Luis Tejada: Tres escritoras antioqueñas (extractos literarios)
El cronista colombiano escribió en 1924 sus opiniones sobre María Eastman, María Cano y Fita Uribe, tres escritoras que sobresalieron en la poesía nacional.
Luis Tejada
En este exuberante surgimiento de la personalidad de la mujer, que se advierte en todas partes, la primera actividad conquistada ha sido la actividad literaria, y dentro de ella, el género lírico ha logrado constituir el medio más apto y propio de la expresión de la nueva alma femenina, un poco dispersa aún. La mujer posee hoy en Europa y América una especie de monopolio de la poesía lírica y hay que confesar que se mueve en esa esfera demasiado transitada, con una originalidad inquietante y atractiva.
Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.
En este exuberante surgimiento de la personalidad de la mujer, que se advierte en todas partes, la primera actividad conquistada ha sido la actividad literaria, y dentro de ella, el género lírico ha logrado constituir el medio más apto y propio de la expresión de la nueva alma femenina, un poco dispersa aún. La mujer posee hoy en Europa y América una especie de monopolio de la poesía lírica y hay que confesar que se mueve en esa esfera demasiado transitada, con una originalidad inquietante y atractiva.
Los buenos poetas actuales tienen nombre de mujer, en todas partes, pro especialmente en América, donde parece que las poesía masculina está claudicando definitivamente. Sólo en nuestro país, los varones sostienen todavía –con cierto jadeante cansancio- el cetro de la lírica. La mujer colombiana que hasta hace poco, relativamente sorda la intenso movimiento literario femenino que nació en el Sur y que encontró hondas repercusiones en el continente, dejó oír algunos balbuceos aislados, pero adoptaron un son viejo, tímido y rutinario; no aparecieron incorporados del todo en la vasta alma nueva, llena de gritos supremos, de la poesía femenina.
Ya no sucede así, o empieza a no suceder así. Hay indudablemente una iniciación genuina, libre y vigoroza, de la poesía femenina en Colombia; y fue, en esta vez, en las montañas antioqueñas donde nació el canto nuevo, donde la mujer, más oprimida, pero quizá por eso es más sensible y más llena de ansiedades espirituales, rompió primero la red de convencionalismos y prejuicios que separaban a nuestra mujer de la profesión literaria. Yo quiero traer hoy únicamente tres nombres, los más jóvenes y los más representativos del movimiento nuevo, los que tienen una fisonomía más nítida y más pura de verdadera poesía femenina. Son María Eastman, María Cano y Fita Uribe, tres poetisas que escriben en prosa, pero que poseen un aliento lírico característico, que pertenecen del todo a la admirable raza espiritual que dejó en América Delmira Agustini.
No intentaré todavía hacer un estudio detenido de cada una de ellas; deseo sólo llamar la atención hacia sus nombres y hacia su obra inicial, que viene a ser un complemento y un perfeccionamiento de este gran renacimiento literario que empieza a observarse en el país, provocado por la nueva generación. Cada una de ellas es distinta y no podría decirse que alguna de ellas es superior a las otras. María Eastman es quizá la más universal, la que toca un mayor número de cuerdas, la que se asoma a un panorama más vasto; tiene, sobre todo, cierta sensibilidad social y entra al mundo con un interés crítico, con un criterio de análisis y revolución. Su estilo es violento y certero; sería un estilo varonil, si los hombres escribieran siempre con ese vigor expresivo, con esa sobria y precisa fuerza interpretativa con que escribe María Eastman.
María Cano, es mucho más concentrada en sí misma, más “yoista”, no va al mundo; cree que el mundo está todo dentro de ella; y canta exclusivamente al amor, con honda y apasionada sinceridad, ya que el amor es el eje de la vida de nuestras mujeres. Es una sensibilidad fina y audaz del tipo de Juana de Ibarbourou, pero María Cano tiene sin duda un sentido todavía más vivo y más intenso del color y de la forma y una mayor y más extraña esplendidez lírica.
También le recomendamos: María Cano, la roja flor de la clase obrera
Fita Uribe, es encantadoramente íntima y local; cuenta simplemente lo que ve desde su ventana o lo que le sucede en su vida sencilla; pero “eso” aparece al través de una personalidad vigorosa y original. Ese hombre que pasa con las manos en el bolsillo, ese paisaje de la noche lleno de estrellas, ese mudo apretón de manos, adquieren en su prosa sintética y natural, una inefable poesía, nueva y grata.
Por una singular coincidencia y según la índole literaria especial de cada una, María Eastman, María Cano y Fita Uribe, aparecen enunciadas en este orden, hermanas menores de Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou y Alfonsina Storni.
Podría agregar seguramente alguna palabra más sobre cada una de ellas o sobre ellas en conjunto; pero sería al mismo tiempo temerario y pueril intentar un juicio crítico sobre un movimiento que apenas empieza a surgir y que no ha adquirido todavía su fisonomía definitiva. Esas tres mujeres maravillosas van aún, dentro de sus modalidades peculiares, buscando una forma perfecta de expresión; yo confío que al fin llegarán al verso puro, como un procedimiento, más adecuado y más accesible que la prosa, para revelar el alma femenina.
Este movimiento inusitado es aún más admirable por estar naciendo en Antioquia, rincón hermético, demasiado desvinculado de la atmósfera literaria contemporánea. El ambiente literario está allí singularmente retrasado y las influencias externas o no llegan nunca o llegan tarde. La juventud ha venido envenenándose en los últimos años con el magisterio mediocre de los Martínez Sierra y los Maeterlinck. Por eso, es sorprendente la aparición de esta fuerte y audaz poesía que anuncia un período de literatura femenina, sin precedentes entre nosotros:
El Correo Liberal. Medellín, febrero 12 de 1924
Compilación y Prólogo: Miguel Escobar Calle
Escritos. Medellín. Extensión Cultural Departamental. 1985. Págs. 127-129.