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Miguel Ángel Asturias: narrativa fundacional e identidad cultural

Con una pluma tan poética como combativa, Miguel Ángel Asturias rompió las fronteras entre lo mítico y lo político, entre lo real y lo maravilloso, para fundar una literatura enraizada en la identidad latinoamericana y comprometida con la denuncia social.

Mónica Acebedo

11 de mayo de 2025 - 07:00 p. m.
Miguel Ángel Asturias, integrante de la generación del 20, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1967.
Foto: EFE - Agencia EFE
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“El peso de los muertos hace girar la tierra de noche y de día el peso de los vivos... Cuando sean más los muertos que los vivos, la noche será eterna, no tendrá fin, faltará para que vuelva el día el peso de los vivos...”, fragmento de la obra El señor presidente.

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Las transgresiones de la pluma del guatemalteco Miguel Ángel Asturias fueron varias: la fusión en la literatura de la mitología indígena con las problemáticas sociales y políticas de la región; la utilización de un estilo vanguardista y moderno, que integró elementos surrealistas y la combinación de lo fantástico con lo político. Asimismo, estableció las bases de la novela de dictador en América Latina y se convirtió en un referente de las letras universales.

Miguel Ángel Asturias nació el 19 de octubre de 1899 en Ciudad de Guatemala. Se graduó de abogado, luchó contra la dictadura de Manuel Estrada Cabera, fundó la Universidad Popular; viajó a Francia, donde estudió Lingüística y Antropología en la Sorbona. Estando en París, tradujo el Popol Vuh (libro sagrado de los mayas); se relacionó con exponentes del movimiento surrealista y vanguardista que influyeron en su estilo narrativo. Cuando regresó a Guatemala, se dedicó a la docencia y fundó el Diario al Aire, un periódico radial. Desempeñó numerosos cargos diplomáticos a lo largo de su vida. Luego, dadas las complicadas circunstancias políticas de Guatemala, tuvo que exiliarse.

Escribió poesía, novelas, obras de teatro, ensayos, cuentos y artículos periodísticos. En 1965 ganó el Premio Lenin de la Paz y, en 1967, el Premio Nobel de literatura. Murió el 9 de junio de 1974.

Entre su vasta obra se destacaron las novelas: Leyendas de Guatemala (1930), recopilación de relatos sobre la cultura maya; fue una imbricación de la Guatemala de su tiempo con el pasado indígena, a partir de una prosa poética y modernista. Aseguró Guiseppe Bellini sobre la obra: “El valor de las Leyendas de Guatemala está todo en la atmósfera de poesía que mana del libre ejercicio de una fantasía excepcional. El lirismo de Asturias se expresa en múltiples formas, en un lenguaje que ejerce continua sugestión sobre el lector. La sustancia poética de Guatemala alcanza, a través de las Leyendas, categoría altísima de arte, en un proceso de interiorización que representa el primer paso hacia una más profunda toma de conciencia acerca de los problemas del país” (Mundo mágico y mundo real: la narrativa de Miguel Ángel Asturias, Bulzoni Ed, 1999).

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El señor presidente (1946) fue considerada por algunas personas su obra maestra y pionera en la novela de dictador. La trama se inspiró en la dictadura en Guatemala de Manuel Estrada Cabrera. Adicionalmente, introdujo diversos elementos de lo que, junto con Alejo Carpentier, se llamó “lo real maravilloso”, que sirvió después a varios escritores del boom latinoamericano y al realismo mágico: “Los pordioseros buscaban alrededor de ellos su inseparable costal de provisiones, pero en el despacho del director de la Policía les habían despojado de todo, hasta de lo que llevaban en los bolsillos, para que no entraran ni un fósforo. Las órdenes eran estrictas”. Hombres de maíz (1949), otra novela fundamental, fue una exploración del universo indígena y el maíz como esencia de la identidad espiritual y material. Se trató de una visión ambivalente que cabalgó entre la crítica al colonialismo y la alabanza a las culturas prehispánicas: “—El Gaspar Ilóm deja que a la tierra de Ilóm le roben el sueño de los ojos. —El Gaspar Ilóm deja que a la tierra de Ilóm le boten los párpados con hacha… —El Gaspar Ilóm deja que a la tierra de Ilóm le chamusquen la ramazón de las pestañas con las quemas que ponen la luna color de hormiga vieja… El Gaspar Ilóm movía la cabeza de un lado a otro. Negar, moler la acusación del suelo que estaba dormido con su petate, su sombra y su mujer y enterrado con sus muertos y su ombligo, sin poder deshacerse de una culebra de seiscientas mil vueltas de lodo, luna, bosques, aguaceros, montañas, pájaros y retumbos que sentía alrededor del cuerpo”.

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Viento fuerte (1949), El papa verde (1950) y Los ojos de los enterrados (1960) conforman la trilogía bananera, que denunció la explotación de las grandes empresas europeas y norteamericanas en Centroamérica.

Mulata de tal (1963), por su parte, fue un juego narrativo surrealista y novedoso que combinó la mitología maya con ideas contemporáneas sobre el poder y la transformación: “Y qué no hace uno por ser rico: delinque, mata, asalta, roba; todo lo que el trabajo no da, con tal de tener buenas tierras, buen ganado, caballos de pinta, gallos de pelea…”.

Es decir, Miguel Ángel Asturias fue un escritor crítico y diverso. Su obra es un referente en las letras universales y nos dejó una mirada original sobre lo indígena y una reivindicación de la cultura maya. De la misma manera, con su pluma transgresora y original, presentó una crítica social y política y destacó los fundamentos identitarios a través de una literatura fundacional y comprometida.

Por Mónica Acebedo

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