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“Me considero generoso, no solo en lo material, sino con mi tiempo”

El abogado colombiano Mario Posada García-Peña contó su historia de vida en la serie Memorias conversadas, a cargo de Isabel López Giraldo.

Isabel López Giraldo
25 de octubre de 2023 - 01:54 p. m.
Mario Posada García-Peña es abogado de la Universidad del Rosario.
Mario Posada García-Peña es abogado de la Universidad del Rosario.
Foto: Archivo Particular

Mario, cuénteme, ¿usted quién es, cómo se define?

Soy una persona agradecida, un católico no muy practicante que en las noches agradece a Dios todo lo bueno que le ha permitido tener y conocer. Me considero generoso, no solo en lo material, sino con mi tiempo, con mi conocimiento. Me siento muy orgulloso de mi rol de esposo y padre.

Hábleme de sus orígenes.

Roberto García-Peña, mi abuelo, fue una persona fantástica, un hombre bondadoso, bueno por esencia. Un gran periodista que por más de cuarenta años dirigió el periódico El Tiempo y por más de diez fue su director emérito. Retirado del oficio siguió siendo el centro de la familia, porque todo giraba a su alrededor.

Se casó con Rosita Archila, con quien tuvo tres hijos: Roberto, mi madre Marytluz, y Clarita. Enviudó relativamente joven. Murió en 1994, y en uno de sus obituarios alguien reseñó que había sido una persona “hecha de pasta buena”.

Rosita, mi abuela nació en Sogamoso, y heredó la chispa y la malicia boyacense que nos transmitió a todos: mi mamá tiene muchos de sus rasgos.

Maryluz, mi mamá, es muy católica, practicante y, por motivación de mi abuela, hace parte del Opus Dei. Estudió bacteriología en la Universidad Javeriana, pero nunca ejerció. Tiene un grupo de amigas de colegio llamadas “las niñas de la clase”, también un espacio al que llama “el miércoles de los nietos”, en el que les ofrece un almuerzo especial.

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¿Y de la rama paterna?

Francisco Posada Zárate, mi abuelo, fue un abogado laboralista que infundía respeto. Cristina Díaz, mi abuela, compartió con el abuelo una casa tradicional en Chapinero, de estilo inglés, le gustaban los animales, tenía pájaros y una perrita, una Pincher “espantosa” de nombre cucaracha que se movía velozmente en medio de la oscuridad de la casa especialmente durante las noches. Seguramente mi amor por los animales es heredado de mi abuela, y mi amor por el derecho es heredado de mi abuelo.

Jaime Posada Díaz, mi papá, fue un intelectual con una vida muy meritoria que se dedicó a la academia. Estudió Derecho en la Universidad del Rosario. A sus treinta y siete años ya había sido secretario privado de Germán Arciniegas en el Ministerio de Educación, y a esa edad fue designado ministro de Educación por encargo del presidente Alberto Lleras. Precisamente, fue Lleras quien le pidió ser el representante de su Gobierno en la misión Kennedy en la Alianza para el Progreso, por lo cual atendió al presidente John F. Kennedy cuando llegó al país. Paralelamente, el expresidente Eduardo Santos, propietario de El Tiempo, lo había vinculado al periódico. Influido por sus amigos, pero también por Baldomero Sanín Cano, se vinculó a la academia. En 1952, siendo muy joven, fundó la Universidad de América, que fue reconocida como tal en 1956. Fue uno de los promotores de la Asociación Colombiana de Universidades – ASCUN. Dirigió la Academia Colombiana de la Lengua, fue miembro de número de la Academia de Historia, y asistente asiduo de la Academia de Jurisprudencia, de la de Medicina. Promovió la fundación del Colegio Máximo de las Academias, porque creía en el trabajo colaborativo de la que fue durante mucho tiempo su presidente. Participó en política. Alberto Lleras Camargo lo nombró ministro de Educación; fue representante a la Cámara y senador de la República; embajador de Colombia ante la OEA y embajador en Austria. Murió el 2 de julio de 2019.

Naveguemos por los primeros recuerdos de infancia.

Mi mamá se dedicó al hogar para transmitirnos todo su cariño y generosidad. Ejerció el rol de supervisión familiar, del mantenimiento de la casa, del cuidado de nosotros. Y lo hizo de manera muy maternal y cariñosa, porque es muy amorosa. Administró de manera muy organizada incluso los desayunos, almuerzos y comidas para que estuviéramos todos. El recuerdo que tengo de mi padre es el saberlo estudiando, trabajando, viajando. Nos enseñó disciplina, pues siempre lo vi concentrado en sus actividades académicas y en sus responsabilidades como político.

Siempre nos vimos muy rodeados de la familia, en todas las fechas especiales. Por mucho tiempo mi abuelo materno alquiló unas fincas muy grandes en donde pasábamos la Navidad y el Año Nuevo con todos los primos.

