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Partículas elementales, novela postmoderna

Esta novela de Michel Houellebecq publicada por Flammarion (París, 1998) y por Anagrama (Barcelona, 1999) tuvo un gran éxito internacional.

Édgar Bastidas Urresty
24 de julio de 2023 - 02:00 a. m.
"Las partículas elementales" de Michel Houellebecq es la segunda novela del autor y recibió el Premio Literario Internacional IMPAC de Dublín en 2002.
"Las partículas elementales" de Michel Houellebecq es la segunda novela del autor y recibió el Premio Literario Internacional IMPAC de Dublín en 2002.
Foto: Archivo Particular

En Francia fue editada varias veces y a Houellebecq se le concedió el Gran Premio nacional de letras. En Alemania esta novela y la anterior Extension du domaine de la lutte (l994) han hecho furor y se han convertido en un fenómeno editorial. La traducción de Anagrama ha permitido conocerla y valorarla en España y en Latinoamérica.

Plataforma, su nueva novela, publicada por Flammarion en agosto de 2001 causó un escándalo internacional no solo porque Houellebecq se ocupa del turismo sexual sino también de las costumbres occidentales al comienzo del siglo XXI y de los integrismos. La novela no se reduce a estos tópicos porque en medio de todo subyace una bella historia de amor entre Michel, el protagonista y Valérie, que termina trágicamente por la muerte de ésta a manos de un comando islamista.

Por esta novela, y sobre todo por una entrevista que el autor dio a la revista Lire de París en septiembre de 2001, varias organizaciones islámicas protestaron airadamente acusándolo de racista y un año después lo llevaron ante un tribunal para que responda por incitar al “odio racial” y por injurias, cargos que en caso de que hubieran prosperado habrían implicado para él un año de cárcel y el pago una multa de 45.000 euros.

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Pero con fecha 22 de octubre de 2002 el tribunal correccional de París desechó las demandas contra Houellebecq porque sus juicios de valor de naturaleza teológica, literaria o artística “no estaban sin duda caracterizados ni por una particular arrogancia, ni por la sutilidad de su formulación”. Considera que la palabra “tonta” con que él se refirió a la religión islámica es peyorativa pero que todas las religiones están en esa mira en grados diferentes. A Houellebecq le rechaza el derecho a una forma de “impunidad de la literatura”, cuando se expresa no en su obra sino a través de los periodistas.

Partículas elementales se inicia con un prólogo del autor en el que anuncia que va a contar la historia de Michel Djerzinski vivida en la segunda mitad del siglo XX, en unos años aciagos y turbulentos, signados por la pobreza, la soledad, la amargura, carentes de amor, ternura y fraternidad. El personaje es un biólogo, tan importante que se lo considera con méritos para el premio Nobel.

El autor hace consideraciones sobre las carencias de la filosofía -ha perdido casi su objeto sobre los cambios metafísicos que son excepcionales pero que cuando se producen abarcan todo el conjunto de una sociedad.

Y dice que Michel Djerzinski va a ser el artífice de una nueva mutación metafísica que cambiará la historia de la humanidad.

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Las dos páginas siguientes, antes de la iniciación de la primera parte de la novela, nos introducen en un nuevo reino, un reino fantástico que lo envuelve todo: allí los hombres bañan sus cuerpos en la alegría, viven en la luz, en mediodías inagotables, han superado el universo mental de la separación, el antiguo reino para acceder a una nueva ley. Ha sido posible gracias a la búsqueda, el sueño, a la esperanza de los hombres que los precedieron, a su historia de dolor y de alegría, de odio, de miedo.

La primera parte de la novela se llama Le royaume perdu (El reino perdido), que significa la pérdida del nuevo reino, la segunda Les moments étranges (Los momentos extraños), la tercera Illimité émotionnel (Emoción ilimitada) y termina con un epílogo, donde propone una nueva utopía para los hombres.

La novela da una visión descarnada y conmovedora de la sociedad de fines del siglo XX. Está ambientada en París, tiene como referente la rebelión estudiantil de mayo del 68 y los cambios de orden ideológico, social y moral que produjo.

