¿Cuánto aire consume la palabra guerra? / ¿Cuántas voces preguntan de dónde viene y a dónde va...?”, escribió la poeta Gloria Posada al referirse al luto que ha germinado en esta tierra herida por tantos conflictos. Esa misma guerra que las letras han retratado una y otra vez, y que si bien no han logrado detener, sí han sabido mirar de frente. Porque la palabra —la poesía— no ha sido trinchera de combate, sino territorio de espera, de anhelo, de resistencia que no se impone, sino que persiste.
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Esa es la bondad de las letras: recordarnos —como creen y defienden algunos— “el origen y el significado maravilloso de la vida en sus radiantes manifestaciones”. Con esa convicción nació y ha crecido el Festival Internacional de Poesía de Medellín, que este año celebra 35 años como un epicentro de palabras que escriben y reescriben la historia.
La edición 2025 del festival se teje bajo una imagen: “Emerger la vida liberada del hierro”, metáfora del deseo urgente de que la existencia florezca sin armas ni violencias que corrompan las ideas y las vacíen de sentido. “El hierro ha sido históricamente un material para fabricar armas, pero queremos confiar en que algún día pueda liberar vida en lugar de muerte”, explicó Gabriel Jaime Franco, poeta, cofundador y actual coordinador general del festival.
Durante ocho días Medellín será territorio poético: se leerá, se escribirá, se pensará y, sobre todo, se sentirá la poesía como una forma de alojarse en el mundo. Pero también como una forma de resistencia ante la inmediatez, el olvido y la falta de atención en nosotros y los otros.
Para Franco, esto no es un acto pretencioso, que solo rosa lo discursivo o un capricho de un poeta empedernido. Defendió que “la poesía recoge elementos esenciales de la conciencia humana que otras formas de conocimiento no abordan de la misma manera”. Es decir, que este arte no ignora el mundo ni lo enmascara, sino que es capaz de observarlo desde el pensamiento, la imaginación y los sentimientos, y con ello ampliar la conciencia
“En un mundo dominado por el pragmatismo grosero, por el mandato del consumo, por la presión constante, la poesía nos da otros elementos para mirar la vida, para ver más allá de la simple supervivencia”, aseguró.
Él y todos lo que están detrás de este festival son conscientes de que la poesía no es el deber, y mucho menos va a cambiar el mundo, pero sí es una “urgencia civilizatoria”, por lo que insisten en su valor pedagógico. Que a pesar de que la poesía no se pueda enseñar, sí se puede aprender.
“Hemos trabajado con niños y niñas en más de 50 instituciones públicas, en zonas de alta vulnerabilidad. Y hemos comprobado que esta enseñanza puede cambiar su conciencia. La poesía les muestra que no todo en la vida está dominado por la razón ni por la necesidad práctica. No todo es conseguir dinero”,
Es desde allí que el festival sostiene su noción de justicia poética, una idea sin definición de diccionario, pero con profundas resonancias éticas, espirituales y sociales. “Nos invita a pensarnos como personas y como sociedades. A recordar que el milagro de vivir no debe ser solo de unos pocos”, dijo Franco.
Ese concepto de justicia poética, en la literatura, ha sido utilizado para hablar de que los personajes malos son castigados y los buenos reciben una recompensa, pero parece que para ellos se trata de algo más que aleccionar o cambiar al mundo en cada palabra y en cada verso, pero sí sensibilizar.
“Aunque la poesía no repare los daños de la guerra ni cure el hambre, sí puede recordarnos que esos dolores son inaceptables. La tarea de la poesía es seguir insistiendo, con constancia, en ese sueño humano de una vida plena”.
Esta es una clara apuesta por la defensa de una idea y de una visión sobre lo que significa existir en este mundo. Pero eso no significa militar en partidos, ni obedecer a ideologías. “No nos metimos con la política, fue la política la que se metió con nosotros”, se leyó en un discurso durante la apertura del evento. A eso Franco señaló que la política de la poesía es la del sentir; la que reclama ante el dolor y la injusticia, la que busca llamar ante la reconciliación, la paz y la fraternidad que traspasan cualquier frontera.
Voces que se abrazan desde la diferencia
Reunir a poetas de casi 40 países no es solo una celebración de la diversidad poética. Es, ante todo, un acto simbólico que recuerda que, a pesar de las fronteras, las lenguas, las cosmogonías o las heridas históricas, el deseo humano es uno solo. “En una capital africana, en los arrozales asiáticos o en los desiertos árabes, el núcleo del sueño humano sigue siendo el mismo”, afirmó Franco.
Ese anhelo común, hecho de justicia, afecto, libertad y sentido, encuentra en la poesía una lengua franca capaz de tejer vínculos y generar comprensión profunda entre quienes no comparten la misma geografía.
Por eso, este año el Festival Internacional de Poesía de Medellín abre sus escenarios a voces de todos los continentes: desde Bangladesh, Sudán, Vietnam o Líbano hasta Ecuador, Bolivia, Colombia o la nación embera Eyábida. Poetas que, desde sus contextos y memorias, portan visiones del mundo que se enriquecen en la diferencia, y que al reunirse en un mismo ritual no solo comparten versos, sino formas distintas de nombrar la vida, la muerte, la tierra, el cuerpo, el dolor o la esperanza.
Serán más de 60 actividades entre lecturas, performances, talleres, conversatorios, películas, conciertos y muestras editoriales, que se desplegarán alrededor de seis grandes ejes: La vida liberada del hierro (poesía por la paz), Resistencia espiritual, Libertad de expresión, pensamiento y creación, Somos naturaleza, Celebración de la poesía y Pedagogía de la poesía. Una programación que no solo busca conmover, sino también despertar, interpelar y nutrir una conciencia colectiva que se reconozca como parte de un entramado planetario.
Esa intención de reunir relatos de múltiples latitudes no es solo una apuesta estética, sino ética. Esas voces pueden devolvernos una memoria olvidada: la de sabernos parte de la Tierra, y no sus dueños. “Si hubiéramos escuchado sus cosmogonías, sus mitos, su manera de enfrentar los desafíos naturales, probablemente no estaríamos en esta crisis climática ni viviendo la extinción masiva de especies”, advirtió Franco.