Somos siete hijos: Roberto, Marcela, Luis Jaime, Juan Carlos, Vicente, Mario y María Virginia.

Le sugerimos leer la historia de vida de Mario Posada García-Peña en la página www.isalopezgiraldo.com.

Ahora, pasemos a la academia y a su trayectoria profesional.

Mi familia estuvo muy vinculada al Gimnasio Moderno. Al ser tantos, la gente que había pasado por el colegio decía que siempre tuvo como compañero a un Posada García-Peña o a un Pardo García-Peña. Recuerdo que, en no pocas ocasiones, cuando salía del colegio llegaba a la casa de mi abuelo Roberto. El hecho es que alcancé a estudiar hasta tercer año de primaria, pero no por mal estudiante, sino porque a mi papá lo nombraron en ese momento embajador en Austria. Al regreso, y para que no perdiéramos el idioma, nos matricularon en el Helvetia donde fui muy feliz y donde hice amigos para toda la vida. Recibimos una educación muy digna que parte de la autonomía del ser humano.

En los ejercicios de orientación profesional se reflejaba una gran inclinación por las ciencias sociales. Soy abogado de la Universidad del Rosario, especialista en Derecho Tributario, egresado de la maestría en Derecho Administrativo de la misma Universidad, lo cual me hace sentir muy orgulloso de ser rosarista, de contarme como uno de sus egresados y de hacer parte de esa comunidad. Al haber estudiado Derecho, tuve una afinidad muy grande con mi padre. Muy rápido supe que me gustaba el derecho público, el constitucional, el administrativo. En quinto año conocí el derecho tributario gracias a Juan Rafael Bravo Arteaga, profesor fantástico, de gran prestigio, director de la especialización en ese momento y ahora profesor emérito.

También hizo parte del Colegio de Abogados Rosaristas, de una oficina de abogados y de la Cámara de Comercio de Bogotá.

Cuando estaba en cuarto o quinto año, Ximena Betancur de Castro, compañera de estudio, se desempeñó como secretaria ejecutiva del Colegio de Abogados Rosaristas y nos empezó a vincular. Desde entonces hago parte, conformé su consejo directivo y por dos años fui su presidente.

Más adelante, por invitación de Mauricio Plazas Vega, uno de mis profesores, me animó a vincularme a su bufete de abogados. Fue así como tuve la oportunidad de trabajar con uno de sus socios, Rafael Arenas Ángel, inteligentísimo, tan brillante como lo es Mauricio.

Cuando cambié de módulo en mi especialización, Lucy Cruz de Quiñones, decana de la Facultad, me invitó a que trabajara en su oficina particular que, junto con su esposo Antonio Quiñones, lidera con excelencia profesional. Aquí estuve tres años.

En 1998 Adelanté el programa internacional de impuestos en la Universidad de Harvard y a mi regreso me vinculé por dos años a la firma Parra, Rodríguez y Cavelier. Fue cuando decidí independizarme.

En el 2005 me vinculé en calidad de socio al bufete De la Calle, Londoño y Posada Abogados, con Humberto de la Calle, su hijo José Miguel, Ignacio Londoño y yo como líder del área tributaria. Doce años después mis socios se vincularon a Garrigues, cuando llegó al país, entonces yo seguí trabajando como independiente hasta el 2019.

Estudié el Executive MBA de los Andes. Este giro fue un poco más radical dada mi función profesional actual y que me llevó a adelantar un doctorado en Administración de Empresas, el mismo que está en curso. En el ejercicio del Derecho Tributario me acerqué a la Cámara de Comercio de Bogotá. Un amigo, quien trabajaba en su Centro de Conciliación y Arbitraje, me invitó a hacer un curso para secretario de tribunales de arbitramento.

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Finalmente, se vinculó a la Universidad de América.

En el 2019 fui elegido como rector en la Universidad de América, cargo que ejerzo en la actualidad. De la mano de muchos de mis actuales colaboradores venimos adelantando un proceso de transformación que nos ha permitido posicionarnos como una de las mejores universidades del país, ampliando los programas y el portafolio. Recientemente, fuimos reconocidos con el sello Great Place To Work.

Antes de cerrar lo invito a que hablemos de su esposa y de su hijo.

Estoy casado con Inés María Miranda, barranquillera a quien conocí en Cartagena de Indias. Es una mujer muy estructurada, de sólidos principios, los que vi en mi casa materna. Ha sido un complemento muy importante de seguridad y de tranquilidad en mi vida. Soy padre putativo de Carlos Andrés, futuro rosarista, pues adelanta cuarto semestre de Relaciones Internacionales. Lo conocí a sus diez años y desde que nos vimos sentimos amor mutuo, una fascinación increíble. Es mi razón de existir y de trabajar. Pero también soy padre perruno, de Gala, de cuatro años, y de su hija Kira de uno y cuatro meses. Son parte fundamental de nuestra familia.

Por Isabel López Giraldo

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