Las conquistas y logros de esta rebelión -que se extendió por todo el mundo, sobre todo en materia de liberación sexual a partir del reconocimiento del cuerpo como soberano, y que estuvo acompañada por la minifalda, la desnudez total, la píldora anticonceptiva, la vida mixta en las ciudades universitarias, la droga, el licor y el rock, el amor libre y compartido -para Houellebecq han sido la causa de todos los males. Los individuos son una especie de partículas elementales sometidos a leyes superiores y a un destino doloroso.

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Bruno, profesor y uno de los protagonistas de la novela vive intensamente esta experiencia, como una salida al vacío de su existencia. Busca el placer desenfrenado, visita un camping <New age> en el que es objeto de burlas, frecuenta los cines pornos, las discotecas donde se cometen toda clase de excesos.

El otro es Michel, su medio hermano, que acusa un decaimiento sexual y quien como biólogo propone la creación de un nuevo tipo humano ajeno a todo egoísmo. Solo la biología y la genética podrían proporcionar al hombre la felicidad y su plena realización.

Esta visión y su asociación con El Mejor de los mundos de Aldous Huxley hacen que Partículas elementales se pueda catalogar como una novela futurista. La novela de Huxley fue considerada utópica porque hablaba de los bebés probeta y porque anticipaba los progresos de la biología y de la manipulación genética. Hoy se ha llegado a la clonación y a la lectura del genoma humano.

Bernard Leclair analiza Partículas elementales en el No. 745 de La Quinzaine littéraire en un artículo que irónicamente titula Autopsia del deseo. Para él la novela tiene una dimensión ideológica, una gran fuerza narrativa y unas perspectivas deterministas que tienen que ver con Auguste Comte. Habla del sufrimiento de los individuos que se encierran en sí mismos, como en el caso de los protagonistas. Encuentra una filiación de la novela con el Thomas Mann de la Montaña mágica por superar las fronteras para mezclar “la ficción, la teoría y la poesía”. Y una cercanía con Balzac, porque este quería que la novela “señale los desastres producidos por el cambio de las costumbres”. Indica algunas limitaciones porque si bien la novela tiene una dimensión histórica que corresponde a la generación de los años 60, no tiene ninguna relación con “las tragedias históricas del siglo XX” (Las dos guerras mundiales y otros conflictos planetarios).

Leclair percibe en la novela una ausencia de libertad, pretende ser positivista pero se convierte en totalitaria al imponer sus tesis y negar la potencialidad del lenguaje a sus personajes, aunque sea afectuoso con ellos y se conmueva con su sufrimiento. Por un análisis sociológico revela esta condición para que la humanidad tienda a perfeccionarse.

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Este destino de sufrimiento “de la demisión de los padres, de la obsesión de putrefacción, de la muerte, de lo irremediable”, Houellebecq hace que trascienda en una dimensión poética para participar de lo que él llama el “sentimiento oceánico”. Este sentimiento alcanza su plenitud cuando Michel Djerzinski desaparece y al final del libro se cree que “ha entrado en el mar”.

Leclair finalmente afirma que la escritura permite “quedar vivo en poesía” como una manera de negar el discurso.

En el transcurso de la novela el autor hace muchas reflexiones filosóficas. En la segunda parte, por ejemplo, dice que la muerte es lo que verdaderamente iguala. Cree que el deseo -contrariamente al placer- es “fuente de sufrimiento, de odio y de malestar”.

El suicidio de Deleuze y de Debord lo atribuye a que “los elementos de la conciencia contemporánea no están adaptados a nuestra condición mortal”. Deleuze y Debord se suicidaron porque se encontraban en un estado de salud crítico.

En la tercera parte advierte que la sexualidad es una “función inútil, peligrosa y regresiva”, y le da la razón a Kant cuando afirma que el mismo “Salvador de la humanidad debe ser juzgado de acuerdo a los criterios universales de la ética”.

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Otros pensamientos: Roto el corazón, cesa la risa, lo que queda es “la soledad, el frío y el silencio”, la muerte. Lo que salva es el amor porque une para siempre.

En el epílogo el autor dice que la humanidad debía desaparecer para dar paso a una nueva especie “asexuada e inmortal”, que haya superado “la individualidad, la separación y el porvenir”. Condena La New Age por el sufrimiento que produjo, fruto de una “dislocación psicológica, ontológica y social”. Y explica que el fin de la sexualidad como una forma de reproducción no significa que el placer sexual se acabe.

¿La gran utopía de Houellebecq será realizable en el siglo XXI?

Por Édgar Bastidas Urresty

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