros y uno que otro documental”.

Mucho del trabajo de Ospina fue una respuesta a lo que los noticieros de televisión transmitieron, transmite y transmitirán. De ese malestar en el hígado que le provocaba el registro noticioso y del cine que se creó con lo que se veía en esa realidad, Ospina escribió, junto a Carlos Mayolo, el manifiesto de la pornomiseria.

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“A principios de los años 70, con la ley de apoyo al cine, apareció cierto tipo de documental que copiaba superficialmente los logros y los métodos de este cine independiente hasta deformarlos. Así, la miseria se convirtió en tema impactante y, por lo tanto, en mercancía finalmente vendible, especialmente en el exterior, donde la miseria es la contrapartida de la opulencia de los consumidores”.

El texto, escrito en 1978 con motivo de la première de Agarrando pueblo, agrega: “Si la miseria le había servido al cine independiente como elemento de denuncia y análisis, el afán mercantilista la convirtió en válvula de escape del sistema mismo que la generó. Este afán de lucro no permitía un método que descubriera nuevas premisas para el análisis de la pobreza, sino que, al contrario, creó esquemas demagógicos hasta convertirse en un género que podríamos llamar cine miserabilista o porno-miseria”.

La muerte de Ospina representa el fin de una era. La conclusión de una tríada conformada por personajes que, como él, la muerte les respiró en la nuca. Andrés Caicedo se suicidó en 1977 cuando tenía apenas 25 años y Carlos Mayolo falleció en 2007, a los 61 años, después de un largo coqueteo con la muerte tras años de usos y abusos de cocaína y alcohol. “En Todo empezó por el fin habló de ese proceso de autodestrucción a corto y a largo plazo”.

Tal vez sea excesivo decir que es el fin de una era. Es más bien el inicio de una leyenda cuya obra será recordada para siempre. Pocos logran ese lugar en la historia. Pocos logran la inmortalidad. La muerte es simplemente la otra cara de la vida. ¡Buen viaje!

Por Joseph Casañas - @joseph_casanas

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