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¿Cómo fue el proceso de creación de “Trampolín”?
Siento que nunca en mi vida había hecho una colaboración que fluyera tan rápido, y menos con una artista de Brasil, lo cual fue un sueño, porque, para mí, de allá vienen los mejores músicos de Suramérica y del mundo. Fui a un festival en Paraguay y allá conocí a Marina Peralta y quedamos de hacer algo juntas. Cuando regresé de ese viaje, me reuní con el productor, Zar, y salió “Trampolín”. La escribí superinspirada. Creo que ha sido una de las mejores canciones que he escrito, por eso estoy muy feliz. Se la mandé a Marina y le dije: “Mira, hice esta canción. De pronto te interesa y te montas. Sin compromiso”. A la semana me mandó su parte, que es en portugués —yo no le entendí ni una palabra—, pero el sentimiento estaba ahí. Creo que eso es justamente lo que más representa mi música: que exista un sentimiento genuino.
La canción toca un tema muy particular y es ese momento de tensión antes de que nazca un amor. ¿Por qué quiso enfocarse en eso?
En realidad, no se trata solo de ese momento previo al amor, sino de uno aún más fuerte: el momento antes de un amor que no se puede dar. Entonces es peor. Es una tensión imposible, una tensión que nunca va a dejar de ser solo eso. Además, es una historia entre mujeres, y eso la hace distinta porque hay mucha prohibición. Al ser parte de la comunidad LGBTQ+, constantemente se nos prohíbe sentir. Creo que en esta canción el vaivén es ese: todo el tiempo hay un deseo de estar con esa persona, y todo lo que se siente con ella es maravilloso, pero es imposible, porque está con alguien más.
¿Por qué decidió sacar esta canción en el mes del orgullo?
Solía pasar que, durante este mes, yo coexistía con el Pride. Iba a las marchas y tenía conversaciones al respecto, pero hasta ahí. Esta vez pensé: “¿Qué mejor forma de hacer parte de esto que lanzando una canción que habla de dos mujeres enamorándose?”. Nunca antes había hecho algo así, entonces representó un movimiento personal que me sacó de mi zona de confort. Exponer tantas cosas sobre mí me pone en un lugar muy vulnerable, pero también está bien. Creo que ese es el punto: como artista, uno tiene que hacer que las personas sepan que una chica que canta también puede cantarle a mujeres, y así más personas pueden sentirse identificadas con la música.
¿Cómo se integra esta nueva canción en su gran proyecto: “Mal de amor”?
Creo que representa a esta nueva Mayra que quiere sonar más latinoamericana. Desde hace muchos años tengo la urgencia de sonar a mí misma. ¿Y a qué sueno yo? A lo que soy, a mis raíces: a Cuba, a Cali, a todos esos lugares que me han aportado algo. Esta canción hace parte de un nuevo ciclo muy bello en el que estoy conectando más profundamente conmigo misma. Ya no estoy exteriorizando tanto, sino viviendo todo desde muy adentro.
¿Cómo se reflejan las caras de lo latinoamericano en su música?
Ha sido una experiencia de mucho autoconocimiento a través de los sonidos que me han formado. Cuando era chiquita, por ejemplo, me daba pena que la gente supiera que mis papás eran inmigrantes cubanos. Ahora que crecí, soy más consciente de todo lo que ellos han tenido que atravesar. Además, nací en Cali, que tiene su propio sonido, muy cercano al de Cuba, pero también muy distinto. Después pasé a vivir a Bogotá, que es tierra de todos y de nadie; aquí hay hip-hop, R&B, música llanera... en fin, de todo. Todo eso me ha dado la oportunidad de explorar sin miedo a encasillarme. Nunca me he limitado a decir: “Voy a hacer solo salsa” o “compondré solo música cantautoral”, sino que ha sido una mezcla de todo. A eso súmale la oportunidad de experimentar también con Brasil, que muchas veces ni se menciona como parte de Latinoamérica, pero que tiene el bossa nova y el MPB, su música tradicional, que también han aportado muchísimo al sonido característico del continente. Ahora entiendo que mi vida, mi voz y mis referentes han cruzado las Antillas, el mar y la cordillera. La música me dio la oportunidad de mezclar esos mundos que a veces parecen tan separados.
¿Cómo ha sido la acogida del público a esta nueva propuesta musical?
La gente conmigo siempre ha sido muy abierta. De alguna manera, los he venido preparando para que llegue lo que tenga que llegar, porque todo lo que yo hago, al fin y al cabo, viene desde mi corazón. He lanzado rancheras, hip hop, salsa… siento que no tengo un género definido. Entonces, el público siempre está a la expectativa conmigo, preguntándose: “Bueno, ¿y ahora qué va a hacer Mayra?”. Y justo ahora mi formato está siendo un poquito más salsero. Tengo un percusionista, también un trombonista. En el Estéreo Picnic hicimos una estructura tipo orquesta de salsa: éramos once músicos en escena. He venido acostumbrando a la gente para que escuche también mi lado salsero, pero siempre con la idea de que también puedo explorar otros géneros.
En ese sentido, ¿cómo se organiza cuando decide experimentar con uno nuevo?
Yo no me meto en un género si nunca lo he escuchado. Soy muy respetuosa con la música, a morir. También dejo que la canción me diga qué necesita. Por ejemplo, con “Un pulmón” al principio pensé que iba a ser un vals, porque está en seis octavos. Pero cuando vi el dolor que llevaba esa canción, entendí que no podía ser así: tenía que ser una ranchera, porque la ranchera es el género que se usa para llorar. Entonces, cada género que uso, que pruebo y exploro, lo hago porque, de alguna manera, lo escucho todos los días. La salsa, por ejemplo: yo me levanto y escucho salsa. Me levanto y escucho boleros, son cubano… Tengo una variedad de sonidos a los que recurro constantemente, y que están ahí para eso: para explorarme como ser humano.
Cuando no está montada en el escenario o en la cabina de grabación, sino a solas en su cuarto, ¿qué significa la música para usted?
La música fue mi primera sensación del mundo. Mis papás me ponían música desde que estaba en la barriga. Cuando era pequeña, yo misma escogía qué escuchar. Toda mi vida ha girado en torno a eso. La música se volvió casi que mi manera de respirar. Mi corazón se siente igual cuando me enamoro que cuando escucho música: esa misma sensación de vacío, de cosquilleo en el cuerpo. Ha sido mi salvavidas, incluso me ha salvado de mí misma. Me ha permitido hablar de lo que tengo en la cabeza y en el corazón. Literalmente, mi vida es eso: música. Respiro música, hablo de música, hago música, compongo… Cada día estoy más convencida de que para esto nací.
